20.11.2008 La bienal

De nuevo solo se vieron planos esquemáticos de los edificios inscritos y unas pocas fotos casi todas de exteriores que ocultan deliberadamente sus entornos. Otra vez el Jurado no pudo ver su realidad en cada ciudad. Ni como “varios […] se han venido deteriorando con el tiempo, han quedado inconclusos o no cumplen a cabalidad sus propósitos porque están en continua reparación”, como concluye con razón un articulo de Semana, en extraña contradicción con la promoción que de esas obras hace. Y que titularon maliciosamente “Vida después de Salmona” e ilustraron como si fuera de farándula con una gran foto posada de uno de sus arquitectos.

Lo anterior cobra vigencia a la luz del deterioro creciente de la reciente Biblioteca de Santo Domingo en Medellín y el peligroso desprendimiento del recubrimiento de la fachada del nuevo edificio de postgrados de la Universidad de los Andes, dos de las obras elogiadas en el articulo y desafortunadamente seleccionadas en la Bienal. Porque desde luego el problema de buena parte de nuestra arquitectura actual no es apenas su deficiente construcción si no su enfoque equivocado y frívolo que ignora nuestras circunstancias, ocupado en estar a la (penúltima) moda internacional, y su espectáculo mediático, olvidando ver nuestras ciudades y gentes.

Y de nuevo la biblioteca Virgilio Barco quedó por fuera pues otra vez, como otras importantes obras, tampoco fue inscrita. Para no hablar de los edificios comunes, que son los que conforman las ciudades, la mayoría hoy en manos de especuladores que solo les importa que sean muy rentables. Por su parte la representación de la (mal) llamada vivienda de interés social fue vergonzosa, como dejó constancia el Jurado. Lamentablemente la arquitectura en serie, la de mayor presencia en las ciudades, es la menos difundida y en la que menos se avanza e investiga, desconociéndose absurdamente su verdadera importancia.

Hay que insistir en que las bienales sean una muestra razonada de la arquitectura aquí y en los países vecinos y no un concurso de arquitectos. Las seccionales de la SCA, apoyándose en las escuelas de arquitectura, deberían inscribir lo mas pertinente de cada región, y trabajar con muchas fotografías (emplazamiento, volúmenes, espacios exteriores e interiores, sistemas constructivos, detalles y uso cotidiano), suficientes planos, y una memoria que respalde cada candidatura. E incluir la arquitectura común y considerar que las intervenciones en el patrimonio, además de un pasado para restauradores son también un presente para todos.

Un comité de críticos, historiadores, premiados, miembros anteriores, extranjeros, y no arquitectos, debería definir previamente las pautas de una selección de lo mas representativo de todos los temas. Los premios, pocos y a obras seleccionadas anteriormente, usadas y conocidas, deberían ser ampliamente sustentados. La muestra debería circular acompañada de artículos, debates, conferencias sobre los trabajos teóricos y la promoción del libro respectivo, y no ser una engañosa exposición, poco visitada, de imágenes planas y quietas de construcciones que por lo contrario son complejas en el espacio y se recorren y habitan interior y exteriormente en el tiempo.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 20.11.2008

25.09.2008 Flores de un día

Nuestra publicitada arquitectura reciente no pasa de calcar sin imaginación las formas de moda de las estrellas internacionales. Además, como concluye un articulo de Semana sobre el tema (22/09/2008 ), “varios de esos proyectos se han venido deteriorando con el tiempo, han quedado inconclusos o no cumplen a cabalidad sus propósitos porque están en continua reparación”. El hecho lamentable es que nos preocupamos mas por las imágenes de moda y los premios que por la realidad de las ciudades y  edificios en los que tenemos que vivir. Carecemos de ese sentido de pertenencia y  lo pertinente que les permite a los venecianos, por ejemplo, protestar por el nuevo puente sobre el Gran Canal, cuya justificación es que hasta Venecia, que rechazo bellos proyectos de Wrigth y Khant, tenia que tener un puente de Calatrava, una de las estrellas de moda por estos días. Arquitectura espectáculo promovida por los políticos locales buscando el “efecto Bilbao” pues el de su conocida bienal se agota año a año sumida en la crisis del arte posmoderno. 
          
Pero aquí ni siquiera nos damos por enterados del estado actual de la premiada biblioteca de Santo Domingo en Medellín, inaugurada solo hace año y medio, pese a que anuncia su precipitada vejez, sobre todo tratándose de un edificio público en un país en donde su mantenimiento no suele ser el mejor. Sus caparazones de Dry Wall han sido atacados por la humedad en muchas partes, las ventanas carecen de gotero y se les acumula el agua en la esquina mas baja, las “escamas” de su recubrimiento se están cayendo y manchando, y el piso de madera de una de las terrazas ya se comenzó a romper, lo que es un peligro para los que caminan por él, por lo que pronto seguramente será cerrada. Tampoco se mencionan sus problemas de ruido y privacidad, ni la inseguridad que en caso de incendio representan los vacíos perimetrales de sus tres volúmenes. Ni su inexistente sistema de evacuación, especialmente en el demasiado pendiente auditorio, ni las peligrosas puertas correderas de sus salones. Ni los cuartos de aseo al lado de los ascensores, a la vista de los visitantes, ni sus incómodos baños.

          
Tampoco parece importar que no se intentara conformar un espacio urbano publico ya iniciado por la sencilla iglesia allí presente, la que sin duda fue considerada desechable. Ni que teniendo el valle de Aburra a sus pies casi no se lo pueda ver debido a sus escasas, inclinadas y altas ventanas, muchas de las cuales miran es al volumen inmediato, o por lo tupido del innecesario enrejamiento, a la moda, de sus balcones. O que desde abajo sus oscuros volúmenes se confundan con el verde casi negro de los cerros inmediatamente detrás, al punto de adquirir una imagen siniestra que ha llevado a los taxistas a bautizarla como el castillo de Drácula. Y por supuesto lo inquietante del apodo es que apunta a la “disneylizacion” de nuestra arquitectura y con ella la de nuestra vida. Todo por tratar de vendernos la idea de que la arquitectura mala de nuestras ciudades actuales se puede suplir con imágenes supuestamente novedosas, pero que pronto se marchitan como flores de un día al pasar por alto sus comprobables deficiencias de contexto urbano, constructivas y funcionales. 

Columna publicada en el diario El País de Cali 25.09.2008

18.09.2008 De Bilbao a Panamá

El que aun algunos consideran el edificio más importante del fin de siglo “peló el cobre”. Su forro de caras laminas de titanio, cada vez mas manchadas, abolladas y rayadas, y desde el principio abombadas, y de difícil mantenimiento y reposición, anuncia su vejez de latas baratas, que fue precisamente como Frank Gehry comenzó como escultor su arquitectura espectáculo en California. Solo al atardecer y caminando medio kilómetro al otro lado de la Ría, o coronando los seis pisos del cercano puente, se puede apreciar su fotografiada belleza: el altísimo pórtico, reflejado en el agua, dividiendo sus retorcidos volúmenes como en una gran fachada clásica. Sin embargo, la entrada está es al otro lado, en el que las divulgadas fotos, desde la estrecha calle que allí desemboca, ocultan los sosos volúmenes azules de las oficinas. Y debajo de su desmedido letrero está es la terraza de la cafetería, y hay que bajar por una escalinata incomoda, igual que la que rodea el edificio, o la que lleva al “mirador” al otro lado del puente, hoy pintarrajeado, que solo cobran sentido desde lejos.
          
El alto vestíbulo, una “deconstrucción” del espacio único del Guggenheim de Wright en Nueva York, tiene unos ángulos interesantes. Pero sus “muros“ blancos, junto con el gris de los gruesos apoyos horizontales de las vidrieras, que invaden los vacíos laterales, y de la ventanería interna, que oculta la falta de diseño de escaleras y ascensores, deslucen adentro la acertada coloración exterior de piedra y titanio. La estructura metálica, propia de una escultura de yeso, esta oculta por tabiques, o “sillares” que apenas son delgadas laminas, del mismo tamaño de las metálicas, y puestas como si lo fueran. Las salas, alrededor, son mejores en la medida en que son comunes y corrientes, sin aberturas, amplias, rectangulares, blancas y con piso de madera, al contrario de los descuidados de cemento del resto del edificio. Pero la nave “abovedada“ que alberga la gran escultura recorrible de Richard Serra la deja sin respiro y en su inicio sigue inútilmente sus sugerentes curvas; sin duda hubiera quedado mejor sola y a cielo abierto.

          
Pero al contrario de lo que vaticinó Philip Johnson, lo que Gehry casi “jode” en Bilbao no fue el arte sino la arquitectura. Pero en Panamá, inteligentemente, y con los computadores que le permiten diseñar y construir así, pronto reemplazó la fácil clonación inicial de su museo de Bilbao, poniendo a volar sobre salas y acuarios los característicos techos rojos de las bases militares de la Zona del Canal, sacándose de la manga el que será el Museo de la Biodiversidad. Ojala se puedan limpiar, y no lo demanden, como lo hizo el MIT por las deficiencias de su nuevo Stata Center. Luego los pintó de colores, en acertada consideración al trópico y resolviendo la animadversión que allá le tienen a esa acertada arquitectura. En conclusión, todo un ejemplo de lo que deberíamos hacer con las publicitadas obras de la “estrellas”, que algunos aquí calcan tal cual en nuestras ciudades, ignorando que la forma de sus edificios debería volver a surgir de nuestros climas y preexistencias urbanas, y no de las revistas que nos llegan, pues hasta allá pocos van, o si van miran pero no ven. 

Columna publicada en el diario El País de Cali 18.09.2008

31.07.2008 Un nuevo paradigma

Esa arquitectura que en otras partes los medios han denominado 'espectáculo', precisamente por sus formas espectaculares, está llamada a su rápida desaparición “para formar parte de la historia” , como lo dice Arturo G. de Terán (El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008). En un contexto dominado por la forma de los edificios, más que por lo que debe resolver su arquitectura de frente a ciudadanos y ciudades, aun algunos arquitectos consideran que sus obras son “la esencia del arte”. Por lo contrario, lo que precisamos es que esas formas sean eficaces en el uso de la energía y el agua, funcionales, confortables, flexibles, seguras e integradas creativamente a entornos pre existentes, y que además resuelvan los problemas urbanísticos de la ciudad, pensando en la calidad de vida de sus usuarios. En definitiva, una arquitectura de interés social con versatilidad de usos “que el arquitecto tratará de convertir en arte”. Por supuesto podemos equivocarnos en el empeño, “pero el camino no debe ser invocar el 'arte', cuando en realidad estamos vagando sin rumbo por la frivolidad”.

Nos recuerda de Terán que todo comenzó en la década de 1980 con la rápida decadencia del movimiento post-modernista y su arquitectura “rompedora, atrevida, efectista y substancialmente formalista, que prendía y tenía su eco en una sociedad de la sobreabundancia que se aburría de tanta arquitectura anodina y sin personalidad”. Es un momento de crisis de la arquitectura que coincide con la caída del Imperio Soviético y se inicia, rápida pero desordenadamente, un inevitable proceso de globalización. Muchos arquitectos comenzaron a creer que “están en este mundo porque su arquitectura ha sido reconocida como arte”. Fue un aparente aire fresco del que estaba necesitada esa parte de la sociedad “carente de imágenes novedosas y reveladoras de ese éxito social y económico del que se sentían protagonistas”, y que por lo tanto buscaba como fuera la representación de su poder político y económico. “Parecía que era necesario creer en un futuro prometedor, y la arquitectura era un buen vehículo transmisor de ese nuevo mundo”.

Hoy, como lo afirma de Terán nuestros retos como sociedad estarán dominados por otros criterios obligados por el cambio climático como son la sostenibilidad, el respeto por el medio ambiente, el uso de materiales reciclados y reciclables, el invento de nuevos sistemas constructivos, la racionalidad de los edificios teniendo en cuenta sus usos diversos iniciales y su flexibilidad y adaptabilidad a funciones futuras. Pero en Colombia todo nos llega tarde y aun estamos seducidos por formas que solo son novedosas en nuestra ignorancia, y de las que ni siquiera invocamos su artistisidad sino su moda, sin importarnos que ya esté pasada de moda. En Bogotá se van a construir dos grandes edificios arrodillados a esa arquitectura “facetada”, que no pasa de ser un vidriado capricho formal que atenta contra su buen uso y climatización y, especialmente, contra su contextualidad, como sucede con algunas de las nuevas bibliotecas de Medellín. En Cali, tan dada al espectáculo, ojalá nos podamos salvar pues, afortunadamente esta vez, desde los Panamericanos todo nos llega aún mas tarde.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 31.07.2008

19.06.2008 ¿Por qué no?

Los arquitectos nunca habían intervenido tanto en nuestras ciudades como ahora. Antes levantaban monumentos y el resto lo hacían constructores artesanales, pero hoy se ocupan de toda clase de edificios y con fatal frecuencia creen que solo son para regodearse con ellos. Ya no los levantan sino que apenas los diseñan, mientras que antes la arquitectura era el arte de construir como dice aun el diccionario. Ahora los edifican otros profesionales, principalmente ingenieros y diseñadores industriales, agregando cada cual su parte por su lado. Para peor de males los promotores escogen a los arquitectos de moda y no a los que han realizado las mejores obras. Antes solía haber “conmitantes” cultos preocupados por el significado de lo que encomendaban y no solo por su negocio, pero la palabra ya ni siquiera se usa.

Esto no tendría importancia si no fuera porque, a diferencia de otras artes, la arquitectura afecta la calidad de vida en las ciudades mucho mas de lo que se cree. Su práctica comenzó a dañarse cuando se dejó de aprender en los talleres de los arquitectos, y pasó a enseñarse en las academias y después en las universidades. Y se agravó cuando los académicos, en la mayoría de ellas, cada vez tuvieron menos obra propia de la que hablar. Antes los maestros eran humanistas experimentados pero ahora muchos de los profesores de lo que se insiste en llamar taller de proyectos, no han realizado aun construcción alguna. Y cuando tienen especializaciones se vuelven obsesivos y celosamente incomunicados entre ellos y con los demás. Por supuesto hay excepciones, como la escuela de Isthmus en Panamá y algunas aquí.

Pero sería mucho mejor tener unos pocos buenos postgrados de arquitectura, que la proliferación actual de pregrados regulares, o francamente malos, para estudiantes cada vez peor formados. Se necesitarían menos profesores, los que podrían tener mas experiencia y estudios, y las escuelas podrían implementar en cambio pregrados relacionados con la arquitectura, preparando en ellos mejores estudiantes para los postgrados y formando verdaderos maestros. Pregrados de construcción, administración, programación y presupuestos, o de diseño de elementos y componentes para los edificios, o de dibujo, fotografía, maquetas y animaciones digitales de proyectos, y otros indispensables hoy para la profesión, pero cuya enseñanza es ahora insuficiente y su practica profesional improvisada.

Un paso realista y sencillo seria pasar a los pregrados, al tiempo que se inicien los postgrados en arquitectura, esos temas que desde hace unos años son objeto de especializaciones, como el urbanismo, la bioclimática o el diseño. O la valoración, protección y restauración del patrimonio construido, la que debería realizarse junto con los departamentos de historia. Allí podrían surgir los historiadores, teóricos, críticos y divulgadores de la arquitectura y las ciudades, que tanto necesitamos para que la arquitectura vuelva a ser entre nosotros una práctica artística pero a la vez técnica, y socialmente respetada por una ética gremial hoy perdida. Sería para beneficio de todos y solo habría que volver obligatorios los estudios de posgrado y las pruebas de estado para poder ejercer la profesión.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 19.06.2008

05.06.2008 Conclusiones necesarias

La diversidad de opiniones sobre el premio de la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura evidencia la necesidad de continuar el debate sobre nuestra arquitectura actual. Es un tema cultural que permitiría a los ciudadanos acceder a sus ciudades en tanto que obras de arte colectivo. Pero los arquitectos, en la medida en que intervenimos en lo que es de todos, tenemos que aprender a concentrarnos en lo razonable de las críticas que suscitan nuestros edificios, más que en los supuestos motivos personales de los críticos; a argumentar más que vilipendiar. Si no tenemos temor a que se construya lo que diseñamos, mucho menos lo deberíamos tener a que se lo discuta, creando ese útil "trasfondo meditativo" del que habla Milan Kundera (François Ricard: La littérature contre elle-mème, 1990). Nos permitiría desarrollar una teoría que evite que nos volvamos arbitrarios o repetitivos, al entender y aclimatar el simple gusto propio tornándolo pertinente y colectivo (Hanno-Walter Kruft: Historia de la teoría de la arquitectura, 1990).

Si bien hay muchas funciones nuevas y la arquitectura ahora cuenta con un gran avance técnico, sus formas no permiten casi nada totalmente nuevo; solo unos pocos sólidos platónicos, pero sí muchas derivaciones y combinaciones. Por eso los arquitectos prudentes no caen en la simple “imitación servil de un estilo”(DRAE), si no que simplemente roban, como dijo T. S. Eliot de los poetas maduros. Reinterpretan ideas, que suelen venir de muy atrás, y las desarrollan creativamente. Las leyes que vuelven efectivo lo que consideramos no convencional, basadas en la psicología elemental, son eternas, y de ahí que lo extraordinario se desprenda de lo ordinario (Robert Greene: Las 33 estrategias de la guerra, 2007). La arquitectura sigue siendo la concepción poética, técnica y económica de ambientes útiles y entrañables para la vida. Que se ven, oyen, tocan, huelen y sienten, en espacios interiores que son su esencia, y que emocionan al recorrerlos (Bruno Zevi: Architectura in nuce, 1964), pero que se modelan para definir espacios urbanos, discretos o monumentales según lo demande cada caso. Y hoy deben ser sostenibles, funcionales, confortables, seguros y reciclables.

Lamentablemente nuestra profesión, pese a que cada vez interviene mas en nuestras ciudades, ha perdido el estatus social que tuvo, es cada vez menos respetada y se la confunde frívolamente con el “exteriorismo”, la decoración o el diseño. En buena parte porque la divulgación y crítica de nuestra arquitectura no ha sido sistemática ni continua. Hoy nuestros debates gremiales carecen de sindéresis; esa discreción y capacidad natural para juzgar rectamente. La crítica, basada en su competencia y pertinencia, induciría reflexiones que contribuyan a relacionar y enriquecer los datos existentes para crear una perspectiva histórica que nos facilitaría transformar nuestras ciudades. Pues de eso es que se trata, nada menos, y de ahí la importancia de un debate que debería ser permanente y público. Y por eso nuestras bienales tendrían que ser muestras razonadas de la arquitectura que se está haciendo en el país o Ibero América, mas que meros concursos de elogios o exclusiones mutuos.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 05.06.2008

29.05.2008 El Eje Cafetero

Las facultades de arquitectura de la Universidad Nacional, sede de Manizales, la Universidad Católica Popular del Risaralda, en Pereira, y la Gran Colombia, sede de Armenia, realizaron hace un par de semanas un encuentro sobre arquitectura y sostenibilidad. Arquitectos de México, Venezuela y Colombia (Bogotá, Medellín, Cali y las tres ciudades mencionadas), abordaron diferentes aspectos del tema en más de doce conferencias en tres días. Por un lado u otro quedó claro que la vida en el planeta va cambiar en las próximas décadas debido al crecimiento poblacional, el rápido “desarrollo” económico de algunos países del tercer mundo y la lentitud de las medidas para controlar sus efectos negativos y por supuesto hoy en día globalizados.

Se habló de la importancia del confort, y su ergonomía, acústica e iluminación. De cómo hacer sostenibles asentamientos pobres mediante la intervención de su espacio urbano y equipamiento públicos, acordada con las comunidades. Del gran consumo de energía de los edificios iluminados y climatizados activamente, que los hace la primera causa del calentamiento global, y de su desperdicio de agua potable y su producción de basuras. De la considerable economía que hay mediante la utilización de diseños bio climáticos. De lo que significa que estemos en el trópico húmedo y no en los países de estaciones de donde copiamos todo. De la incidencia de la movilidad urbana en la calidad de vida de las ciudades y en la producción de gases de efecto invernadero. De la búsqueda de nuevos elementos, componentes y materiales arquitectónicos, o sus nuevos usos. Del fraccionamiento del suelo suburbano tomando como ejemplo esa región. Y de cómo todo esto debería incidir en la enseñanza y practica de una profesión abocada aquí a un urgente y profundo cambio.

También se mostraron ejemplos de arquitectura sostenible. Como bellas casas de tierra, madera, guadua, aluminio y cristal, en medio de jardines ecos eficientes, modernos y tradicionales, es decir, realmente pos modernas. Correctos edificios bioclimaticos que encuentran lógicamente sus formas en lugar de imitar las que estén de moda. O un muy interesante refugio de emergencia que por desarrollo progresivo se transforma en vivienda permanente que se puede después crecer más y mejorar, y que permitiría resolver efectivamente el problema de los damnificados y desplazados, conformando nuevos vecindarios o completando los ya existentes. Y no falto el baile y el canto.

Pero indudablemente el mejor ejemplo de sostenibilidad es la nueva eco región en la que se está convirtiendo el viejo Caldas. Sumando los habitantes de las tres capitales y sus poblaciones aledañas, a menos de una hora una de otra cuando se terminen las dobles calzadas actualmente en construcción, se tendrá allí el segundo sistema urbano del país, con muchas de las ventajas de las ciudades medianas, en el centro de departamentos pequeños, y no pocas de las posibilidades de las ciudades grandes pero sin muchos de sus inconvenientes. Todo un ejemplo para el Valle del Cauca que nunca le ha puesto bolas a su sistema de ciudades intermedias, o a que, desde el viejo Caldas hasta Nariño, seamos una región más autónoma: el Sur Occidente Colombiano.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 29.05.2008

15.05.2008 Comentarios necesarios

La democracia verdadera es sobre todo cultural y no apenas política. Es lo que permite que los ciudadanos convivan pacifica y estimulantemente al acceder a su ciudad en tanto que obra de arte colectivo. Por eso es necesario continuar con el debate público sobre esa arquitectura espectáculo que en Europa está llamada a su desaparición mientras aquí apenas se inicia. Nos tendría que interesar a todos y no apenas a los arquitectos. En consecuencia, es pertinente analizar el Acta de la reciente VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura, que tuvo lugar en Portugal. Dicen en ella los arquitectos Antonio Toca de México, Ricardo Carvalho de Portugal, Rosa Grena Kliass de Brasil, Beth Galí y Juan Miguel Hernández de España, y Nelson Inda de Uruguay, para “justificar” el premio a la Biblioteca de Santo Domingo, de Medellín, que:

“El Parque y Biblioteca España es una obra de profunda significación cultural, merecedora del Premio en cuanto conjuga con calidad superior todos los aspectos que el Jurado consideró a los efectos de su valoración, destacándola del conjunto de Obras Seleccionadas. El Parque y Biblioteca España es la respuesta arquitectónica a un programa que relaciona múltiples servicios culturales en la atención a un área de la Ciudad de Medellín especialmente conflictiva.

El planteo espacial, formal, funcional y de relación con el paisaje, se justifica y explica en la memoria presentada por los autores: “…más que un edificio se propone la construcción de una geografía operativa… Un edificio-paisaje que redefine y tridimensionaliza la estructura plegada de las montanas como forma y espacio…”

La volumetría simple y variada, unitaria y diversa, real y virtual, comunica con acierto evidente una propuesta “naturalmente artificial” en un área marcada por la carencia material, la desintegración social y el vacío cultural. Como respuesta a un programa de Inclusión Social el Parque y Biblioteca España cumple cabalmente con su cometido, en cuanto permite desarrollar las posibilidades de encontrar, por parte de la población servida, las bases de identidad enraizadora con el sitio e integradora en lo social que le permita proyectarse en el tiempo.

Por otra parte, no son menores los valores del espacio interior con una propuesta de extrema sobriedad en los recursos y neutralidad en los acentos físicos.”

Aparte de la lamentable redacción del acta, como lo ha señalado el profesor Germán Téllez, ¿cuáles son los aspectos que el Jurado consideró? Muy cómodo que parte de la memoria del proyecto pase a ser parte del acta y que la escueta descripción del programa reemplace su razonamiento. ¿Qué es eso de geografía operativa, edificio-paisaje, tridimencionalizar o estructura plegada? ¿Qué lo de “natural artificial”? Y desde luego la volumetría de la biblioteca no es simple, ni unitaria, ni virtual, ni sus espacios interiores son sobrios ni neutros. Todo lo contrario y, naturalmente, son artificiales. Por lo demás, queda la impresión de que el Jurado no constató en Medellín que el Parque Biblioteca España, como llaman a la biblioteca, cumpla cabalmente con su cometido, y por supuesto es demasiado pronto para asegurarlo como si nada. Y hablando de parques ¿cuál fue el que vieron?

Columna publicada en el diario El País de Cali.  15.05.2008

08.05.2008 Debate necesario

Los premios suelen suscitar opiniones encontradas pero cuando alguno es muy cuestionable deja en evidencia a los que creen equivocadamente que entre gustos no hay disgustos. Como esos periodistas de farándula que aplauden la Biblioteca de Santo Domingo en Medellín, sin conocerla ni enterarse de sus inconvenientes, solo porque ganó en Portugal la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y fue inaugurada por Sus Majestades, lo que consideran un honor para el país. Pero que apenas dicen que su arquitectura es de “meteoritos” y su autor costeño. O los necesitados del elogio mutuo que corren a consagrarla como la nueva arquitectura colombiana deseando que a rey muerto rey puesto. Ojalá este premio, interesado mas que interesante, sirva al menos para un debate serio y público sobre esa arquitectura espectáculo que aquí apenas se inicia, mientras en Europa está llamada a su desaparición “para formar parte de la historia” como lo cree, entre otros, Arturo G. de Terán (El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008).

El hecho es que, desde nuestra “Independencia”, hace dos siglos casi todo nos llega, y tarde. Jurados, desconocidos para muchos, premian allá lo que no todos ellos conocen aquí, basándose solo en unos pocos planos y fotografías, la mayoría de volúmenes (como lamentablemente en nuestras bienales), premios que luego influyen en lo que hacemos aquí. No importa que el “exteriorismo” actual, como lo llama Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006), no considere nuestra realidad. Como esa presumida biblioteca de Giancarlo Mazzanti, que ignora la barriada pobre en que está y su escaso espacio urbano público con su equivoco significado, dudosa bioclimatización, carencia de confort, funcionalidad, facilidad de mantenimiento y seguridad, e imposibilidad de flexibilidad, adaptabilidad y reciclaje. Arquitectura efectista que no es el camino aquí, como tampoco lo fue allá la Casa de la Música de Porto, de Rem Koolhaas, uno de sus referentes, que tampoco es la nueva arquitectura portuguesa y apenas un ruidoso gesto de nuevo ricos en esa bella ciudad, amen de que parte de su espacio construido no se puede usar –ni ver- y sus escaleras y salidas son una trampa en una emergencia.

La buena arquitectura no se puede globalizar, y, como insistió Rogelio Salmona, no solo es arte. Tambien es función y técnica, pero paradójicamente su frivolidad actual se da cuando el avance constructivo y la proliferación de nuevos materiales hicieron posible en los edificios el paradigma de Marcel Duchamp, de que es la voluntad del artista lo que vuelve arte cualquier cosa, como su famoso orinal, que inició el arte conceptual. Por eso dice Ernest Gombrich que el arte no existe, sino solo los artistas que proponen nuevos problemas o los desarrollan; pero muchos, en el afán del cambio generacional, del que tambien habla (Historia del Arte,1949), lo tomaron literalmente pese a que con apenas proponérselo no basta, y mucho menos en arquitectura. Por supuesto esto tiene graves consecuencias pues estamos dañando nuestras ciudades con los edificios triviales, impertinentes y trasnochados que, en general, estamos haciendo. Pero solo con crítica, teoría e historia se dará un debate culto y amplio; y de ahí fructífero.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.05.2008


23.03.2008 Cementerios

Se entiende que los nómadas dejaran atrás sus muertos y que los cubrieran con piedras para protegerlos de los animales carroñeros. Túmulos que terminaron por señalar su presencia entre los vivos y que después llegaron a ser tan grandes los mas importantes como la Gran pirámide de Keops pese a que nunca fue la tumba del faraón. Los cementerios mismos son coetáneos de las ciudades o, a veces, sus inmediatos predecesores, y muchos aparecieron mucho mas tarde en los arrabales o fuera de los muros cuando ya los difuntos no cabían debajo de los pisos de las iglesias o en sus criptas. Todas las ciudades los tienen y algunos, como el de El Cairo, son como una ciudad. Y los hay muy bellos como el del Père Lachaise o La Recoleta; o el de Montevideo, o el Central en Bogota, o el de Cali, o el de Manga o el de Manizales, en el que sus tumbas gozan de una espectacular vista sobre el lejano valle del río Cauca. Y están los de los pueblos vallecaucanos, pequeños, austeros y bonitos, que se pueden visitar, antes de ir para quedarse definitivamente, en el bello libro de Sylvia Patiño: Arte y arquitectura religiosa en el Valle del Cauca.

Cuando nuestras ciudades se extendieron, importamos los parques cementerios. Pero lamentablemente no tienen el espíritu recogido y espiritual de nuestros camposantos tradicionales, ni son útiles como parques, por lo lejanos. En Cali, por ejemplo, toca ser enterrado en los municipios vecinos, pero sin dolientes que nos lleven en hombros, ni carrozas fúnebres tiradas por caballos negros de penachos blancos conducidos por aurigas de sacoleva y sombrero de copa, seguidos de curas, familiares, amigos y plañideras, y Jovita Feijo que no se perdía nada, como aun se veía aquí hace apenas medio siglo. Después, no sin antes el correspondiente debate centrado mas en el futuro de los muertos que en el de los vivos, la moda nos pasó a la cremación. Mas no como la que tan bellamente canto Jorge Salamea en el Sueño de las escalinatas, si no en vulgares hornos como de metalurgia disimulados con pobres arquitecturas como de escenografía de fin de año en el colegio. Simples negocios como desparpajadamente se anuncia en ellos con un pague uno y creme dos.

Sin embargo en estos tiempos de amenazador cambio climático deberíamos volver al enterramiento. Esta vez en parques de verdad dentro de la ciudad, en donde se nos siembre un árbol encima para que se nutra con lo que resta de nuestra parte de la biomasa, como sencillamente pasaba antes en el campo. De contera visitaríamos frondosas arboledas llenas de vida y no apenas mortales cenisarios. Pero como sin duda las lapidas tienen su encanto de nombres, fechas y oraciones, podrían estar junto a cada árbol. Incinerar cadáveres consume mucha energía, contribuyendo a la contaminación causante del efecto invernadero. Y solo nos quedan unos pocos residuos minerales estériles que ilusamente llamamos cenizas pero que aunque son livianos jamás se llevará el viento. Al menos los crematorios deberían estar en hospitales, clínicas y salas de velación para no tener que trastear con nuestros seres queridos por congestionadas vías que los carros fúnebres congestionan aun mas con su ya en estos tiempos ridícula velocidad de entierro.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 23.03.2008

03.04.2008 Pruebas de Estado

Desde 2003 el ICFES ha patrocinado en las escuelas de arquitectura los Exámenes de Calidad de la Educación Superior, ECAES, como un ensayo de esas evaluaciones estatales que en muchos países se hacen a los recién egresados para darles su licencia para ejercer. Como era de esperar se han cuestionado, pero confundiendo su calidad y enfoque con su existencia misma. Y, aún cuando han mejorado, lamentablemente no solo no se van a implementar como tales, sino que probablemente desaparezcan. Tal parece que las universidades públicas prefieren no verse comparadas, pues la realidad es que a pesar de que se invierte en ellas mucho más dinero por estudiante que en las privadas, por lo que cuentan con más profesores y recursos, sus resultados no son los que cabría de esperar. Por ejemplo, ha sido la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Buenaventura - Cali la que ha logrado los mejores resultados desde que se están haciendo los ECAES, y este año tres de sus estudiantes quedaron entre los diez primeros, y la de los Andes ha compartido los siguientes puestos con la del Valle y la Nacional de Bogotá.

De las casi sesenta escuelas de arquitectura que existen en el país, solo las cuatro mencionadas han estado siempre entre los cinco primeros puestos. En este caso las comparaciones no son odiosas sino necesarias. Permiten corregir el rumbo para mejorar lo bien encaminado, e identificar lo que francamente no tiene remedio, para eliminarlo. Aquellas que continuamente han quedado en los últimos puestos, y desde luego las cerca veinte que ni siquiera hacen los ECAES, deberían ser intervenidas por el Estado. Tolerarlas graduando cantidades innecesarias de arquitectos mal formados, es una irresponsabilidad, nada menos que con la vivienda y las ciudades de los Colombianos. Si se exigen requisitos para abrir programas de arquitectura, con mayor razón habría que pedirlos para poder ejercer la profesión. Es improcedente que sean las universidades o, peor, simples institutos, los que otorguen de hecho las licencias, pues el Consejo Profesional de Arquitectura, que las da, solo exige el diploma. Son montones de nuevos arquitectos que, como dice Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006), salen a venderse a las inmobiliarias, ayuntamientos y promotores.

Para peor de males, entre nosotros aun es total la falta de interés en una arquitectura pertinente para mejorar nuestras ciudades. Lo demuestran revistas que como Semana, con su “especial” de la construcción (17/03/2008), no pasan de hacer solo propaganda. Pareciera que mientras les paguen están dispuestos a publicar cualquier cosa y hacerla pasar como información seria. Aún cuando ésta prostitución del oficio se debe mas a la codicia, ignorancia e insensibilidad de los promotores, pues en todas partes siempre hay buenos arquitectos, el que éstos sean menos, mejores y con más ética, para lo que serían fundamentales las pruebas de estado, ayudaría mucho. Deberían ser del mayor interés para el gremio, comenzando por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, que ya solo reúne una mínima parte los graduados, y para la Asociación Colombiana de Facultades de Arquitectura, que al parecer va a dejar incluso que se terminen los ECAES.

Columna publicada en el diairo El País. 03.04.2008

14.02.2008 Pisaciudades, Cali

Necesariamente los rascacielos presentan un volumen para mirar mas que espacios para recorrer. Desde el famoso Flatiron Building de1902, de Daniel Burnham, hasta las últimas torres retorcidas de vidrio que se elevarán como para ver cual descresta mas a un publico que desde la de Babel se ha dejado seducir por la altura, por lo que siempre y en casi todas partes ha puesto sus dioses en el cielo. Menos los griegos, que apenas los subieron al monte Olimpo y que copulaban y peleaban abajo, entre los hombres. De ahí que el Partenón, pese a que este arriba, en la Acrópolis, sea tan bellamente horizontal. Y tambien las mezquitas de árabes y beréberes que miran es a la Meca. Justo nuestras dos tradiciones. Pero los rascacielos, que se asociaban a las grandes ciudades norteamericanas y que en Europa están circunscritos a los sectores de negocios como Canary Wharf en Londres, La Défense en Paris o Moskva-City en Moscú, ya están tambien en Asia y Latinoamérica. En Nueva York hay mas de 5.000 pero en Hong Kong 6.000, en Singapur 3.400 y en Estambul 2.000. En Sao Paulo1.950 y en Cali uno.

Y ahora, con “pieles” que no fachadas, se acentúa mas su imagen como de enormes pisapapeles, como en esas nuevas torres, “les plus étonnantes du monde”. La Marylin, en Mississauga, Canadá, de MAD, de Pekín; la Chicago Spire, de Santiago Calatrava, de 600 metros de alto; las Torres danzantes, de Zaha Hadid, el Iris Bay, de Atkins, y la Infinity Tower, de Dos Arquitectos, todos en Dubai; la Diaogutay, en Pekín, de Bernard Tschumi; el King Alfred Center de Hove, de Franck Gehry, en Gran Bretaña; The Legs y Ocean Heights, en los Emiratos Árabes Unidos, ambos de Andrew Bromberg; Las Torres de Pisa, en Milán, de Dominique Perrault; las “jumelles”, en Cantón, de Hervé Tordjman; la Empire Island Tower, en Abou Dhabi, de Aedas; y el hotel Habitat Sky, en Barcelona, de Dominique Perrault. Caprichosos “pisaciudades” que hay que ver en Google pero por que lo interesante es que todos reciclan sus aguas servidas y producen la energía que consumen, lo cual es de gran importancia considerando que los edificios gastan en esos países mas del 50% del total.

Como dice el arquitecto Felipe Hernández, la arquitectura sostenible promueve los edificios multi funcionales en altura buscando, con mayores densidades, menor ocupación del suelo, menos transporte y facilidad de conexión con sistemas colectivos rápidos y subterráneos, pues los vehículos causan casi el 30% de la contaminación ambiental de las ciudades. Igualmente, sus extensas fachadas pueden soportar páneles solares y recolectar muchísima agua lluvia que es utilizada tanto para estabilizar la temperatura como para baños y cocinas. Y la mayor velocidad del viento a su altura permite usarlos para generar energía. Pero por supuesto tienen aspectos negativos, como la obstrucción visual cuando están muy cerca unos de otros, o su lenta evacuación en caso de temblores, incendios o terrorismo o su dificultad para conformar buenos espacios urbanos. Pero lo peor es cuando son innecesariamente altos y ni siquiera sostenibles o se alzan arbitrariamente sobre ciudades muy bajas, como las nuestras, o se vuelven ridículas pequeñas copias de los pisaciudades de moda.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 14.02.2008