Columna publicada en el diario El País de Cali 27.05.2004
27.05.2004 Arquitectura fusión
Se impone la cocina de autor y la comida “fusion”.
Dieguito El Cigala, gitano andaluz, con pocos años, pero con toda la antigüedad
del cante jondo, canta boleros y música brasilera (y hasta tangos podría)
acompañado al piano por el afro cubano Bebo Valdés, cada vez mas joven a sus
ochenta y pico de años; y no son lagrimas negras si no de felicidad. José Ramón
Moreno tiene una cátedra de arquitectura hispanoamericana en Sevilla, Felipe
Hernández dirigió la que llamó “Transcultural Architecture” en la prestigiosa
escuela Bartlett del Reino Unido y en la del Valle se estudia la islámica.
Deberíamos hablar de arquitectura fusión. La que junta
sonriendo pero con pudor lo viejo con lo nuevo, lo de aquí con lo de allá y lo
de mas allá, lo bello con lo práctico y lo ecoeficiente; que sonríe al clima,
paisaje y tradiciones y recibe complacida los cambios, que además espera, y los
pecados de mal gusto de los que la habitan. Que tiene humor pero tambien enorme
poder de conmover. Que recupera el arte de componer espacios para lograr
ambientes que lleven a la sonrisa y la emoción por siglos y no simplemente
volúmenes instantáneos supuestamente interesantes para concursar y publicar.
Que se toma en serio la realidad y no las revistas.
Es la de los arquitectos que sonríen. Desde Himhotep,
que sobrepuso escalonadamente mastabas en Sakkara para que el Rey Zoser pudiera
seguir vivo y que sonríe, como todos los antiguos egipcios, del faraón para
abajo, según se ve en los innumerables
monumentos que sonríen en los
museos de todo el mundo. Y los arquitectos de Urnammu que remodelaron el
zigurat y el recinto de Ur. Y los que trazaron la catenaria de la Puerta del
Rey en el Gran Castillo Hitita de Hattusas, su capital. Y los que levantaron el
Palacio de Ctesiphon. Y desde luego los desconocidos arquitectos del
conocidísimo Erectión. ¿Sonrió Vitruvio? ¿Y los arquitectos del Panteón o Santa
Sofía? Pero sí que sonrieron los que le construyeron su maravillosa villa a
Adriano, y Barma y Posnik que levantaron San Basilo en la Plaza Roja para el
terrible Ivan IV. Y los muchos que llenaron Europa de románico y el abate Suger
cuando inventó el gótico en Saint-Denis. Y el renacimiento todo y todo el
barroco, o casi. Y los alarifes enamorados de la Alhambra y los que trajeron al
Nuevo Mundo su maravillosa arquitectura de patios con agua que se miran desde
altos corredores y salas en penumbra. Y en el siglo ya pasado sonreían Alvar
Aalto, wisky en mano, y eventualmente Le Corbusier, y Louis Khan, como no, y
aun se escucha la carcajada de Robert Venturi, pero tambien la risa orgullosa
de Frank Lloyd Wrigth (tan adusto en las fotos) si viera a los que hoy tratan
de parecer “originales”. Sonrieron Carlos Raúl Villanueva, Vilanova Artigas,
Juvenal Baracco y hasta Bruno Stagno en Costa Rica. Luis Barragán rezó, sonrió
y gano el Prizker .
El último en morir de los arquitectos que sonríen fue
Sir Geoffrey Bawa, dejándonos todo un bello legado de ética y estética. Lo
deberíamos estudiar en lugar de engolosinarnos con la arquitectura dibujada de
Zaha Hadid, pues con la escasísima construida no queda mas remedio que
preguntarse para que sirven los premios como el que le dieron, que mas parece
político y oportunista que otra cosa, a diferencia de los anteriores a Glen
Murcutt, Jorn Utzon y Oscar Niemeyer, que sí que siguen sonriendo; como Frank
Gehry en Panamá. En fin, los mejores edificios de Rogelio Salmona son los mas
alegres.
Columna publicada en el diario El País de Cali 27.05.2004
Columna publicada en el diario El País de Cali 27.05.2004
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