02.12.2004 Daño colateral

Después del terremoto de Popayán se dicto por primera vez en el país una ley para reglamentar la sismo resistencia de las construcciones. Actualizada varias veces, ha sido complementada recientemente con otra que obliga en un plazo dado (ya casi vencido por supuesto) a evaluar la vulnerabilidad sísmica de los edificios de mayor uso publico y a tomar las medidas del caso. En Cali ya se reforzaron el aeropuerto y el terminal de buses pero sin contar con sus proyectistas originales y ni siquiera considerar su arquitectura, con el lamentable resultado de que quedaron como con el yeso puesto. Es el daño colateral que están produciendo los terremotos en Colombia, en donde la violencia del último medio siglo no es solo contra las personas sino tambien contra los edificios y las ciudades.

En Cali faltan edificios claves como el Hospital Universitario del Valle (1940-1956) de Guillermo Garrido Tovar, Vicente Caldas y Hernando Vargas Rubiano, hoy Monumento Nacional y uno de los mas imponentes y bellos de la ciudad pese a su tugurizacion progresiva en los últimos años. Igualmente está Telecom, uno de los mas representativos de la arquitectura moderna, en donde están peligrosamente centralizados todos los equipos de telecomunicaciones del sur occidente del país, y tambien tugurizado. En la medida en que estos edificios no pueden desocuparse para ser reforzados, dicho refuerzo tiene necesariamente que hacerse por fuera comprometiendo su imagen, sobre todo cuando su intervención termina en manos de profesionales sin la suficiente cultura arquitectónica y conocimiento de la ciudad o, en últimas, simplemente sin (buena) imaginación.

Otro caso es el de monumentos de gran valor patrimonial como el Teatro Municipal Enrique Buenaventura que, después de haber resistido incólume varios temblores fuertes, tiene hoy su estabilidad comprometida por la torpeza con que se concibió su lastimosa ampliación de hace unos años, la que puso en peligro la torre de la tramoya y su cuerpo frontal. Para agravar las cosas se desperdicio irresponsablemente la remodelación reciente de su foyer para haber dotado esta parte de la construcción de un plano horizontal sismo resistente, indispensable ahora debido a dicha ampliación. O como la casa de la hacienda de Cañasgordas a la que la suspensión hace un tiempo de su última restauración la dejo desprotegida de tal manera que con otro temblor fuerte como el pasado sencillamente se puede derrumbar en nuestras narices.

Aunque en nuestras escuelas de arquitectura se está haciendo conciencia al respecto, aun no entendemos que proyectar construcciones sismorresistentes y bioclimaticas nos permitirá hacer de nuevo edificios y ciudades para nuestras circunstancias -lo fueron antes- y no a la imagen (falsa) de las “grandes capitales del mundo” con que las malas vendedoras pretenden salir de mucha vivienda mediocre como si los compradores fueran tontos o justamente por que muchos lo son. No nos damos cuenta de las posibilidades de nuestro clima y paisaje y no recordamos a Popayán y Armenia después de sus terremotos. De hecho ya olvidamos como quedaron hace unos días los edificios altos del sur de la ciudad. Quizás sea que no queremos enterarnos de cómo quedaría Cali después de otro temblor similar y que adoramos el aire acondicionado y las “torres” aun cuando sean solo de nombre.

Columna publicada en el diario El País de Cali 02.12.2004