Como lo recuerda Orhan Pamuk, Nietzsche
pensaba que antes de hablar de arte se debe intentar crear una obra de arte (El novelista ingenuo y el sentimental,
2010, p.142), y mas adelante dice que cuando los novelistas se embarcan en un
libro nuevo se sirven de la experiencia acumulada, pero al tiempo están solos
como al inicio de su primera novela. Lo mismo se puede decir de la
arquitectura, aunque cabe afirmar que analizar a fondo cómo se origina un
proyecto sería incluso mejor que intentar hacerlo. Nuestras casas de hacienda,
por ejemplo, vienen de la «almunia» (al-munya), de
al-Ándalus, una casa de campo rodeada de jardines y tierras de labor, que era, al mismo tiempo,
finca de recreo y de explotación (B. Barney y F. Ramírez, La arquitectura de las casa de hacienda del Valle del Alto Cauca,
1994).
Nuestra
casa colonial, por su parte, en su versión de medios patios y solar, en
manzanas cerradas, como en San Antonio en Cali, viene de la casa romana
organizada alrededor de un atrio descubierto en cuyo centro hay un impluvium. Un estanque como en los carmenes de Granada, que son una casa quinta con
vergel, que vienen de los templos egipcios. Su sala hipetra, rodeada de columnas,
es un patio porticado, inmediatamente posterior a los pilonos de la
entrada, a la que podía acceder el pueblo, y anterior a la sala hipóstila, bajo
columnas, de cubierta plana sostenida por estas (R.
H Wilkinson, The Complete Temples of
Ancient Egypt, 2000); un “oasis” cuyas altas aberturas para su iluminación cenital llevan al clerestorio
de las catedrales medioevales. A ella tenia acceso solo la aristocracia, y estaba antes de la cela, el santa sanctórum reservado al faraón y los sacerdotes.
Por
eso hay que aprender a analizar edificios antes de intentar enseñar a
proyectarlos, conociendo sus arquetipos para encontrar una voz propia a partir
de la propia antigüedad (J. S. Ackerman, Palladio,
1966); a partir de la geografía e
historia propias y no copiando de revistas y bienales lo de moda. Y el análisis
de un edificio hay que hacerlo enfrente del mismo, como el de una obra de arte
pues la del arte es la única historia que se hace enfrente del hecho mismo (G. C. Argan La Historia del Arte como Historia de la
Ciudad, 1983), y de los edificios interesa su presente y su futuro y no
apenas su pasado. Pretender analizarlos sin vivirlos o siquiera
conocerlos en su respectivo contexto, como se suele hacer en las escuelas de
arquitectura, es por lo menos incompleto.
La
luz, la penumbra y las sombras, la lluvia, la frescura y el paso del viento, la
privacidad, el silencio y el recogimiento, el confort, el placer y la emoción,
no se pueden ver sólo con planos y fotografías. Por eso hay que visitar
paradigmas locales y, ahí sí, referirlos a la gran arquitectura del mundo…pero
también a la vernácula, tan importante y pertinente pero tan desconocida. Además, las malocas indígenas del
Amazonas, por ejemplo, representan
al universo y todo aquello que sostiene al mundo, así como lo que en él está contenido. Toda
esta vieja y larga historia a veces consciente y las mas de las veces
inconsciente, producto de búsquedas, encuentros y reencuentros, es la que ha
ido tejiendo, cada vez mas completa y rigurosa, el profesor Andrés Erazo Barco
en la USB- Cali.
Columna publicada en el diario El País de Cali. 25.10.2012