16.11.2006 Las Bienales de Arquitectura

Seria mucho mejor que fueran una completa muestra de carácter didáctico de la arquitectura reciente del país (así es la de Chile) y no apenas un concurso entre los que inscriben sus trabajos. En la última el jurado ni siquiera pudo considerar la biblioteca Virgilio Barco de Rogelio Salmona, el mejor edificio aquí en años recientes, a juicio de muchos, porque simplemente no estaba inscrita. Y deberían llegar a mas gente. Si todos hemos aprendido a interesamos por nuestros artistas y escritores, con mayor razón lo deberíamos hacer con nuestros edificios y ciudades y los que los proyectan.

Las seccionales de la SCA deberían proponer obras realizadas en nuestras diferentes regiones por arquitectos locales o de otras partes, apoyándose para su búsqueda y selección en las universidades. Tambien podrían ser inscritas directamente por los interesados, pero siempre respaldadas por un texto que explique su pertinencia. Muestras regionales, como la del Valle del Cauca, que ya lleva seis ediciones, facilitarían el procedimiento. Y desde luego se deberían incluir obras de colombianos en otros países pero solo si son de nuestro interés, lo mismo que trabajos de Venezuela, Ecuador y Panamá pues compartimos tradiciones, climas y paisajes.

El jurado debería seleccionarse de un banco de críticos, teóricos e historiadores de la arquitectura propuestos por las seccionales. Debería incluir extranjeros, arquitectos premiados y miembros anteriores (como en el Prizker), e incluso no arquitectos. Seleccionaría las obras mas representativas de la mas pertinente arquitectura del país dentro de una amplia gama: interiores; refugios; casas de campo y urbanas y viviendas económicas; edificios de apartamentos, oficinas, industriales, deportivos, culturales y gubernamentales; conjuntos; restauraciones, remodelaciones y reciclajes (como en la bienal canadiense); además de trabajos de historia, teoría y critica.

Los Premios Nacionales deberían ser por unanimidad a obras seleccionadas anteriormente -usadas y conocidas-, y por mayoría solo los otros premios y menciones. El jurado debería trabajar con muchas fotografías (emplazamiento, volúmenes, espacios exteriores e interiores, sistemas constructivos, detalles y uso cotidiano), una memoria, suficientes planos y el texto que respalda cada candidatura. Tendría que visitar todas las obras que considere para los premios y menciones, y explicar el porque de su selección en un acta pública razonada. Debería haber premios del público y de los arquitectos.

La apertura sería a continuación de que el jurado termine su escogencia. Uno de sus miembros debería hablar en su nombre y los demás dar conferencias. Debería haber debates públicos en Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla. El catalogo contendría todas las obras candidatizadas; con mayor información las seleccionadas y con mucha mas las mencionadas y premiadas, y por supuesto la justificación del Premio Nacional, que ya habría sido publicado en ediciones anteriores. Publicaciones que deberían enviarse a bibliotecas, universidades, colegios y periódicos pues edificios y ciudades son para los ciudadanos y no apenas para concursos entre arquitectos.

Columna publicada en el diario El País de Cali 16.11.2006 

14.09.2006 La democratización de la arquitectura

Contrario a lo que decía Churchill de la democracia (el menos malo de los sistemas políticos), lamentablemente la democratización del diseño profesional a lo largo del siglo XX ha producido en el mundo lo menos bueno de su arquitectura. Y a veces lo mas malo, sobre todo cuando finalmente las tradiciones vernáculas desaparecieron casi del todo y cada vez fue menor la sabiduría de los dirigentes. Especialmente en este país, con su cultura centrada solo en la literatura y ahora en el espectáculo. Y donde la ignorancia, gusto y dinero abundante e ilegal de las nuevas clases emergentes, debido a la penalización inútil, corruptora y generadora de violencia de las drogas, han penetrado nuestras tradiciones y comportamientos afectando no solo su política, economía y sociedad si no tambien su arquitectura y sus ciudades

Y no solamente la práctica de la arquitectura si no incluso su enseñanza. Tambien ha significado la triabilización de su difusión masiva, siguiendo las tendencias frívolas de la publicidad y la moda, en revistas de decoración comerciales que aquí terminaron por reemplazar las de arquitectura. Fotografías maquilladas que hacen aparecer los cielos mas azules de lo que rara vez son, eliminación total de los contextos urbanos de los edificios, muebles y objetos de almacén prestados para sesiones de fotografía en las que se elimina todo vestigio de la vida real, ausencia general de planos o apenas alguna planta elemental, y textos insulsos de mera promoción. Y en medio de tanta ligereza y revueltas con tanta imagen tramposa, las excepciones, que no son pocas, difícilmente cuentan.

Es urgente recomponer la relación de los usuarios comunes, ya no con los constructores, como antes, sino con los nuevos profesionales de la arquitectura, cada vez mas numerosos en el país. Papel que hace medio siglo, desde los Upacs, han usurpado los negociantes de la vivienda siguiendo el mal ejemplo de esas multinacionales que nos dicen que es lo que necesitamos y que nos debe gustar, al punto de ser consideradas por Konrad Lorenz (Decadencia de lo humano, 1985) una de las verdaderas amenazas a la humanidad, junto con la superpoblación y el uso de combustibles de origen fósil. Y habría que añadir el daño que los edificios innecesariamente grandes o repetidos idénticos y mal emplazados le hacen a las ciudades, y su irresponsable derroche de energía y agua potable.

Igual que con la ecología, habría que enseñar desde el colegio unas mínimas nociones de arquitectura, urbanismo y urbanidad, y generalizar su debate abierto y permanente como sucede exitosamente en otras partes. Democratizar su conocimiento. Esto les permitiría a nuestros muy recientes ciudadanos disfrutar mas la vida urbana, usar mas eficientemente sus ciudades y defenderlas, pues hoy hacen justamente lo contrario. Debate en el que los artículos en la prensa sobre arquitectura y las ciudades, los programas de televisión (algunos muy buenos se pueden ver ya en Colombia) y las exposiciones sobre el tema, juegan un importante papel. Como las dos muestras abiertas por estos días en La Tertulia, que sin proponérselo ilustran palmariamente mucho de lo dicho arriba.

Columna publicada en el diario El País de Cali 14.09.2006 

24.08.2006 En La Tertulia

Hoy, a las 6:30 PM, se inauguran dos exposiciones de arquitectura fruto de un importante esfuerzo de La Tertulia y el Departamento de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Valle, las que serán acompañadas posteriormente con conferencias al respecto. Tropicales y modernas: arquitecturas emergentes en Cali, curada por el arquitecto Francisco Ramírez Potes, y, Arquitectura en Colombia y el sentido de lugar - últimos 25 años, una selección de los arquitectos Sergio Trujillo Jaramillo y Carlos Niño Murcia para la Seccional de Bogotá y Cundinamarca de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Se suman a varias muestras sobre el tema realizadas en la ciudad en las ultimas décadas (casi todas gracias a Ramírez ), las que siempre han contado con gran afluencia de publico. Sin embargo, para que cumplan con su propósito de familiarizarnos con la arquitectura, tendrían que ser mucho mas frecuentes. En este sentido seria conveniente que las ocasionales charlas al respecto que se realizan en la Seccional del Valle de la SCA, se hicieran en La Tertulia para que llegaran a un público mas amplio.

La exposición de arquitectura colombiana lleva un par de años recorriendo diversas ciudades del mundo y esta organizada en siete temáticas. La disolución de los limites, Transparencia y levedad, Reencuentro con lo público, Lugar y preexistencia, La geografía como soporte poético, El recorrido y la experiencia del espacio, y, Forma y materialidad. Y está acompañada de un completo catalogo con dos importantes textos: La construcción del lugar y la tradición de la arquitectura en Colombia, de Niño, y, Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar: encuentros y desencuentros, de Trujillo. De las 48 obras incluidas apenas hay tres en Cali (una de ellas diseñada en Bogotá), mientras el resto están, en la gran mayoría, en la capital y Medellín. En la otra exposición se muestra el trabajo de dos arquitectos, graduados recientemente en la Universidad del Valle, que busca centrarse en una doble condición con la que debería cumplir la arquitectura actual en la región; ser tropical y a la vez moderna.

Son temas todos sin duda pertinentes aquí. Pero apenas una cara de la moneda; la otra seria, ciudad y arquitectura. Es que es tan equivocado intervenir espacios urbanos públicos sin considerar su contexto arquitectónico (como el Mio), como hacer edificaciones sin tener en cuenta su contexto urbano (como el edificio detrás de Belacazar), incluso cuando sea lejano y apenas una referencia. Y ambos errores, precisamente, caracterizan en general el quehacer urbano y arquitectónico actual de Cali; y sus consecuencias saltan a la vista pero casi nadie las identifica, como tampoco se aprecian las notables excepciones que hay. Ojala La Tertulia realizara pronto una tercera exposición al respecto, y traiga tambien a la ciudad la muy completa de Rogelio Salmona, igualmente de la Seccional de Bogotá y Cundinamarca, que después de ser inaugurada hace unos meses en la capital inició su recorrido por el mundo. Sin duda su obra se preocupa siempre por la acertada relación de sus edificios con las ciudades en la que se levantan.

Columna publicada en el diario El País de Cali 24.08.2006 

03.08.2006 ¿Y la arquitectura?

La revista Semana se ha preocupado por la arquitectura y no apenas por la literatura, pintura, música y cine, lo que es poco usual en nuestra prensa y por lo tanto elogiable. Pero lamentablemente lo ha hecho hasta ahora solo con la de otras partes, y ni siquiera con la “mejor” en el mundo, pero no con la mas interesante para nosotros. O nos a mostrando, como si fuera propaganda pagada, la que a mala hora se ha puesto de moda en el país y que mas parece como de otras partes que de aquí. O, mejor, que se parece a las imágenes (que no arquitectura) que las actuales revistas españolas de arquitectura nos “vende” a los latinoamericanos, y que replican las colombianas que las imitan.

Es indicativo de un hueco en nuestra cultura que entre los mas de cien “símbolos” de Colombia que nos propone Semana en su reciente Edición Especial (julio de 2006) no se incluya ningún edificio, pues incluso en el texto dedicado a las murallas de Cartagena nada se habla de su arquitectura. Ni siquiera se propuso la Catedral de Sal, que si bien no es propiamente un edificio si es arquitectura. Y la explicación no debe ser muy distinta a la de que Juan Valdez (Colombia es café nos dicen los de la Federación) entendiblemente no lleve el costeñisimo sombrero vueltiao que supuestamente los colombianos escogimos como símbolo de todo el país.

Pero si hay algo colombiano en Colombia son sus arquitecturas (como muchos este es un país de regiones) por la sencilla razón de que si hay algo que necesariamente se ciñe al lugar es la buena arquitectura. Desde las muy tropicales casas de Cartagena, que la hacen una ciudad única (aunque ya amenazada por su éxito), o las casas de hacienda del valle geográfico del alto Cauca, con sus patios cruzados por acequias y abiertos a las brisas refrescantes y a ese paisaje que tan bellamente describió Jorge Isaacs en Maria, y con esa peculiar estructura híbrida, al menos las mas viejas, en la que se junta el “embutido” indígena, en este caso gigante, con la tapia pisada que trajeron los españoles del Mediterráneo. Como en Cañasgordas, en donde sucede El Alférez Real de Eustaquio Palacios. No en vano el mudéjar se da aquí dos siglos después de México o Perú por lo que deberíamos ya llamarlo mudéjar colombiano.

Y está nada menos que la arquitectura de la colonización antioqueña, muy cafetera por cierto, que se desplazó a lo largo de las cordilleras cubriendo buena parte de ese medio país que es el andino. Y la vernácula de la despoblada y abandonada costa pacifica, y la de los llanos y selvas orientales, que retrata contundentemente La Vorágine de José Eustaquio Rivera, que constituyen la otra mitad de Colombia. O las casas modernas, muchas con patios, corredores y calados muy nuestros, que se hicieron a mediados del siglo XX en Cali. Y desde luego la arquitectura de Rogelio Salmona, tan pertinente a la luz, clima, vegetación y topografía de nuestras ciudades andinas como heredera de nuestras tradiciones edilicias hispanoamericanas tanto precolombinas como mudéjares, pero que también ha sabido reconocer las fuertes diferencias regionales, como en su estupenda Casa de Huéspedes Ilustres en Cartagena.

Columna publicada en el diario El País de Cali 03.08.2006 

06.07.2006 Arquitectura contextual

Desde hace casi un siglo prácticamente toda nuestra arquitectura se hace en ciudades que siempre son viejas. De ahí que para sus inevitables nuevos edificios se deba considerar su entorno de tal manera que potencien los mejores hechos urbanos preexistentes. Tratar de que empaten en alturas, paramentos, ritmos y colores con las construcciones inmediatas, pero tambien con las de el frente con las que conforman las calles, elementos urbanos fundamentales en las ciudades tradicionales. En pocas palabras, proyectar edificios que logren espacios urbanos mas bellos y funcionales y vistas mas amables, como lo suelen hacer en Europa. Los conjuntos modernos son una excepción que paradójicamente con frecuencia no se diseñan como tales. Y desde luego los nuevos monumentos se perciben de la misma manera que los viejos.

Tambien hay un paisaje urbano que rebasa la calle, el barrio o el sector, que siempre es preexistente en la ciudad, y que forma parte del de su región. En este sentido la arquitectura tambien debería ser contextual. Es útil, pues, recurrir al estudio de los mas reconocidos ejemplos históricos pertinentes. Los tenemos a mano como suele pasar en casi todos nuestros países en los cuales hay unos pocos centros históricos bastante conservados pese a todo. En los paradigmas de nuestro patrimonio construido en el pasado está nuestro futuro pues se pueden sacar muchas enseñanzas aplicables en el presente para recomponer ciudades que comparten historias y geografías, pero que fueron muy afectadas por el intento de “modernizarlas” demoliendo lo que de pronto se considero obsoleto y viejo. Lo que en casos como Cali fue fatal pues era poco lo que había.

Pero no se trata de hacer edificios, calles o barrios exactamente iguales a los de antes si no que no les sean extraños o contradictorios. Que completen una imagen que a su vez es parte de otra mas amplia que identifica cada ciudad. Y los edificios son semejantes entre ellos cuando algunas de las variables de sus formas se repiten. En el recinto amurallado de Cartagena, por ejemplo, se distinguen claramente tres sectores, el Centro, San Diego y Getsemani, diferenciados entre si por la altura y frente de sus casas, y la variedad y tipo de sus portones, ventanas y balcones, pero que comparten los mismos paramentos corridos, ritmo de llenos y vacíos, techumbres y los pocos colores y tonos predominantes en la ciudad.

Además de refuncionalizar el patrimonio construido mas allá de su simple restauración, la estrategia sería apoyarnos en esos recursos del pasado ignorados a propósito cuando a lo largo del siglo XX se trató de modernizarlas. Sería la aplicación, posmoderna y técnicamente evolucionada, de sus mas eficientes paradigmas como son las explanadas, plazas y patios; techumbres, terrazas y azoteas, zaguanes, balcones y corredores; canceles, celosías y calados; y fuentes, atarjeas y estanques; por ejemplo. Tenemos que aprender a ver la ciudad histórica como parte del presente, en donde continua existiendo y es ejemplo para el futuro, y no solo como nostalgia del pasado, logrando una estimulante combinación como dirian Colin Rowe y Fred Koetter (Ciudad collage, 1976).

Columna publicada en el diario El País de Cali 06.07.2006 

08.06.2006 La discusión del gusto

“El que es bello es amado”, nos recuerda Umberto Eco (Historia de la belleza, 2002) pero Leon Battista Alberti ya insistía en el siglo XV en que la belleza no es una cuestión de gusto personal sino regida por cosas como las matemáticas y la razón (Daniel Boorstin: Los creadores, 1994). Sin embargo, como afirma Jean-Pierre Changeux (Razón y placer, 1997), la evolución del gusto, como la del arte o las creencias, no progresa aunque incorpore avances científicos y tecnológicos o se refiera a ellos. Además, como dice Giulio Carlo Argan de la obra de arte (La Historia del Arte como Historia de la Ciudad, 1984), el gusto tambien sucede en el presente.

Sin embargo es difícil de definir en mensajes que probablemente asumen otras funciones en un contexto social dado, advierte Eco (Apocalípticos e integrados, 1965). Pero el hecho es que estamos rodeados por una inundación de sonidos y formas no naturales, que se producen con fines que, como dice Gilo Dorfles, no podemos dejar de llamar "estéticos" pero cuyo "valor" es extraordinariamente dudoso; todo un inmenso territorio de seudo arte que crece al lado de lo que hasta hoy se consideró arte verdadero (De las oscilaciones del gusto, las estratificaciones del gusto y el problema del Kitsch, sf). Es el “mal estético supremo” del que habla Milan Kundera (El telón / Ensayo en siete partes, 2005).

La acepción moderna de “kitsch” aparece en Munich hacia 1860 y se difunde paralelamente al bienestar burgués y el consumo de masas, dice Juan Antonio Ramírez (Medios de masas e historia del arte, 1976). Designa objetos o productos “inútiles” revestidos con un baño “artístico” y destinados a un consumo masivo e indiscriminado. La segunda mitad del XIX, fue el período del Eclecticismo, de los falsos Barrocos, Renacimientos y Góticos. De la ornamentación más no de la belleza nos recuerda Hermann Broch (Poesía e Investigación, sf), pero admite que “sin una gotica de kitsch, sin un poco de efecto, no puede haber arte alguno”

Confundimos lo cursi (el que presume de fino y elegante sin serlo; lo que con apariencia de elegancia o riqueza, es ridículo y de mal gusto) con lo kitsch, pero este no es simple mal gusto y hay que afrontarlo con los mismos instrumentos de la historiografía del arte. Como apunta Ramírez, “en el arte todo es legítimo. O debería serlo. El sentimentalismo y la reciedumbre, lo simple y lo recargado [...] El arte no es un coto cerrado e inaccesible amenazado por la invasión del “mal gusto” […] Las jerarquías no existen a priori, aunque podamos luego establecerlas arbitrariamente”.

De otro lado, las diferentes culturas no solo hablan diferentes lenguajes sino que habitan diferentes mundos sensorios (Edward T. Hall: La dimensión oculta, 1966), y la tamización cultural selecciona lo que se percibe a través de los sentidos evidenciando unas cosas y ocultando otras. Los usos que el hombre hace del espacio en ciudades y edificios son manifestaciones de este proceso de selección cultural que da forma al gusto participando de un moldeamiento mutuo. Pero a pesar de que la discusión del gusto no es nueva, entre nosotros ha sido casi inexistente. No es de “buen gusto”.

Columna publicada en el diario El País de Cali 08.06.2006 

30.03.2006 La Villa Savoye

Esta casa de fin de semana cerca a París, diseñada por Le Corbusier en 1928 y antecedida solo por la Bauhaus, es una de las obras mas influyentes de la arquitectura del siglo XX. Con ella se termina el ciclo de sus “villas blancas” y allí están, juntos, los cinco puntos de su nueva arquitectura (el edificio sobre pilotes; la cubierta jardín; la planta libre; las ventanas corridas y las fachadas independientes de la estructura) además del blanco y la planta casi cuadrada. Los concebía como contrarios a lo tradicional, y posibles por el hormigón armado. Construida de 1928 a 1931 pronto hubo que reparar la impermeabilización y la calefacción, y la guerra la dejó muy deteriorada. En 1958 fue expropiada por la ciudad de Poissy, que la cedió al Estado en 1962 después de casi demolerla para construir un instituto, lo que impidieron los arquitectos franceses. Fue restaurada entre 1963 y 1992, y declarada Monumento Histórico. En 1997 le restituyeron los colores originales (no era toda blanca), y se rehabilitó el pabellón del guarda.

Le Corbusier describe a los Savoye como “sin ninguna idea preconcebida: ni modernos ni antiguos” pese a que lo escogieron por una de sus obras. A partir del anteproyecto elegido buscando ajustarse al presupuesto, logra en el exterior “un deseo arquitectónico” mientras satisface en el interior “todas las necesidades funcionales”. Mas tarde afirmaría que la arquitectura académica había sido superada y que su destino era “el ordenamiento de la época presente”. “¡Ahí está el estilo!” concluyó. Su proyecto, “a pedido”, lo usual en la arquitectura moderna pese a su pretendida estandarización, satisface caprichos de la señora Savoye como “un entarimado de formas geométricas” y un cuarto especial para su hijo, compartiendo el baño con los invitados. El resultado es algo enredado pero se destaca el estupendo baño principal y el amplio salón que se abre a través de puerta-ventanas acristaladas al “jardín colgante”, todo un patio en la segunda planta, introduciendo el sol “en el centro mismo de la casa”.

Le Corbusier invita a mirar cómo los pilares de la planta baja parten el paisaje regularmente suprimiendo la noción de adelante, atrás o al lado: “la casa es una caja en el aire, abierta a todo el perímetro, sin interrupción, […] en medio de las praderas que dominan el vergel” pero al estar “posada […] como si fuera un objeto” su emplazamiento hubiera sido mejor en una ligera elevación. Al segundo piso se llega por una rampa “suave” (que no lo es) “casi sin darse cuenta”, la que, desde el “jardín colgante” y ya por el exterior, conduce al solarium, en la cubierta, donde un vano apaisado permite ver el Sena. Pero es una escalera la que une sus tres pisos, pues para él la casa era una “machine à habiter” (para habitar con comodidad). Sin embargo, en su hermoso patio los Savoye hubieron podido vivirla tambien con emoción, pues al parecer nunca pudieron vivir en ella. Hoy Las Horas Claras, mas conocida como la Villa Savoye (Saboye o Savoie), es un museo. Su sencillo canon irradió por todas partes su contundente belleza, como en la Casa Domínguez en Cali, de 1956, ya demolida, de Lago y Saénz.

Columna publicada en el diario El País de Cali 30.03.2006 

09.03.2006 Corpus et spiritus

El confort no se consideró directamente en la gran arquitectura premoderna, que, como termino diciendo el niño terrible de la arquitectura norteamericana, Philip Johnson, quien murió en su ley el año pasado, es “el arte de cómo desperdiciar el espacio”. El Gran Templo de Amón en Karnak, por ejemplo, o Santa Sofía, Notre Dame o San Pedro, pero tambien el Escorial o Versalles, incluso nuestro Capitolio, que sin duda que son el gran arte de “desperdiciar” bellamente el espacio en honor a dioses y poderosos. Pero con la arquitectura moderna, la funcionalidad se volvió un objetivo de primer orden.

De ahí el ruidoso fracaso de Rem Koolhaas en la Casa de la Música de Porto, engañoso edificio que nada tiene que ver con esa bellísima ciudad que se inclina emocionada hacia el agua, igual que Coimbra y Lisboa y como Estambul. En él no solo se desperdicia por completo buena parte de su espacio construido, pues no se puede ni siquiera ver, sino que sus escaleras y salidas nada funcionales son peligrosas y ya ocasionaron ligeros accidentes, los que serian fatales en una evacuación de emergencia.

Y todo no para enaltecer al hombre si no para seguir en la cresta de la moda de las cosas torcidas caprichosamente, de la preferencia innecesaria de los metales brillantes, y del uso inconveniente y agobiador del vidrio, fomentado por sus fabricantes, desde luego. Koolhaas omite allí que el arte de cómo usar bellamente el espacio está en lo emocionante de los ambientes que se logran en la realidad y se contenta con la imagen mentirosa de sus formas y volúmenes para que se vean descrestadores en concursos y revistas.

La gente se cae en esas escaleras de la Casa de la Música, impactantes, es verdad, porque no cumplen con el estándar de pasos de 0.29 y contrapasos de 0.17 (si no se especifica es que son metros). Los hombres y mujeres presentan diferentes tallas pero fueron las mas frecuentes entre los anglosajones las que terminaron por imponerse globalmente. Son los que mas las han estudiado y actualizado, y las que se repiten en los textos de consulta en todas partes. Y la verdad es que su comodidad y seguridad está para todos por allí.

Cuando se definió un sistema de coordinación modular para la construcción masiva de viviendas, después de la II Guerra Mundial, se acordó un modulo básico de 0.10, que iguala los dos principales sistemas de medidas existentes (el métrico-decimal y el de pie-pulgada) y se ajusta a la relación del cuerpo humano con muebles y recintos, como los ineludibles 0.60 de ancho del mesón de la cocina, los 0.90 de altura de una baranda, o los 0.60 de profundidad de un armario empotrado; en fin, las medidas mas comunes de muchos componentes usados en la construcción pueden ser múltiplos o submúltiplos de 0.10.

Pero las casas de Mario Botta en el Ticino, por ejemplo, son bellas y serenas en buena parte por que presentan bloques a la vista de 0.30 x 0.15 x 0.15, medidas modulares cercanas a las ideales para las escaleras, y por tanto a las del cuerpo humano y sus movimientos. Sin embargo son los de 0.40 x 0.20 x 0.20 los mas usados en muchas partes, como en Colombia, pues se prefieren por ser mas baratos, y por supuesto aquí lo común es la “descoordinación” modular y el desperdicio de materiales. Seguimos sometidos a dioses inexistentes y a poderosos tangibles: los negociantes de ahora.

Columna publicada en el diario El País de Cali 09.03.2006 

02.02.2006 Un nuevo canon

En todas partes las ciudades y pueblos premodernos son cómodos y duraderos, y la industria del turismo, tan importante en la actualidad, esta basada, en gran parte, en su belleza. Esta suele ser resultado de sus requerimientos funcionales y posibilidades constructivas, y no apenas de una “voluntad” formal. Obedece a cánones establecidos en un lento y colectivo proceso de prueba y error. Y aunque la arquitectura moderna reemplazo la larga sucesión de los cánones establecidos en Occidente por unos nuevos, estos permitieron a muchos arquitectos comunes hacer buena arquitectura. Un conjunto de reglas introducidas detrás de cada buen edificio o espacio urbano es evidente. Pero la crisis de los estilos, desatada por el postmodernismo en la segunda mitad del siglo XX, llevó a que se perdiera la noción misma de canon; y ha sido desastroso: no es sino ver.

Habría que buscar unas nuevas reglas que deberían surgir, a diferencia de la arquitectura vernácula, que es una pericia artesanal (oficio meramente mecánico), de un análisis estético (que trata de la belleza y la teoría del arte), y tecnológico (conjunto de los conocimientos propios de un oficio) de los hechos culturales, sociales, económicos, políticos, antropológicos, urbanos, arquitectónicos y constructivos de nuestras ciudades y edificios. Y producir desde patrones, modelos y tipos hasta escuetas normas. La canónica, una de las cuatro formas de proyectar construcciones (Geoffrey Broadbent: Metodología del diseño arquitectónico, 1966) abarca la tipológica y la analógica. Sería una búsqueda abierta que confronte a teóricos, críticos y profesores de arquitectura interesados en el tema.

Nuestra arquitectura debería ser: Contextual: casi toda se hace en ciudades ya construidas. Sostenible: ecoeficiente en su construcción y mantenimiento, pues somos un país pobre, bioclimática para aprovechar mejor nuestros climas, de bajo consumo de energía y agua potable para no desperdiciarlas mas, y no contaminante mediante el reciclaje de aguas servidas y basuras. Funcional: pero no solo ergonómica sino tambien confortable. Segura: debe evitar los incendios, ser sismorresistente, fácilmente evacuable, no causar accidentes y carecer de barreras arquitectónicas. Reciclable: flexible para ajustarse a la variabilidad de las necesidades y expectativas de sus usuarios, transferible pues estos cambian pronto, y adaptable para facilitar posteriores transformaciones en su uso e imagen. Significativa: debe ser, finalmente, evocadora de las tradiciones y la memoria colectiva pero innovativa para que emocione.

Propósitos que se puedan reagrupar, ampliar y cuestionar, y que serían tan útiles como los de Christopher Alexander (Un lenguaje de patrones, 1977), o Ernest Neufert (El arte de proyectar en arquitectura, 1982). Deberían producir rápidamente unos rasgos definitorios de nuestras arquitecturas y urbanismos que nos permitan recobrar en cada lugar, tiempo y circunstancias lo mejor de lo perdido -los ejemplos paradigmáticos- y disponer de lo mejor de lo nuevo –los recursos e imágenes innovadores-. Nos ayudarían a identificarnos en un mundo que inevitable pero peligrosamente es cada vez mas uniforme. Por supuesto es necesario reflexionar ampliamente sobre cada tema y afinar las conclusiones para que sean puestas a prueba y permitan reiniciar el proceso.

Columna publicada en el diario El País de Cali 02.02.2006 

19.01.2006 Holcim Awards

En las erráticas últimas Bienales de Arquitectura Colombiana y al margen de ocasionales aciertos, los premios, que son solo ad honoren, con frecuencia se han escogido con demagogia entre lo tontamente folclorizante, lo engañosamente modesto o la imitación facilista y autopromocionada de la penúltima moda que nos llega en las bonitas y costosísimas revistas españolas y es replicada alegremente en las de aquí. Por lo contrario, en octubre del año pasado, la Holcim Foundation for Sustainable Construction repartió en Río de Janeiro 220.000 dólares en galardones a proyectos de construcción sostenible en América Latina. La fundación es una iniciativa creada en 2003 por el Grupo Holcim de materiales de construcción, con sede en Suiza, en colaboración con cinco importantes universidades técnicas del mundo, incluyendo la de São Paulo, con el propósito de promover globalmente la construcción sostenible. Su primer concurso fue lanzado a finales de 2004.

John Vanderley, profesor de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad de São Paulo y Jefe del Jurado de los Holcim Awards para América latina, piensa que mientras la construcción sostenible sea una noción amplia que conlleve muchos aspectos, el objetivo común de asegurar un futuro sólido y viable está claro. “La sostenibilidad es un sueño que tenemos que procurar sin demora,” manifestó haciendo eco al creciente numero de personas que en el mundo se están dando cuenta de que es un asunto inminente de sobrevivencia. Norman Goijberg, Presidente de Green Building Chile y miembro del jurado, señalo como los proyectos premiados son un acertado enfoque de la sostenibilidad al integrar las condiciones locales ambientales, sociales y económicas. Bruno Stagno, presidente de Bruno Stagno Architects y tambien miembro del jurado, hizo ver la importancia urgente de involucrar a las próximas generaciones en la construcción sostenible. Jaime Lerner, y presidente actual de la Unión Internacional de Arquitectos, insistiendo en que la sostenibilidad significa ante todo responsabilidad con las futuras generaciones, afirmó que “la creatividad puede ser un sustituto de los recursos financieros,” recordando que tradicionales problemas urbanos, como el transporte, los residuos sólidos y el desempleo, se pudieron convertir en generadores de nuevos recursos y soluciones cuando hace cerca de 30 años fue alcalde de Curitiba.

Los Holcim Awards incluyen hoy cinco concursos regionales y una evaluación global de las mejores participaciones de todo el mundo. A través de ella se señalan proyectos constructivos modélicos y se promueve la discusión acerca de la construcción sostenible entre arquitectos, proyectistas urbanos, ingenieros, promotores, propietarios y la comunidad misma. Con más de 500 participaciones en el último, procedentes de 19 países desde México a Chile, pasando por Colombia, el número de participantes de América Latina fue superior al de cualquier otra región. En conjunto se presentaron más de 1.500 proyectos de 118 países y su espectro fue amplísimo. Comprendió desde materiales, componentes y elementos de construcción innovadores hasta conceptos de sostenibilidad para grandes edificios y planes de desarrollo urbano. Un buen ejemplo para tener en cuenta ahora si queremos tener un futuro, pues aun creemos que lo de la sostenibilidad no es con nosotros.

Columna publicada en el diario El País de Cali 19.01.2006 

09.01.2006 El patrimonio regional

Seguimos sin entender que la ciudad es construcción y espacio urbano (público o privado), y no lotes desocupados, abandonados, engordando o usados como parqueaderos. O parques, plazas o plazuelas que no lo pueden o deben ser. No nos damos cuenta de que la cultura no puede volverse la disculpa para el atropello urbano, olvidándonos que la ciudad es precisamente su escenario, como lo dijo Lewis Mumford. En Cali, las tres o cuatro casas demolidas en San Antonio en contra de las normas ya se convirtieron en un feísimo parqueadero ilegal. En Cartago insisten en dejar una zona libre en donde en el pasado hubo una construcción al lado de la Casa del Virrey, en lugar de entender que hay que volver a construir, por supuesto interpretando y respetando el presente de la arquitectura y la ciudad coloniales. En Buga Confandi insiste en acabar de parrandearse toda una manzana a escasas dos cuadras del Parque Cabal construyendo mal un centro cultural. Es la misma ignorancia atrevida de los que piensan que los samanes son simples palos del pasado atravesados a un futuro representado por unos innecesarios buses articulados ya obsoletos.

Va para un siglo que casi todas nuestras construcciones se hacen en ciudades y pueblos que siempre son viejos y con frecuencia antiguos, y muchas veces al lado de un patrimonio construido que de pronto se considero “viejo” y reemplazable. Nuestras ciudades fueron muy dañadas por el intento tercermundista de “modernizarlas”, pues no lo lograron pero en cambio quedaron medio destruidas. Y seguimos sin entender que para proyectar nuevos edificios hay que considerar el entorno espacial en el cual se van a levantar para poder que potencien los mejores hechos urbanos preexistentes. Que hay que tratar de completar el conjunto de las construcciones inmediatas y las del frente con las que conforman las calles. La belleza de estas obedece fundamentalmente a la regularidad de sus alturas y paramentos y a que estos sigan cánones que ya han conformado una tradición, la cual hay que entender para reinterpretarla. Por eso es que hay que construir de nuevo los volúmenes de las casas demolidas en San Antonio y el que existió al lado de la Casa del Virrey, y por la misma razón Cofandi no debería hacer tres pisos sobre la calle que lleva hasta la Catedral de Buga y su simbólica pero pequeña espadaña.

Hay que saber cuando un edificio debe ser en su exterior discreto o apenas emocionante por que es allí en donde forma parte de la ciudad, y cuando no debe ser monumental o ni siquiera interesante. Saber lidiar con el entorno sin caer en su simple e inocua imitación ni en el contraste fácil, inadecuado o escandaloso. Debería ser practica común empatar alturas, paramentos, ritmos y colores con los vecinos y proyectar edificios que terminen de conformar calles que ya existen. Pero además hacerlo de una manera significativa. En los paradigmas de nuestro patrimonio construido del pasado están las enseñanzas para recomponer el presente de nuestras ciudades. Lamentablemente la arquitectura espectáculo de penúltima moda es la preferida por nuestras revistas light y nuestros jóvenes arquitectos, mientras la pertinente a nuestras circunstancias y determinantes geográficos e históricos no siempre es tenida en su verdadero valor, prefiriéndose, tratando de acertar, la tontamente folklórisante.

Columna publicada en el diario El País de Cali 09.01.2006