29.03.2007 La casa de G.G.M.


El Estado debería adquirir esta casa de Rogelio Salmona en Cartagena, de1991, para un museo. No solo dedicado a García Márquez, como la de Aracataca, sino a toda la literatura colombiana. Además sería un homenaje a su arquitecto, al que sí no le dieron el año pasado el Premio Prizker, el Nobel de la arquitectura, fue por que no hicimos el necesario cabildeo como sí lo hicieron los brasileros y antes los mexicanos. Y eso que es el primer latinoamericano en recibir la Medalla Alvar Aalto, que otorgan los arquitectos finlandeses de vez en cuando, y tal vez por eso el premio más serio de la arquitectura mundial.

La casa se destaca por su poético patio elevado, que se rodea subiendo o bajando, pues prácticamente no permite otra posibilidad, de tal manera que su tensión, entre la esquina de la entrada a nivel desde la calle y la que termina el recorrido en el piso alto, enfatizada por una atarjea sobre una de sus dos diagonales (líneas rectas que en un polígono van de un vértice a otro no inmediato), como en muchos de los patios de Salmona, re descubridor de ellos en un Nuevo Mundo en que antes de los españoles ya los tenían también mayas, aztecas e incas, pero que además es oblicua (sesgada, inclinada al través o desviada de la horizontal) lo que resalta lo tridimensional de su espacio, concordando plenamente con la segunda acepción de diagonal: la línea que en un poliedro une dos vértices cualesquiera no situados en la misma cara. En otras palabras, el patio se recorre en tiempo real a lo largo de los catetos del ángulo recto, el primero a nivel y el segundo inclinado suavemente, del triángulo cuya hipotenusa es la diagonal virtual que desprendiéndose de la atarjea vuela hacia el cielo en la primera y rápida lectura que se hace después de entrar, y que permanece en la imaginación y la memoria haciendo rimar entre si las sucesivas visuales que se tienen al escalarlo, por lo que este patio vendría a ser a los de Salmona lo que el Otoño del Patriarca es, a juicio de muchos, incluyendo su autor, a las novelas de García Márquez: la más interesante, pues es mucho más que ese “espacio cerrado con paredes o galerías, que en las casas y otros edificios se suele dejar al descubierto” que define el diccionario, por lo que “nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo [pese a que] nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad”, como pensaba Borges.

Que pena que casi nadie pueda disfrutar esta experiencia, similar a recorrer San Felipe de Barajas, pues la casa ha estado cerrada años, incluso a la venta. Como quien dice ni para dios ni para el diablo. Igual que pasó con la imponente fortaleza, única en el Caribe, que cuando llegó a su máxima capacidad de fuego ya nunca mas entró en combate. Muchos de los pocos colombianos que han pasado por la casa ni se darían cuenta o no supieron a que se debía lo que sutilmente sintieron. Insensibles a la arquitectura, no entendemos la que ocasionalmente miramos ni como es que la debemos ver. No leemos la magia de su realidad.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 29.03.2007

22.03.2007 Homo Urbanus


El libro de Antonio Vélez (Homo Sapiens, 2006), que nos recomendó hace unas semanas Julio Cesar Londoño en su columna de El País, no solo es muy interesante y ameno sino que nos ayuda a entender muchas situaciones y conductas. Como la de muchos caleños en su nueva ciudad. Para comenzar, los comportamientos del hombre son tanto heredados, debidos a la selección natural hace miles de años, y por lo tanto más cercanos a los de un campesino, como puramente culturales y por lo tanto propios de un urbanita (como se llama ahora a los ciudadanos) cuyos nuevas maneras se deben en grado sumo a su experiencia urbana personal y la de sus padres y abuelos, los que le traspasan una cultura urbana. De ahí que para que no nos comportemos como animales encerrados en la que es llamada selva de concreto por los que no entienden las ciudades, precisamente, no hay otra solución que la educación generalizada sobre que son y cómo se usan: urbanismo y urbanidad.

          La Ciudad en la Historia (1961), o La Cultura de las Ciudades (1938), de Lewis Mumford, debería ser parte de la bibliografía básica de los universitarios. También sería conveniente que muchos ciudadanos conocieran la teoría de las ciudades y su apasionante historia. Sobre todo los que pretenden desempeñar cargos municipales o ser líderes cívicos. Con Sibyl Moholy-Nagy (Urbanismo y Sociedad, 1968) nos podemos enterar de que solo hay unos cuantos tipos de trazado de ciudades y sus diferentes combinaciones, y en donde existen y cuándo y por qué se adoptaron. Y con Wolf Schneider (De Babilonia a Brasilia, 1961), nos podemos informar de su lenta evolución en el tiempo y su curioso desplazamiento en el espacio. Y, claro está, es vital enterarse de su situación actual, la que podría resumirse con un par de datos: por primera vez en la larga historia de la humanidad, más de la mitad de los más seis mil millones de habitantes de la Tierra vivimos en ciudades, y en Colombia alrededor de tres cuartas partes, y todo esto pasó en el último medio siglo provocando graves problemas medioambientales.

           Por su parte la urbanidad ya no es solo que “los caballeros le ceden el andén a las damas”, pues la vida urbana debe ser amable y placentera, sino primero que todo saber usarlos considerando el desplazamiento de los demás, cruzar caminando por las esquinas, y no corriendo por la mitad de las cuadras, y que los señores, señoras o señoritas no suban sus carros en ellos. Es entender que el peatón es el ciudadano más importante de una ciudad y que debemos respetar a los otros, ahora que estamos tan incómodamente juntos. Por eso tenemos que aprender altruistamente a no ensuciar, dañar, alterar o perturbar el espacio urbano, sobre todo el público, que es de todos. Se ha atribuido a varios personajes esa verdad de que el infierno son los demás, y en las ciudades justamente estamos siempre en medio de ellos, pero es su comportamiento egoísta el que las vuelve selvas y no el concreto. De ahí la urgencia de retomar la urbanidad para lo cual hoy, como antes, es imprescindible conocer el urbanismo de las ciudades. Y desde luego entender el comportamiento heredado y adquirido de sus ciudadanos.

Columna publicada en el diario El País de Cali.22.03.2007 

15.03.2007 La arquitectura doméstica


La gran arquitectura es un arte total; el mas envolvente. De ahí que sea la madre de las artes pues la escultura y la pintura solían ser parte integral de los edificios. Los grandes artistas se ocupaban de las tres. Himhotep se encargaba de los proyectos del faraón Zoser. Fidias no solo esculpió los frontones y frisos y la estatua colosal de Atenea en el Partenón, sino que concibió toda la reconstrucción de la Acrópolis. Vitrubio diseñó, construyó y teorizó. Miguel Angel rediseño San Pedro y levantó su maravillosa cúpula; además escribió poesía. Leonardo tambien se ocupó de la arquitectura y la ciudad. Antoni Gaudi hasta murió por la Sagrada Familia. Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe, Alvar Aalto y muchos arquitectos modernos diseñaban todo en sus proyectos. Le Corbusier, tal vez el artista mas completo del siglo XX pues era tambien pintor y escultor (Teodoro Gonzáles de León: Retrato de arquitecto con ciudad, 1996), escribió mucho, como Wright, quien tambien tocaba violonchelo. Y es el caso de Gustavo Medeiros, pintor, pianista, escritor de cuentos y, como Luís Barragán, caballista.

           La arquitectura doméstica no era trabajo de arquitectos artistas sino de constructores artesanos. Pero desde que el Movimiento Moderno la elevó a ser uno de sus mas importantes temas, la contradicción saltó de inmediato. Para comenzar, las casas son muchísimo mas pequeñas que castillos, palacios, casas solariegas y villas, y ni se diga de los apartamentos. Su aspecto simbólico cambió radicalmente, que es de lo que principal, pero por supuesto no únicamente, se ocupa la arquitectura. Pero hoy en día, mientras que el exterior del edificio da cuenta del prestigio común de sus varios propietarios, son las modificaciones y muebles de cada apartamento los que muestran el gusto y pretensiones de cada uno de ellos. Fenómeno que extrañamente tambien se produce en las casas unifamiliares, en las que su mobiliario no suele estar casi nunca acorde con su arquitectura. Y si bien es pertinente preguntarse si deben ser siempre ser obras de arte, no hay duda de que deben ser al menos una arquitectura completa.

           El problema es sospechosamente sencillo. El exterior de los muebles fijos (armarios empotrados y cocinas) es parte integral de la arquitectura pero no así su interior que debe ser fácilmente adaptable y renovable. Y algo similar pasa con los grandes electrodomésticos como neveras, congeladores, lavadoras, secadoras y televisores. Pero los muebles propiamente dichos tambien ineludiblemente pasan a formar parte de la arquitectura. Los clientes mas pudientes y de mundo contratan decoradores, otros consultan con sus amistades “entendidas” y los demás se trastean con sus enseres variopintos y un gusto heredado o que no va mas allá de la moda, ignorando irracionalmente la costosa arquitectura que acaban de adquirir. Solo los mas sensibles o cultos realizan que deben consultar en primer lugar con su arquitecto y que su gusto y costumbres deben evolucionar. Y los arquitectos tendrían que asumir que junto con su proyecto deben educar a sus clientes en la arquitectura para poder responder mejor a sus necesidades y aspiraciones. 

Columna publicada en el diario El País de Cali. 15.03.2007

08.03.2007 La arquitectura de moda


¿Quién se acuerda de los edificios de las últimas olimpiadas, o los pabellones de la última exposición universal o los premios de las últimas bienales? Como dice Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006)  “La arquitectura ha dejado de ser un bien y se ha convertido en una mercancía […] para el consumo.” Como la moda, la más reciente se ha concentrado en la fachada y se volvió un asunto pasajero que cambia con cada temporada y se diluye en el tiempo. Muchos nuevos edificios se proyectan a partir de la imagen, concebidos mas para ser fotografiados que para ser habitados.  “Los edificios se han convertido en objetos inertes, anodinos, indeterminados, arropados con vestimentas llamativas, en los que lo importante es la envoltura, y no lo que contienen en su interior” concluye Sarmiento.

Algunos arquitectos de finales del siglo XIX y principios del XX, (Gottfried Semper o Adolf Loos, por ejemplo), nos recuerda Sarmiento, habían establecido analogías entre el vestido y la arquitectura. Su revestimiento se convirtió a partir de ahí en uno de sus elementos más expresivos, aunque hasta finales del siglo XX continuaba estrechamente relacionado con la oquedad que desde siempre han generado las fachadas. Mármoles, piedras, tapia pisada, adobes, ladrillos y concreto, se entrelazaban en el espacio modelando llenos y vacíos. Pero actualmente las fachadas han sido remplazadas por “pieles” que las mas de las veces están “muertas”, que envuelven como paquetes de regalo espacios interiores que ya no importan, tendencia que comenzó en la década de 1980 con las fachadas del postmodernismo.

Y hoy, como dice Sarmiento, los arquitectos de moda las hacen fabricar de casi cualquier cosa solo para llamar la atención: celosías de cristal o madera de mentiras, gaviones, hormigón con grabados de pinturas o fotografías; vidrio, mucho vidrio, esgrafiado con motivos varios y teñido de colores ídem, planchas de titanio o metales cualesquiera y hasta pantallas de plasma para anunciar cualquier publicidad. Pero lo mas preocupante es que aquí casi siempre simplemente solo se imitan sus seductoras imágenes divulgadas por las revistas dedicadas a promocionar el consumo de esta arquitectura. En ellas lo que se destaca es su imagen fotografiada, y la firma que la refrenda.

Como dice Sarmiento, ahora los edificios tienen marca, una especie de impronta que los identifica, y se habla de un “Nouvel”, “Ghery” o “Calatrava” como si se tratase de un BMW  o un Mercedes. “Actualidad” que imitamos aquí cada vez con mayor frecuencia pese a que ya es de penúltima moda. Penúltimas modas que vemos, no en su casi siempre triste prematura vejes sino en sus tramposas imágenes fotografiadas, en concursos, exposiciones y bienales, y en los poco serios artículos de la prensa sobre el tema. Para peor de males, entre nosotros, que nos importan mas los chismes de las personas que los hechos o las ideas que piensan o protagonizan, como lo ha dicho claramente Marianne Ponsford en días pasados en El Espectador, apenas se habla de los arquitectos que se autopromocionan como de moda, pero casi nada se dice seriamente de la arquitectura que en realidad necesitamos.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.03.2007