Columna publicada en el diario El País de Cali 09.01.2006
09.01.2006 El patrimonio regional
Seguimos sin entender que la ciudad es construcción y
espacio urbano (público o privado), y no lotes desocupados, abandonados,
engordando o usados como parqueaderos. O parques, plazas o plazuelas que no lo
pueden o deben ser. No nos damos cuenta de que la cultura no puede volverse la
disculpa para el atropello urbano, olvidándonos que la ciudad es precisamente
su escenario, como lo dijo Lewis Mumford. En Cali, las tres o cuatro casas
demolidas en San Antonio en contra de las normas ya se convirtieron en un
feísimo parqueadero ilegal. En Cartago insisten en dejar una zona libre en
donde en el pasado hubo una construcción al lado de la Casa del Virrey, en
lugar de entender que hay que volver a construir, por supuesto interpretando y
respetando el presente de la arquitectura y la ciudad coloniales. En Buga
Confandi insiste en acabar de parrandearse toda una manzana a escasas dos
cuadras del Parque Cabal construyendo mal un centro cultural. Es la misma
ignorancia atrevida de los que piensan que los samanes son simples palos del
pasado atravesados a un futuro representado por unos innecesarios buses
articulados ya obsoletos.
Va
para un siglo que casi todas nuestras construcciones se hacen en ciudades y
pueblos que siempre son viejos y con frecuencia antiguos, y muchas veces al
lado de un patrimonio construido que de pronto se considero “viejo” y
reemplazable. Nuestras ciudades fueron muy dañadas por el intento
tercermundista de “modernizarlas”, pues no lo lograron pero en cambio quedaron
medio destruidas. Y seguimos sin entender que para proyectar nuevos edificios
hay que considerar el entorno espacial en el cual se van a levantar para poder
que potencien los mejores hechos urbanos preexistentes. Que hay que tratar de
completar el conjunto de las construcciones inmediatas y las del frente con las
que conforman las calles. La belleza de estas obedece fundamentalmente a la
regularidad de sus alturas y paramentos y a que estos sigan cánones que ya han
conformado una tradición, la cual hay que entender para reinterpretarla. Por
eso es que hay que construir de nuevo los volúmenes de las casas demolidas en
San Antonio y el que existió al lado de la Casa del Virrey, y por la misma
razón Cofandi no debería hacer tres pisos sobre la calle que lleva hasta la
Catedral de Buga y su simbólica pero pequeña espadaña.
Hay que saber cuando un edificio debe ser en su
exterior discreto o apenas emocionante por que es allí en donde forma parte de
la ciudad, y cuando no debe ser monumental o ni siquiera interesante. Saber
lidiar con el entorno sin caer en su simple e inocua imitación ni en el
contraste fácil, inadecuado o escandaloso. Debería ser practica común empatar
alturas, paramentos, ritmos y colores con los vecinos y proyectar edificios que
terminen de conformar calles que ya existen. Pero además hacerlo de una manera
significativa. En los paradigmas de nuestro patrimonio construido del pasado
están las enseñanzas para recomponer el presente de nuestras ciudades.
Lamentablemente la arquitectura espectáculo de penúltima moda es la preferida
por nuestras revistas light y nuestros jóvenes arquitectos, mientras la
pertinente a nuestras circunstancias y determinantes geográficos e históricos
no siempre es tenida en su verdadero valor, prefiriéndose, tratando de acertar,
la tontamente folklórisante.
Columna publicada en el diario El País de Cali 09.01.2006
Columna publicada en el diario El País de Cali 09.01.2006