29.12.2012 Las emociones de la arquitectura

Las fachadas, con su disposición de llenos y vacíos, son la primera emoción que brindan los edificios, ya sean únicas o las que forman las esquinas de sus volúmenes, cuando son exentos; como también las fachadas interiores. En todas ellas, las cubiertas son lo mas llamativo e importante pues recortan el edificio contra el cielo. Por eso las cubiertas planas de la arquitectura moderna precisan de algunos elementos que rompan su inútil monotonía.

Después vienen las entradas, ya sean zaguanes o vestíbulos, que son un abrebocas de los varios espacios a recorrer a continuación. Mas adelante, en el interior, se pueden encontrar mas zaguanes para pasar a patios, a veces mas de uno, a los que dan recintos diferenciados sucesivos que cualquier constructor popular hacia antes con éxito. O en su defecto, está el espacio continuo de alguna arquitectura moderna, una maravilla en manos de un buen arquitecto.

Patios que cuando son estrechos son íntimos y miran decididamente al cielo, siempre gratis, y tan emocionante o mas que las “vistas” que venden caro ahora, mientras que los patios medianos y grandes, y ni se diga los claustros, permiten ver las fachadas interiores al tiempo que el cielo, el que además se refleja cuando contienen estanques, espejos de agua o atarjeas. Finalmente están los solares, vergeles que en las casas de antes eran como salir de nuevo al campo, cuando no al campo mismo, como aun en algunos pueblos.

Todo unido por corredores acodados que deparan sorpresas en cada giro de su recorrido, o, cuando son lineales, al final de los mismos, o a sus costados, o arriba o incluso abajo, y por supuesto pueden estar combinados como en la mejor arquitectura posmoderna (que no posmodernista). Emoción arquitectónica que ofrecen las circulaciones de los edificios, pero que se ha perdido en manos del funcionalismo auspiciado por los mercaderes del negocio inmobiliario.

Corredores abiertos a un costado sobre los patios, que al ensancharse se vuelven salones de doble altura, la que los dignifica. E incluso con clerestorios como en las grandes catedrales medioevales, que de nuevo permiten mirar al cielo pero a través de vanos que lo enmarcan, y que dirigen y controlan la luz o el sol que entra siempre diferente y siempre emocionante. No como en los estrechos e insípidos pasillos interiores que pasan por “modernos”.

Finalmente, terrazas, azoteas y miradores vuelven a conectar la tierra con el cielo (lo que no pueden hacer las sosas cubiertas planas de la vulgarización de la arquitectura moderna cuando ni siquiera son asequibles), pero mas arriba de las calles, plazas y parques que son lo que son las ciudades, y sus habitantes claro, a los que la arquitectura brinda sus emociones. ¿Qué tal Brasilia sin los edificios de Niemeyer o Cartagena sin sus bellísimas casas, conventos e iglesias?

Tradiciones de la arquitectura que algunos arquitectos y estudiosos descubren y protegen o se las re inventan, y practican y evolucionan. Pero otros, la mayoría, las destruyen sin necesidad de hacerlo, las mas de las veces por la premura oportunista de seguir la penúltima moda. Ahora que todo cambia tan rápido y la gente vive mas tiempo, logrando apenas sacarle a la arquitectura emociones elementales y efímeras, como llenarla de olas, persianas de mentiras o colorcitos.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 29.12.2012

13.12.2012 Un Faraón

Lo que no se ha dicho suficientemente, en estos días en que se habla tanto de Niemeyer y por lo tanto de arquitectura, lo que es bienvenido, y de arquitectura latinoamericana y no de la arquitectura espectáculo europea (que nos quieren imponer aquí pues ya no quieren ni pueden allá), es que Brasilia es producto de Juscelino Kubitschek (1902-1976), quien supo escoger el arquitecto para su capital, y antes para la modernización de Belo Horizonte cuando fue su alcalde. Como el faraón Zoser a Imhotep “el que viene en paz», sabio, médico, astrónomo, y el primer arquitecto y "científico"  conocido (c. 2690 - 2610 a. C.). Sumo sacerdote de Heliópolis, diseñó la pirámide escalonada de Saqqara, la primera, pues evidentemente tenía los conocimientos de cálculo y geometría necesarios para dominar esas ciencias y lograrlo.

            Tampoco se menciona que la idea de una nueva capital en el interior del Brasil fue del Marques de Pombal, en 1716, ni que en 1937 el proyecto fue incorporado a la Constitución Nacional y que en 1947 se nombró una comisión para determinar su sitio, la que fue ratificada en 1953, procediéndose a la investigación geográfica respectiva. Cuando Kubitschek fue elegido Presidente en 1955, de inmediato se hizo cargo de que fuera realidad a partir del diseño del Plano Piloto de Lucio Costa, ganador del concurso con tal propósito, pero escogiendo a Niemeyer como su arquitecto, el que no es directamente responsables de los problemas que evidentemente presenta una ciudad con vías y carros pero sin calles y peatones, pues, precisamente no era un urbanista. Y lamentablemente la “planificación” de las ciudades satélites de Brasilia cayó en manos de políticos clientelistas y corruptos.

            Así, la capital utópica de Hispanoamérica (las imaginadas "Colombo" de Miranda,  "Las Casas" de Bolívar, o, la "Argirópolis" de Sarmiento) se concretaría un siglo largo después en Brasil, en donde sí creyeron (y creen) en la grandeza a que está llamado por la naturaleza.  Aquí nos tendríamos que contentar, con la excepción de Uribia, en la Guajira, con cambiar la ima­gen de las nuevas capitales en la medida en que su vasto territorio se subdividió entre otras cosas para satisfacer la demanda “política” de capitales, como en el antiguo Departamento de Caldas y por supuesto el Gran Cauca, con el agravante de que como Cali, por ejemplo, son ciudades a las que les ha faltado un Kubitschek o un Peñaloza-Mockus al menos.

            Como dijo Wittgenstein, el célebre filosofo y arquitecto aficionado, la gran arquitectura es para inmortalizar algo (de Azúa, Diccionario de las artes, 2002). Al servicio del poder religioso, político, militar y financiero, conforma ciudades, es decir, escenarios de la cultura (Mumford, La cultura de las ciudades, 1938). Y de ahí que todo programa de gobierno lo sea también de construcción (Braunfels, Urbanismo Occidental, 1983). O de destrucción, como en Cali para los Panamericanos de 1971.  Por eso es necesario que los alcaldes se puedan reelegir para periodos seguidos. Y cruzar los dedos para que escuchen a buenos arquitectos (ya no basta uno), cultos, como fue Imhotep y recomienda Vitrubio. Es decir, precisamos políticos cultos, lo que aquí y ahora es una contradicción. Solo queda tener un faraón pero ahora salen “chaveados”.


Columna publicada en el diario El País de Cali. 13.12.2012

02.12.2012 A-Adendo

Antes los modelos eran reconocidos y explícitos, unos cuantos paradigmas, y los resultados usualmente diferentes, acordes con sus desiguales circunstancias de clima, paisaje y tradiciones. Ahora son casi idénticos a sus modelos, los que se tratan de ocultar para que se crea que las copias son originales. El hallazgo de las “olas” del Museo Drents, de Erick van Egeraat, por ejemplo, lleva a que alguien se pregunte si es un posible "referente" o mas vale un "referido" de las “olas” del Parque del Bicentenario en Bogotá, de Giancarlo Mazzanti, que dejaron bajo el “agua” al MamBo.

El concurso internacional que ganó van Egeraat para la nueva entrada y ampliación de dicho museo, en Assen, Holanda, es de principios de 2008, y se completó en 2011, pero hay que reconocer que Mazzanti lleva un tiempo dándole al mismo tema, como en “sus” olas de los estadios de los juegos Suramericanos de Medellín, de 2010. También es probable que tanto Mazzanti como van Egeraat y los arquitectos Kahle, Oíza y Arauzo, autores de las “olas” del Edificio Polivalente de Servicios de Hostelería en la Ciudad de la Innovación, en Navarra, España, también de 2008, se inspiraran en otro proyecto anterior que aun desconocemos.

“Si la arquitectura no es una profesión ética. ¿Entonces que es? Es nada”; dicen que ha dicho Daniel Liebeskind. En conclusión, el asunto de los créditos en arquitectura debería comenzar por reconocer sus modelos, y, como los músicos y pintores, hablar de “variaciones” sobre un tema. Pero si la memoria es la inteligencia de los tontos, como supuestamente dijo Einstein, ahora que ha sido sustituida por el Intenert ¿será que ya llegó el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad y el mundo solo tenga una generación de idiotas, como él lo predijo? Pero por supuesto no ellos, los vivos que se copian unos a otros, sino los que los aplauden y premian, y especialmente los que callan.

Publicado en el blog de opinión www.torredebabel.info.  02.12.2012 

01.12.2012 Créditos

Casi nunca se menciona al arquitecto en los diferentes proyectos de vivienda o comercio que se venden en Colombia, y en los artículos de prensa solo se habla de ellos cuando se trata de un arquitecto de moda. “Si existe la obligación de dar créditos a un artículo, una fotografía, un cuadro o escultura, o al autor de una canción, ¿cuál es la razón para desconocer la autoría de los proyectos de arquitectura?” se pregunta el arquitecto Carlos Morales, y concluye “que todo edificio publicado debería tener una referencia al diseñador (para bien o para mal)”. Es más, todo edificio debería tener obligatoriamente una pequeña placa, como los carros, diciendo quiénes fueron su arquitecto y su constructor, la curaduría urbana que dio el permiso, y quién es su propietario, pues la disculpa recurrente de los funcionarios que deben notificar la multa correspondiente por desacato a la normativa, es que desconocen el nombre y el paradero del propietario. Se hace en otras partes y aquí hasta hace menos de un siglo se ponían en la fachada al menos el año y el nombre de los principales edificios.

No nombrar a los arquitectos es como si clientes y autoridades competentes no le dieran importancia a la responsabilidad intelectual de la práctica de un oficio con mayores consecuencias que muchos otros, en los que siempre se conocen los responsables, como abogados, médicos o banqueros. Al fin y al cabo los arquitectos son responsables, como mínimo, de que los edificios se puedan iluminar y climatizar sin un excesivo consumo de energía, hoy costosa y principal causante de los gases de efecto invernadero que llevan al cambio climático; de que sean construibles económicamente, seguros, funcionales, confortables y emocionantes; de que acaten las normas; y de que cuando estén en las ciudades (como ahora casi siempre) respeten las edificaciones y espacios preexistentes y las complementen. Su profesión afecta notoriamente a las ciudades y por lo tanto a todos. O será que sencillamente evaden su responsabilidad profesional, pues nunca protestan porque no se les dé el crédito correspondiente, y la Sociedad Colombiana de Arquitectos, a la que ni siquiera mencionan los que son socios, poco ha hecho en este sentido.

Crédito es la reputación, fama o autoridad, pero también la relación de los que han intervenido en la realización de una película o programa de televisión, y por extensión, de los que han participado en el diseño, aprobación y construcción de un edificio. Y de otro lado, autor es la persona que inventa algo o que ha hecho alguna obra científica, literaria o artística, lo que si les interesa a las “estrellas” que pagan artículos en periódicos y revistas para que los mencionen, cuando no números enteros dedicados acríticamente a su obra, como cualquier multinacional fabricante de vidrios. Pero lo que evidentemente es toda una falta de ética profesional es que no se mencione que se trata de autopromoción pagada. Revistas que son las que ven, que no leen, los estudiantes de arquitectura, aupados por no pocos profesores, para buscar en ellas los “referentes” de sus proyectos, sus modelos de moda, en lugar de encontrar referencias que permitan una comparación de la que sí se pueda aprender, pero tal parece que les preocupa más la novedad que lo pertinente, la fama que la ética profesional.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 01.12.2012

24.11.2012 Arquitectura en Colombia

La primera aquí, y aun en algunas partes del país, fue tejida por indígenas para sus diferentes climas continuando tradiciones artesanales. La llamamos prehispánica pues después viene la que trajeron los españoles pero que el clima volvió acorde con nuestros paisajes y terminó pareciendo de aquí, pero la llamamos colonial. Dejo excepcionales construcciones militares como San Felipe de Barajas, bellísimas iglesias y acertados claustros y casas en Cartagena, Santafé, de Bogotá y de Antioquia, Monguí, Tunja, Girón, Barichara o Popayán.

Pero a partir del siglo XVIII resurgió el mudéjar que produjo la bellísima Torre Mudéjar de Cali, y muchas entrañables casas de hacienda y urbanas, que caracterizarían la arquitectura de la Nueva Granada. La Mudéjar la llamó Diego Angulo y Santiago Sebastian da cuenta de la presencia en Cali, Quito y Lima de hispanomusulmanes que huyeron clandestinamente al Nuevo Mundo, que además de muchas palabras árabes, también trajeron los aperos de los caballos, el manjar blanco y el ojala con que queremos todo.

Ya en Colombia se continua haciendo una arquitectura de tradición colonial, pero a fines del XIX se incorporan nuevas fachadas que buscan en Europa como diferenciarse de la Madre Patria, en incluso se hacen nuevos edificios que pese a ser trasplantados de allá, y diseñados por arquitectos de allá, como el Capitolio Nacional o el Panóptico, en Bogotá, pero que por su calidad y su rotundo significado terminan siendo de aquí, y llamamos arquitectura republicana, la que pronto se traslapa con la primera moderna, también venida de allá, que se construye aquí.

Y lo que ya se hace en todas partes del mundo caracterizará el rapidísimo crecimiento de nuestras ciudades, dejando numerosas casas y edificios modernos bien adaptados a nuestros climas y paisajes, como muchos en Bogotá y Medellín, y en algunos casos incluso preocupados por nuestras tradiciones, como en Cali, que prefirieron mirar hacia Brasil, e igualmente destacados edificios públicos en diversas ciudades. Pero también fue quedando cada vez mas una vulgarización de la arquitectura moderna debida al nuevo negocio inmobiliario a partir de los UPAC.

A finales del siglo XX, con la “liberación” que implicó el posmodernismo a nivel mundial, aquí se comienza a concretar la obra de Salmona con esa primera gran síntesis que son Las Torres del Parque en Bogotá, y poco después se retoma decididamente una mirada a la tradición colonial y a la arquitectura prehispánica con la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia en Cartagena. Búsquedas acertadas que asumen otros en el país, mientras que limitarse al ladrillo a la vista usado por él, como lo hicieron algunos en Cali, no resulto pertinente.

Pero lamentablemente no alcanzó a conformarse una “escuela”, como por ejemplo la de Porto en Portugal, debido precisamente a que en este país de regiones de climas, paisajes y tradiciones diferentes, tendrían que haber sido al menos cuatro o cinco. Por eso caímos ahora en una arquitectura espectáculo que se parezca a la de allá, la que buscamos nuevamente en Europa, pero no allá sino en las revistas de allá y aquí, y que premian sin vergüenza las bienales ídem, volviéndose el nuevo “referente” estético de muchos arquitectos nuevos carentes de ética. 

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com.24.11.2012



22.11.2012 Genios, no

“No son genios lo que necesitamos ahora” clamaba hace medio siglo el reconocido arquitecto catalán Jose Antonio Coderch (Domus, 11/ 1961), poco antes de que comenzaran las décadas de la muy buena arquitectura en España, como la estimaba Wiliam Curtis (Una perspectiva histórica/España durante los ochenta.  A&V Nº 24, 1990), la que lamentablemente terminó en lo que Coderch temía, y que ahora que ya no la quieren ni pueden allá nos la quieren imponer aquí.

            De ahí que sea urgente formar buenos diseñadores de edificios y no “estimular” genialidades. Por esta fatal equivocación, generalizada con la proliferación de nuevos programas de arquitectura en el país, y la carencia de buenos profesores, nuestras ciudades se han vuelto colchas de retazos. Todo se diseña sin ética profesional como si fuera único por los que se creeen genios de la estética, y no como discretas partes de ciudades, que siempre habían tenido apenas unos pocos monumentos.

            En muchos de los ejercicios de proyectación en las escuelas de arquitectura la ciudad no existe, solo edificios caprichosos y descontextualizados, las mas de las veces, pues no parten de unas determinantes previas. Es mas, apenas se ven sus imágenes en dos dimensiones, que se valoran como si fueran dibujos en lugar de ser “leídas” como representaciones de espacios y volúmenes, y las maquetas mas parecen “bonitos” objetos, y  se ven desde arriba como nunca se ven edificios ni ciudades.

            A los estudiantes se los pone a hacer lo que buena parte de sus profesores raramente practica, en lugar de enseñarles como se diseñan edificios. Pero por supuesto sólo es posible enseñar lo que se sabe, y en el caso de un oficio, como lo es proyectar edificios que conforman ciudades, solo se sabe lo que se practica, y a partir de dicha práctica, ahí si, teorizar, pero partiendo de lo local, en lugar de ignorarlo como si se tuviera vergüenza de lo propio.

            Hay que enseñar métodos de diseño, como lo es  seguir una tipología modular ya sea de planta central, a naves o atrial -las únicas maneras de conformar geométricamente un espacio-, y sus combinaciones y variaciones. Crear nuevas formas a partir de analogías con un modelo ejemplar en su emplazamiento, función, construcción o forma. O aplicar un canon de disposiciones y patrones. O una combinación de métodos según lo pertinente para cada proyecto.

            La “caja negra”, una (supuesta) espontaneidad o inspiración, es mas propia del arte que de la arquitectura, que también lo es, pero no únicamente, aun que sea lo que la diferencia de la construcción, y por eso está presente en ella de alguna manera, pero en ningún caso debe ser el único punto de partida. Al menos hay que dudar con el cerebro de los impulsos del corazón, y enseñar a dudar de lo que se enseña, como dicen que recomendaba José Ortega y Gasset.

            Finalmente, la historia de la arquitectura, que nutre todo proyecto pues la arquitectura, en tanto arte, también es histórica, tendría que partir de la nuestra actual y seguir hacia atrás sus transculturaciones e influencias, al tiempo que sus adelantos en tanto técnica. Y no apenas los estilos, autores y fechas propios de la historia del arte, y por supuesto, además de las tradiciones, tiene que comenzar por la geografía en la que se desarrolla, sus climas y paisajes.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 22.11.2012


15.11.2012 A propósito de un artículo de Lanuza y Mondragón en Torre de Babel

Si los arquitectos aquí comienzan a decir algo, y no apenas los historiadores, como ya lo hicieron hace cuatro años Felipe Lanuza y Hugo Mondragón y ahora Guillermo Fisher y Juan Luis Rodríguez, entre otros, tal como lo pide el historiador Paul Goldberger, autor de Why architecture matters, 2009, y crítico de arquitectura del New York Times (A. Zabalbeascoa, El País, Madrid 2012), las cosas podrían comenzar también a cambiar aquí pues la actual crisis de la arquitectura en Colombia (no es sino ver el “mal” que le hemos hecho a las ciudades con “buenos” edificios) es que nos sigue llegando de allá, en revistas y bienales, concretamente de España, la arquitectura y la crítica (y a veces hasta de Mongolia). Por eso la importancia de TORRE DE BABEL y su espacio para una critica propia a la arquitectura que hacemos aquí para que finalmente sea, no colombiana, como denominación de origen, si no originada en los climas, paisajes y tradiciones de las muy diferentes regiones de la Gran Colombia pues es todo un error dejar completamente por fuera Panamá, Venezuela y Ecuador.

De ahí que sea muy pertinente y oportuno recordar nuevamente el trabajo de Carlos Martínez y Lorenzo Fonseca en la revista Proa, pero igualmente lo es traer a cuento el de Santiago Sebastian, Francisco Gil Tovar, Mario Buschiazzo, Jorge Hardoy, Carlos Arbelaez, Victor Olgyay, Graziano 11Gasparini, Germán Téllez, Ernesto Moure, Alberto Corradine, Eugenio Barney, Silvia Arango, Carlos Niño, Darío Ruiz, Sergio Trujillo, Alberto Saldarriaga, John Potter Hamilton, Isaac Farewel Holton, Germán Colmenares, Edgar Vásquez, Noel Cruz, Jaques Aprile-Gniset, María Cecilia O´Byrne, Francisco Ramírez y yo mismo, y por supuesto otros pocos que no olvido sino que no recuerdo ahora. Pues muchos de los profesores que hoy hacen teoría o historia para ser publicada en libros y revistas universitarias indexadas que pocos leen, lamentablemente no incursionan en los medios de comunicación a partir de sus trabajos para hacer esa critica a las ciudades y sus arquitecturas que tanta falta hace no en el país sino, precisamente, en sus ciudades, pues como dice Goldberger, no podemos vivir sin arquitectura.

Podrían comenzar completando, corrigiendo, aclarando, precisando y criticando lo ya escrito, como lo hicieron Lanuza y Mondragón. Y a propósito ¿ cuál era ese “fenómeno arquitectónico fresco y remozado [que}parece estar despuntando en el horizonte de la arquitectura en Colombia” que vislumbraban hace cuatro años. Lo que si sería nuevo es que entre todos pudiéramos escribir una nueva historia “no oficial” de la arquitectura en Colombia mediante apostillas organizadas –y ojala cortas- a las de Eugenio Barney, Silvia Arango, Carlos Niño y Sergio Trujillo con Niño, y la de los libros de las Bienales por supuesto. En el último de nuevo se oculta el Premio del Jurado que creamos en la XIII Bienal (lo permitía el Reglamento) y le dimos al Archivo General de la Nación, que no estaba terminado ni desde luego inscrito, que era toda una critica a lo presentado, de parte de Gorka Dorronsoro, Carlos Mijares, Horacio Navarro, Carlos Niño y yo mismo, como lo fue también darle el Premio Nacional de Arquitectura a la Historia de la Arquitectura en Colombia de Silvia Arango, y no a un edificio.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 15.11.2012

03.11.2012 Ni tanto...

Por fin los sistemas de prevención contra incendios y de evacuación de edificios serán obligatorios en Colombia, que al parecer era el único país de América Latina que estaba rezagado en contar con una política pública al respecto. (K, Chamié, El Tiempo, 14/10/ 2012). Igualmente el oficio de bombero será acreditado como una carrera profesional, y se les ofrecerán más garantías a los dedicados a él. Pero por supuesto la nueva Ley debería ser consultada antes con todos los involucrados en el tema, como lo están los gremios de arquitectos, ingenieros y constructores, y con las principales escuelas de arquitectura e ingeniería del país, para evitar tanto excesos como omisiones, e incluso esas contradicciones tan comunes en este país. Ni tanto que queme al santo y ni tan poco que no lo alumbre. Por lo pronto, la Dirección Nacional de Bomberos está elaborando folletos que entregará masivamente con el fin de que los ciudadanos se vayan educando sobre el tema y poniéndolo en práctica. Y ojala sirvan para que también opinen oportunamente al respecto.

La nueva Ley de Bomberos ordena instalar en los edificios de más de cuatro pisos detectores de humo (deberían ser cinco, que es hasta donde se permiten viviendas sin ascensor), una red hidráulica para gabinetes de incendio con extintores y hachas además de la manguera, en cada piso, e instalar detectores de humo en todos los espacios. Tener pasillos amplios, zonas de ventilación, y por supuesto escaleras de evacuación y señalización luminosa para indicar las rutas de evacuación. Las remodelaciones tendrán los mismos requerimientos. Para las casas y edificios de menos de cuatro pisos también se deberán instalar detectores de humo, y contar con extintores en cada piso. Los centros comerciales, fábricas, bodegas, teatros o cinemas superiores a 400 metros cuadrados, tendrán que tener salidas de emergencia, áreas de ventilación natural o artificial, puertas batientes, sistemas hidráulicos, detectores de humo, escaleras y gabinetes de incendio. Y deberían incluirse igualmente zonas exteriores libres e inmediatas, como facilidad de acceso de carros de bomberos y ambulancias, de lo cual nada se habla, como tampoco del uso de materiales mas resistentes al fuego.

Será obligatorio presentar en los proyectos para su aprobación en las Curadurías Urbanas, los sistemas de prevención de incendios, que deberán contar con la previa revisión técnica de los bomberos y su visto bueno. Si las construcciones son bienes de interés cultural, tendrán que hacerse estudios técnicos a la hora de implementar las adecuaciones para no dañar o deteriorar su arquitectura. Por eso los redactores de las normas deberían consultar con Los Consejos de Patrimonio Cultural y los restauradores, para no repetir el error de las normas de sismo resistencia hechas únicamente por ingenieros, las que conducen a exabruptos como el de la casa de la hacienda de Cañasgordas con la excesiva estructura metálica que le pusieron, como para un edificio alto, que altera negativamente sus evocadores recintos, los que ahora llenarán de gabinetes de incendio y letreros de evacuación. Lo que no dañaron en sus tres siglos de existencia temblores ni incendios lo logró en un par de años una mentalidad fundamentalista presa de lo formal, lo aparente y el papeleo.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 03.11.2012

25.10.2012 Una historia

Como lo recuerda Orhan Pamuk, Nietzsche pensaba que antes de hablar de arte se debe intentar crear una obra de arte (El novelista ingenuo y el sentimental, 2010, p.142), y mas adelante dice que cuando los novelistas se embarcan en un libro nuevo se sirven de la experiencia acumulada, pero al tiempo están solos como al inicio de su primera novela. Lo mismo se puede decir de la arquitectura, aunque cabe afirmar que analizar a fondo cómo se origina un proyecto sería incluso mejor que intentar hacerlo. Nuestras casas de hacienda, por ejemplo, vienen de la «almunia» (al-munya), de al-Ándalus, una casa de campo rodeada de jardines y  tierras de labor, que era, al mismo tiempo, finca de recreo y de explotación (B. Barney y F. Ramírez, La arquitectura de las casa de hacienda del Valle del Alto Cauca, 1994).

            Nuestra casa colonial, por su parte, en su versión de medios patios y solar, en manzanas cerradas, como en San Antonio en Cali, viene de la casa romana organizada alrededor de un atrio descubierto en cuyo centro hay un impluvium. Un estanque como en los carmenes de Granada, que son una casa quinta con vergel, que vienen de los templos egipcios. Su sala hipetra, rodeada de columnas, es un patio porticado, inmediatamente posterior a los pilonos de la entrada, a la que podía acceder el pueblo, y anterior a la sala hipóstila, bajo columnas, de cubierta plana sostenida por estas (R. H Wilkinson, The Complete Temples of Ancient Egypt, 2000); un “oasis” cuyas altas aberturas para su iluminación cenital llevan al clerestorio de las catedrales medioevales. A ella tenia acceso solo la aristocracia, y estaba antes de la cela, el santa sanctórum reservado al faraón y los sacerdotes.

            Por eso hay que aprender a analizar edificios antes de intentar enseñar a proyectarlos, conociendo sus arquetipos para encontrar una voz propia a partir de la propia antigüedad (J. S. Ackerman, Palladio, 1966);  a partir de la geografía e historia propias y no copiando de revistas y bienales lo de moda. Y el análisis de un edificio hay que hacerlo enfrente del mismo, como el de una obra de arte pues la del arte es la única historia que se hace enfrente del hecho mismo (G. C. Argan La Historia del Arte como Historia de la Ciudad, 1983), y de los edificios interesa su presente y su futuro y no apenas su pasado. Pretender analizarlos sin vivirlos o siquiera conocerlos en su respectivo contexto, como se suele hacer en las escuelas de arquitectura, es por lo menos incompleto.


            La luz, la penumbra y las sombras, la lluvia, la frescura y el paso del viento, la privacidad, el silencio y el recogimiento, el confort, el placer y la emoción, no se pueden ver sólo con planos y fotografías. Por eso hay que visitar paradigmas locales y, ahí sí, referirlos a la gran arquitectura del mundo…pero también a la vernácula, tan importante y pertinente pero tan desconocida. Además, las malocas indígenas del Amazonas, por ejemplo, representan al universo y todo aquello que sostiene al mundo, así como lo que en él está contenido. Toda esta vieja y larga historia a veces consciente y las mas de las veces inconsciente, producto de búsquedas, encuentros y reencuentros, es la que ha ido tejiendo, cada vez mas completa y rigurosa, el profesor Andrés Erazo Barco en la USB- Cali.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 25.10.2012

08.10.2012 El tiempo en la arquitectura

Aparte de que el día da paso a la noche, el verano al invierno, la lluvia a la sequía, el viento a la calma chicha y la humedad a la resequedad que los rodea, los edificios solo se pueden usar y apreciar recorriéndolos. Incluso estando quietos en ellos se recorren con la mirada mientras pasa el tiempo. Se entra y se sale de ellos, se sube o se baja, se pasa de un recinto a otro, y todo cambia si se trata de un niño o un viejo y hasta de una mujer o un hombre y ni se diga de un enfermo o un discapacitado. Actividades todas que se llevan cabo no apenas en el espacio sino en el tiempo.

Es decir, que la arquitectura en este sentido es -.debería ser- la composición de espacios que permitan una secuencia de sucesos de la vida diaria de la gente como a lo largo de los años. Secuencia que precisamente es el instrumento único de la arquitectura para engendrar emociones. Como las que genera la directriz acodada en nuestra arquitectura colonial y de tradición colonial y que por otros caminos reencontraron los grandes maestros de la arquitectura moderna.

Espacios y tiempos que se han de recorrer por los diversos usuarios de los edificios y que hay que hacer evidentes en los planos, recorriéndolos con la imaginación. O haciendo animaciones con ayuda del computador, pero no volando frívolamente como lo hacen muchos vendedores de ilusiones, trampa en la que a su vez caen muchos, sino circulando por los espacios de los edificios, es decir viajando en el tiempo.

Y así como los vestidos duran mucho menos que las personas, los edificios duran mucho mas, y por eso es que ineludiblemente cambian como dice Rafael Moneo (La vida de los edificios, 1985). Pero pese a esta verdad de a puño, rara vez se diseña su tiempo, solo su espacio, pese a que cada vez es mas evidente el paso del tiempo en ellos, y que ahora hablamos de proyectarlos mas que de diseñarlos. Pero es que pasamos por alto que proyectar, además de hacer un proyecto de arquitectura o ingeniería, es también lanzar, dirigir hacia adelante o a distancia (DRAE).

Las viejas tipologías arquitectónicas permiten que los edificios cambien y que ellas evolucionen, con la enorme ventaja cultural de que así sea. Como la casa de patio en manzanas cerradas, típica de los barrios coloniales y de tradición colonial. Por ejemplo San Antonio en Cali, en su versión de medios patios y solar, antiquísima tipología que comparte con las casas de Cartagena, y que ha permitido su reinterpretación actual con éxito. De ahí que lo que pertinente sea el conocimiento y uso de las tipologías mas indicadas, logrando un acuerdo entre clima paisaje y tradición como pedía Le Corbusier (Boesiger, Le Corbusier, Oeuvre complete 1938-46, 1955).

Si la lengua cambiara totalmente con cada generación, mucho mas de lo realmente necesario, pronto estaríamos en una torre de babel, que es precisamente en lo que se han convertido nuestras ciudades, de la mano de arquitectos que apenas buscan el espectáculo, copiando meramente edificios espectaculares de otras partes, y no recreando nuestras acertadas tipologías, como lo hizo Rogelio Salmona pero de lo que poco se habla. Basta pensar en su reincorporación de los patios a la arquitectura moderna del país, desde la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia, en Cartagena.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 08.10.2012

08.09.2012 A-Z Las palabras de la arquitectura

Este pequeño libro sobre las muchas palabras de la arquitectura es parecido a un diccionario y diccionario, según el diccionario, en este caso el Diccionario de la Real Academia Española, DRAE, es un libro en el que se recogen y explican de forma ordenada las palabras de una materia determinada, ordenadas alfabéticamente, o sea un vocabulario especializado.

Es decir, es una lista de palabras técnicas ordenadas con arreglo a un sistema, y con sus definiciones o explicaciones sucintas, o sea un glosario, que es un catálogo de palabras de un mismo campo de estudio o trabajo, definidas o comentadas, a veces incluso algunas con sus historias cuando son significativas, esclarecedoras, divertidas o las tres al tiempo.

Y catalogo es una relación ordenada en la que se incluyen o describen individualmente ciertos documentos que están relacionados entre sí, en este caso las palabras viejas y nuevas de la arquitectura actual y sus definiciones precisas y usos adecuados, conformando así la base de una teoría de la arquitectura pues sin palabras ciertas no se puede teorizar.

Aunque la palabra “palabras”, plural de “palabra” no está en el DRAE , esta es el segmento del discurso, unificado habitualmente por el acento, el significado y las pausas potenciales inicial y final, siendo en últimas la representación gráfica de la palabra hablada. En otras palabras, evidentemente no hay mejores palabras para definir “palabra”.

La arquitectura, insiste el diccionario, es el arte de proyectar y construir edificios (antes era apenas el arte de construir) pero sería mejor que dijera que es la técnica, además del arte, de proyectarlos para que se puedan construir con eficiencia y economía, y sean seguros, funcionales, confortables, sostenibles y emocionantes, diferenciando su diseño del de otros objetos.

Proyectar es trazar los planos y seleccionar los medios para la construcción de edificios y espacios urbanos, construir es construirlos, y de nueva planta es que son nuevos. Y edificio es una construcción fija, de materiales resistentes, para usos relacionados con el hombre, especialmente en las ciudades, que son conjuntos construidos de edificios que forman calles.

Eficiencia es disponer las cosas para conseguir pronto un resultado determinado y economía es la administración eficaz y razonable de los recursos. Seguro es lo exento de peligro, daño o riesgo. Sostenible es que puede mantenerse por sí mismo. Funcional es que su uso es útil, fácil y cómodo. Confortable, que aliente a vivir a gusto y con placer y descanso.

Y, finalmente, emocionante es lo que causa emoción, es decir una alteración del ánimo intensa, y definitivamente agradable y duradera en el caso de la arquitectura, que va acompañada de cierta conmoción somática y un interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo, como cuando se recorre un edificio bien compuesto o se permanece en él.

Es lo que suele producir el verdadero arte y vale recordarlo pues se ha olvidado que la arquitectura es técnica y arte, de los pocos que sigue siendo lo mismo, y de ahí la pertinencia para todos los ciudadanos de estas palabras sobre sus palabras pues son las que les deberían hablar bien de los edificios, calles y ciudades, que son los lugares en donde moran.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 08.09.2012

06.09.2012 Silla, edificio, ciudad

Como lo sabía bien Hugo García Paredes, silla, edificio y ciudad, tres cosas tan distintas, comparten el que en una u otra forma son diseñadas para la gente y en función del cuerpo pero también de su espíritu. Hugo había estudiado arquitectura en Cali, en la Universidad del Valle -la que hizo gallarda presencia en su funeral- en donde fue profesor hasta su jubilación hace unos años. Después de graduarse realizó estudios de diseño en Chicago y Edimburgo, y además conoció bien Europa, especialmente Italia, pero no olvidó a su Buga natal. Entendía bien, por lo tanto, lo que une al diseño, la arquitectura y el urbanismo en una geografía e historia dadas.

            Diseño (Del italiano. disegno), es la concepción original de un objeto u obra destinados a la producción en serie, ya sea gráfico, de modas o industrial, pero también la traza o delineación de un edificio, o un plan o diseño urbanístico. Pero igualmente es la forma de cada uno de los objetos resultantes. El diseño de una silla (como la Silla  Barcelona de Ludwig Mies van der Rohe), un edificio (como la biblioteca Virgilio Barco de Rogelio Salmona) o una ciudad (como Brasilia de Lucio Costa y Oscar Niemeyer) son de inspiración modernista, por ejemplo; o, mejor, moderna, sinónimo que habría preferido Hugo y con mucha razón.

            Los arquitectos solían diseñar muebles e incluso hacían diseño grafico, precisamente lo que mas le interesaba a Hugo García,  como a Diken Castro, autor de logotipos y edificios muy reconocidos. Como decía el famoso diseñador Ronald Shakespear “el diseño no es imprescindible; es inevitable” (A. Borrini, La Nación, 03/02/2009), y queda demostrado con la falta de belleza que en diferente grado nos afecta a todos en esta ciudad, incluyendo a los que no se dan cuenta. La solución a este preocupante estado de cosas pasa por la apertura en las universidades de mas programas afines al diseño, que permitan una selección y reorientación de los estudiantes pues lo que sobra son (malos) arquitectos.

            Pero que bueno que el Icesi, en donde Hugo García ahora era profesor, abriera una carrera de arquitectura y otra de diseño urbano, que fueran paralelas y complementarias a las de diseño industrial y gráfico actuales. Idea que sin duda le habría gustado, pues la entendería a cabalidad, y que lamentablemente los que hubiéramos estado interesados dejamos para luego. Pero siguen allá algunos arquitectos a los que probablemente les interesaría concretarla. Un programa mas de arquitectura poco cambiaría el hecho de que ya hay demasiados en el país, pero sería la oportunidad de hacerlo con una visión distinta y pertinente: desde la técnica.


            Infortunadamente la realidad es que en el último medio siglo las universidades poco han evolucionado pues son muy conservadoras, y sólo han crecido y mejorado sus dotaciones y sedes (y no siempre), como lo ha sostenido recientemente Pablo Navas Sáenz de Santamaría, Rector de la Universidad de los Andes. Y el conocimiento que albergaban en sus bibliotecas y académicos está siendo reemplazado por el Internet, cuya información siempre ponía en duda Hugo García pero que consultaba siempre para comprobarlo todo, incluyendo el Whisky, la pasta y  la caligrafía, los que manejaba con habilidad y placer, y el diseño de las letras que siempre le interesó.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 06.09.2012

01.09.2012 Mazz es menos

“La epidemia ornamental se subvenciona con dinero del Estado", nos recuerda Braulio García Jaén que dijo Adolf Loos (Ornamento y delito, 1908), denunciando la relamida estética vienesa que a principios del siglo XX se creyó libre de cualquier obligación funcional (El ego subvencionado, Público.es, Madrid 27/03/2011). Lo que es válido hoy en muchas ciudades españolas que “han querido tocar el cielo de la mano de arquitectos estrella”, y olvidando su muy acertada arquitectura moderna anterior han despilfarrando en edificios, más icónicos que necesarios, buena parte de su bonanza económica pasada. Como los 30 proyectos de que habla Francisco Pardo Téllez (https://mail.google.com/mail/u/0/h/10tr2lamau188/?&v=c&th=1396d0745cc1d9dc). Atajo al cielo que aquí han imitado en Medellín y que ahora pretenden en Bogotá, e incluso en Cali se trató de que tuviéramos un “Calatrava”, y se han imitado tontamente sus puentes.

El mejor ejemplo de esta arquitectura espectáculo, que no atiende a razones presupuestarias ni al uso que se le dará a sus edificios, es la de Santiago Calatrava, dice García Jaén, y los sobrecostos se han convertido en su marca. "Un monumento al ego creativo de Mr. Calatrava", dijo The New York Times, refiriéndose a un intercambiador para la Zona Cero."Cuando se contratan este tipo de obras, cuya vocación es la excelencia icónica y no la excelencia funcional, se entra en un terreno peligroso para el control público", le dijo a Público.es, el crítico Llàtzer Moix. "Tanta empatía ha dado pie a una situación poco menos que inédita: ya no es el cliente el que pide las obras, sino que es el arquitecto el que las propone y aquel, a su vez, las acepta encantado" (Arquitectura milagrosa, 2010).

En Bilbao donde, con el Guggenheim de Frank Gehry, se inicio la última vez la idea de que la arquitectura debería ser mas estética, a costa de su ética, dos “Calatravas” han provocado problemas por no pensar en costos y usuarios. A “su” puente Zubizuri han tenido que instalarle una lona para que los peatones no resbalen al pisar las losetas cuando se mojan con la lluvia, y se tuvo que "añadir" una pasarela para facilitar su uso, pero al parecer no se le exigió que solucionara el problema, y Calatrava demandó, siendo el Ayuntamiento condenado a pagarle 30.000 euros, pues “violaba el derecho a la integridad intelectual de su obra”. Y la zona de llegadas de la nueva terminal del aeropuerto, abierta a la calle y a las lluvias de la ciudad, tuvo que ser modificada y cubierta con vidrios, aunque esta vez no demandó.

"Calatrava define unas estructuras tan complejas que luego generan unos problemas difíciles de manejar", explica Joan Olmos, de la Universidad de Valencia (Público.es, Madrid 27/03/2011). Pero "… se han convertido en monumentos…" afirma Manuel Blanco Lage, miembro del jurado que le dio el Premio Nacional de Arquitectura en 2005. En lo que estaría de acuerdo el Jurado que en la última Bienal Colombiana de Arquitectura le dio el Premio y dos Menciones a Gincarlo Mazzanti, pese a que en sus obras es evidente que a mas espectáculo menos arquitectura. Como ya no es fácil financiar monumentos de verdad con el Erario, se “monumentalizan” edificios que no tienen por qué ni para qué serlo, como una pequeña escuela, que es lo que el jurado no vio o no quiso ver.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 01.09.2012

02/08/2012 Mutatis mutandis

Se dice que Shakespeare (1564-1616) escribió que “el loco se cree cuerdo, mientras que el cuerdo reconoce que no es mas que un loco” (Dosis Mínima, El Espectador, 18/07/2012), pero Cervantes (1547-1616) había terminado su poema La "LOCURA" se apodere de todos, incluido en El Quijote, 1605, cuya primera traducción al inglés se hizo en 1612, con dos magníficos versos: “La CORDURA de sabernos  LOCOS, en lugar de La LOCURA de creernos cuerdos.” Shakespeare y John Fletcher escribieron en 1613 la Historia de Cardenio recogida en Don Quijote como Cardenio, que se ha perdido, pero quién copio a quien nos lo dirá algún erudito. Mas lo que sí se puede decir ya es que los versos de Cervantes son mas bellos y profundos, y eso es lo que importa. Por eso los arquitectos prudentes no caen en la mera copia, que es la “imitación servil de un estilo” (DRAE), sino que simplemente roban, como dijo T. S. Eliot de los poetas maduros (La tradición y el talento individual, en, The sacred wood, 1922).

Dice el DRAE, en la séptima acepción de la palabra copia, del latín, copĭa, que es la “imitación de una obra ajena, con la pretensión de que parezca original”. Aquí esta el meollo de la discusión acerca de la similitud mas que evidente del proyecto de la firma MOS,  de 2008 (ver:  http://www.designboom.com/weblog/cat/9/view/5386/mos-architects-ordos-100.html) con el preescolar Timayui de Giancarlo Mazzanti, diseñado tres años después, en 2011 (ver:  http://www.designboom.com/weblog/cat/9/view/15297/giancarlo-mazzanti-timayui-kindergarten.html). Y está también el Museu Paula Rêgo, de 2009, en Cascais, Portugal, de Eduardo Souto de Moura, cuyos lucernarios hacen referencia a obras históricas de la arquitectura portuguesa, como la chimenea del monasterio de Alcobaça o las de las cocinas del Palacio de Sintra, y que recuerda a Rossi como dice Luis Fernández-Galiano (ver: AV Monografías 151, 2011, pp. 14 y 15, y 144 y ss.).

Por supuesto los edificios siempre se han parecido a otros edificios anteriores o contemporáneos, pero en el caso de un concurso  y aun mas en una Bienal, los modelos deberían ser explícitos y sobre todo apropiados. El haber inscrito el preescolar Timayui en la Bienal sin decir sus referentes presupone que se trataba de una obra original. Igual que el “explicarlo” con base a una retórica seudo intelectual, pues como dice Mario Vargas Llosa, la teoría ha llegado a sustituir a la obra misma usando un leguaje abstruso y falazmente científico (La civilización del espectáculo, 2012).Un mero espectáculo habría agregado si se hubiera ocupado de esa arquitectura de los últimos años que justamente se ha llamado “arquitectura espectáculo”. Original, por su parte, del latín originālis, dicho de una obra científica, artística, literaria o de cualquier otro género, significa que resulta de la inventiva de su autor.

El Jurado de la XXIII Bienal Colombiana de Arquitectura pretende que creamos que no sabían de la similitud, pero aunque no conocieran el proyecto de MOS  sí deberían saber que “basarse” en otros proyectos es el modus operandi de Mazzanti, como él mismo lo explica y defiende públicamente. En el Acta de Juzgamiento nada se dice al respecto en el caso del pre escolar Timayui, premiado con una Mención “por sus contribuciones parciales”. Pero tampoco se dice nada de las circunstancias y requerimientos de la arquitectura local, que son los mismos de los tradicionales “ranchos” vecinos, muy abiertos como suelen ser en nuestra costa Caribe, como se pueden ver en las fotografías incluidas, además de que supuestamente todos los miembros del Jurado visitaron todas  las obras premiadas (ver: http://www.sociedadcolombianadearquitectos.org/site/bienalxxiii/documentos/documentos/acta_juzgamiento_).

Sin embargo, lo verdaderamente importante, el verdadero meollo, es si el proyecto de MOS para unas viviendas, en Mongolia, China, era el modelo mas apropiado para un pre escolar cerca a Santa Marta. Y especialmente si se le hicieron las modificaciones pertinentes habida cuenta de la diferencia de climas, paisajes y tradiciones. Recomendación de Le Corbusier (Oeuvre complete, 1938-46 , 1955), que a la arquitectura “espectáculo” poco le interesa, pese a que, como dice Glenn Murcutt,  “…una de las cosas que mas admiramos de la arquitectura de cualquier época es su enraizamiento, su autenticidad.” (ARCHITECTURAL RECORD, 05/2009). Precisamente allí está la diferencia entre el plagio y el uso de un canon, que son las reglas derivadas de un modelo de características perfectas, generando tradiciones producto de climas y topografías y por lo tanto paisajes específicos. Que es lo que diferencia, por ejemplo, la buena arquitectura moderna de Bogotá de la de Cali igualmente buenas pero distintas.

Como dice Helio Piñon (Curso básico de proyectos. Edicions UPC, Barcelona 1998): “En todo este proceso de reproducción visual de la "idea" no aparece el programa, al que se considera, sin atreverse a proclamarlo, un residuo de la arquitectura del pasado: el éxito del contenedor extravagante ha reducido el programa como sistema ordenado de usos que garantizaba la identidad de la forma moderna, a un conjunto inorgánico de funciones, verificables una a una, sin la menor incidencia en la estructura espacial de la arquitectura. El programa desaparece, así, como ente complejo cuya estructura vertebra la formalidad del objeto, para convertirse en un elenco amorfo de requisitos, que predispone a una idea cuantitativa de satisfacción." Pero en el proyecto de Mazzanti tampoco importa la construcción ni el emplazamiento, como ya se vio: solo sus formas copiadas. Es decir, la configuración externa de algo, que es como el DRAE define forma.

Aspectos que pasaron olímpicamente por alto los miembros del Jurado de la Bienal, quizás porque, como lo dijo el arquitecto Fernando Gordillo, “no hay como premiar lo premiado...” Ya pasó con el Parque Biblioteca España-Santo Domingo Savio en Medellín. Y ha propósito ¿Cuál es el verdadero “modelo” del colegio Flor del Campo en Cartagena, también de Mazzanti? La insuficiencia, pobreza y lugares comunes de la justificación de su Premio al Proyecto Arquitectónico, otorgado por unanimidad, son notables considerando que pretende ser una bienal colombiana de arquitectura y no de arquitectura colombiana. Como debería de ser si nos preocupáramos por una arquitectura que siendo actual sea pertinente a nuestros diferentes lugares y circunstancias, geográficas e históricas.

Pero es que en una sociedad tan dependiente culturalmente como la nuestra, tal parece que a muy pocos interesa.

Como dijo Lord Palumbo, presidente del Jurado del Premio Pritzker de 2012, en una oportuna reflexión respaldada por otros miembros como Juhani Pallasmaa y Gleen  Murcutt, "el asunto de la relación adecuada entre presente y pasado es particularmente oportuno, porque el proceso reciente de urbanización [como es el caso de Colombia] invita al debate sobre si la arquitectura debe anclarse en la tradición o si sólo debe mirar hacia el futuro". Un “futuro”, hay que agregar, impuesto por una moda aupada por revistas, premios y bienales. Como lo recordó sin lugar a dudas Juan Cárdenas Arroyo, el arte actual es una moda que se creo en Estados Unidos y Europa (El Tiempo, 12/03/2012). Y lo mismo pasa con la arquitectura actual  ¿Hasta cuando vamos a tolerar que nos indiquen desde afuera que debemos valorar, demoler o construir, como diseñarlo y que premiar, seducidos por volúmenes que se pretenden cuerdos y ni siquiera son locos?

Ya desde el siglo I a.C., Vitruvio, en su introducción al Libro Séptimo de De Architectura, enfatiza la originalidad de sus trabajos y la “trasparencia” de sus investigaciones. Esta declaración de honestidad científica, que puede parecer inusual por su “modernidad”, se enmarca dentro de un proyecto más amplio emprendido por el para dignificar la labor de los arquitectos. Esta defensa  de la dignidad científica y epistemológica de la arquitectura implica una consolidación de los autores y la legitimación de un discurso especializado e individual, de donde proviene la insistencia en citar correctamente las deudas textuales. Para Vitrubio el reconocimiento de las fuentes y de los modelos es una exigencia moral (Kevin Perromat Augustín, El plagio en las literaturas hispánicas: Historia, Teoría y Práctica,  2010). Mutatis mutandis, es decir, de manera análoga pero haciendo los cambios necesarios.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 02/08/2012

19.07.2012 Cultura urbana

Ya lo observó Leon Battista Alberti: “nada protege tanto a una obra de la violencia de los hombres como la nobleza y la gracia de sus formas” (Hanno-Walter Kruft, 1985, p. 57). ¿Será que las formas de los edificios que se demolieron en Cali con motivo de los VII Juegos Panamericanos, en 1971, no tenían gracia? Evidentemente no la tuvieron en una ciudad en la que por esa época se había construido buena parte de la mejor arquitectura moderna de Colombia, al punto de que varias de sus casas de esos años se reconocen como las mejores del país.

            Y con el publicitado ejemplo de Brasilia la meta aquí era construir una “ciudad moderna”, y entre tanto “borrar” la vieja. Cayeron el Palacio de San Francisco, el Cuartel del Batallón Pichincha y el Hotel Alférez Real, para nombrar los mas destacados, y el Edificio Otero se salvó a última hora. Pero la verdad es que la mayoría de lo que se demolió fueron “casas viejas” cuya “gracia” no se supo ver, y que es evidente que distaban mucho de las de Cartagena o incluso Popayán. Pero eran nuestra historia y una ejemplar respuesta a nuestra geografía.

            Al final de Claraboya, la novela finalmente publicada el año pasado, que el muy joven José Saramago terminó en 1953, apenas pasada la II Guerra Mundial, Silvestre, uno de sus personajes centrales, se pregunta que para qué construir ciudades y luego arrasarlas. Es lo que se ha hecho en Cali sistemáticamente desde finales del siglo XIX, especialmente a mediados del XX, y que continuamos a inicios del XXI, con el agravante de que las formas de los nuevos edificios, pretendiendo ser mas llamativas, tienen poca gracia y nada de nobleza.

            Puro espectáculo habría dicho Mario Vargas Llosa en La civilización del espectáculo (2012) si se hubiera ocupado de esa arquitectura de los últimos años que justamente se ha llamado “arquitectura espectáculo”. Y el que no la haya mencionado es muy diciente, pues en estos países la cultura ha sido apenas lo circunscrito a la literatura, la música o la pintura, en general a las artes, pero muy poco se ha considerado la arquitectura, precisamente “la madre de las artes”, como lo sabia cualquier humanista del renacimiento, y menos la ciudad.

            Alberti (1404 - 1472), uno de los  humanistas más polifacéticos del Renacimiento, y el primer teórico artístico del mismo, estaba empeñado en la búsqueda de reglas, teóricas y prácticas, capaces de orientar el trabajo de artistas y arquitectos. En De re ædificatoria, 1450, subraya la importancia de saber como mezclar lo antiguo y lo moderno, propugnando por la praxis con que Filippo Brunelleschi había iniciado a principios del siglo XV la nueva arquitectura de esa Edad Moderna que llega aquí con el “descubrimiento” del Nuevo Mundo.

            Según Alberti, un arquitecto “ha de poseer un espíritu elevado, una inagotable capacidad de trabajo, la mas rica erudición y un máximo de experiencia, [y] una  seria y bien fundada capacidad de juicio…” (Kruft, 1985, p.58). Este enciclopedismo medieval, adoptado por el humanismo, se echa de menos en los que han (des) orientado nuestras ciudades, que no sabían mezclar lo moderno con lo antiguo, ni ver la nobleza y gracia de sus comprobadas formas, que es por supuesto como se pueden encontrar nuevas expresiones propias y apropiadas.


 Columna publicada en el diario El País de Cali. 19.07.2012

14.06.2012 10.000 horas

Cuatro horas diarias de ardua práctica, cinco días a la semana, por diez años, son necesarios para tener éxito, afirma Malcolm Gladwell (Fuera de serie, 2008), y hay músicos y atletas que practican mas. Imposible para un estudiante de arquitectura en cinco años de taller de proyectos, pues tiene también otros cursos. Igualmente es cierto que los grandes logros se deben menos al talento que a la oportunidad. Richardson, el gran arquitecto norteamericano del XIX,  consideraba que lo primero es conseguir el encargo. Y cualquier profesión nos llena solo si es  autónoma, compleja, y tiene una buena relación entre esfuerzo y recompensa.

            En Cali, en los últimos años, la falta de práctica de los que incluso antes de graduarse ya están diseñando (o que ni siquiera son arquitectos), de oportunidades para los mejores, y de satisfacción profesional, explica en parte esa arquitectura tan carente de ética y estética que se está haciendo en la ciudad. O la total falta de criterio con que olímpicamente se opina de nuestra arquitectura, y que lleva a las inexactitudes y exabruptos como las que se han dicho y escrito en estos días sobre la “casa de El Peñón” y el “edificio de Salmona”.

            El trabajo de los arquitectos depende de normas, ingenieros, presupuestos y clientes, no es complejo para muchos que se limitan a copiar, e incluso les dan premios, y es  mal pagado, a lo que los mas vivos responden sacando tajada por otro lado, en la construcción, la que mucha gente considera que si es un trabajo mientras que lo otro es “hacer monos”. Pero cuando la arquitectura se practica con ética es autónoma y compleja, y su recompensa enorme cuando le mejora la vida a los clientes, que transforma en conmitantes.

            Infortunadamente, además de las insuficientes horas de práctica de los estudiantes, en las escuelas de arquitectura poco se habla de ética profesional y muchos profesores no practican lo que dicen enseñar. Por eso bienvenidos los posgrados en los que hay mas posibilidades de un serio debate académico y que alargan en un par de años la carrera, amen de contar con estudiantes mas maduros y mejores profesores. Lo que por supuesto tendría que incidir en la manera como se deberían re encausar los pregrados actuales.

            Muchas mas horas de práctica en los talleres, es decir, mas ejercicios de proyectación, que no simulaciones de proyectos reales, serian indispensables pues, como dice Gladwell, una práctica no es lo que se hace cuando se es bueno, sino lo que permite llegar a serlo. En ellos desde luego no hay autonomía pero deben ser sucesivamente mas complejos, y su  recompensa solo se logra si son placenteros, estimulantes, interesantes y significativos, para lo que se requieren maestros verdaderos no “profesores” improvisados.

            Por eso los de tiempo completo deberían realizar también proyectos institucionales y no apenas investigaciones. Incluso hacer los mismos ejercicios que les ponen a sus alumnos. Al fin y al cabo en los talleres de antes los aprendices ayudaban a los maestros y aprendían de ellos viéndolos trabajar. Pero ahora, como dice Vargas Llosa, la teoría ha  llegado a sustituir a la obra misma, usando un leguaje abstruso y falazmente científico (La civilización del espectáculo, 2012), y reemplazando a las 10.000 horas de práctica.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 14.06.2012

28.05.2012 Lecturas

Una bibliografía básica debería estar a mano en todas las bibliotecas de las escuelas de arquitectura, incluyendo textos recientes ademas de los “clásicos” propuestos a continuación. Son apenas unos 30 libros para estudiar, lo que daría unos seis por semestre suponiendo que se agreguen otros tantos para las diferentes asignaturas. Y además en varios de ellos solo habría que considerar los capítulos mas pertinentes.

Comenzar con Leland M. Roth, Entender la arquitectura / sus elementos, historia y significado, de 1993, y Jhon Julius Norwich, Gran arquitectura del mundo, de 1975, y el de Wolf Schneider, De Babilonia a Brasilia, de 1960, y Edward Allen y otros, Cómo funciona un edificio, de 1980, para enterarse de la complejidad técnica del diseño arquitectónico, y, finalmente, ubicar todo aquí con Eugenio Barney-Cabrera y otros, Historia del Arte Colombiano, de 1975.

Con respecto a las ciudades hay que comenzar con el de Lewis Mumford, La cultura de las ciudades, de 1938, continuar con el de Sibyl Moholy-Nagy, Urbanismo y Sociedad,. de 1968, y el de Jane Jacobs, Vida y muerte de las grandes ciudades, de 1961. Y para relacionar la arquitectura con las ciudades, el de Aldo Rossi, La arquitectura de la ciudad, de 1968, y el de Camillo Sitte, Construcción de ciudades / según principios artísticos, de 1889.

Para la teoría primero Bruno Zevi, Architectura in nuce, de 1960, y Giulio Carlo Argan, La Historia del Arte como Historia de la Ciudad, de 1983, y ahí si la Historia de la teoría de la arquitectura, de Hanno-Walter Kruft, de 1985, para pasar a la arquitectura moderna con Espacio, tiempo y arquitectura de Sigfried Giedion, de 1941, y poner todo esto en el contexto nacional con el de Sergio Trujillo,y Carlos Niño, Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar Últimos 25 años, de 2004.

La historia de la arquitectura cuenta con el libro de Sir Banister Fletcher, de 1896, actualizado periódicamente hasta el presente, y el de Bruno Zevi, Historia de la arquitectura moderna, de 1950, actualizado en 1996. Y el de Fernando Chueca-Goitia, Invariantes castizos de la Arquitectura Española – Invariantes en la Arquitectura Hispanoamericana, de 1970, el de Ramón Gutiérrez, Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica, de 1992, y el de Silvia Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, de 1989.

Y para el caso de Colombia el de Jacques Aprile-Gniset, La Ciudad Colombiana / Prehispánica, de Conquista e Indiana, de 1991, y La ciudad colombiana. Siglos XIX y XX, de 1992, el de Carlos NIÑO, Arquitectura y Estado, de 1991, y el de Germán Téllez, Rogelio Salmona, Obra completa 1959/2005, de 2006. Y para el de Cali, el de Santiago Sebastián, Arquitectura colonial en Popayán y Valle del Cauca, de 1965, y el de Rodrigo Tascón, La arquitectura de Borrero, Zamorano y Giovanelli.

Finalmente, está la Metodología del diseño arquitectónico de Geoffrey Broadbent y otros, de 1966, La coordinación modular de Caporioni, Garlatti y Tenca-Montini, de 1960, y Sol Power, 1996, de Sophia y Stefan Behling, y para las condiciones locales, de Victor Olgyay, Clima y Arquitectura en Colombia, de 1968, y La arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del Alto Cauca, de Benjamín Barney y Francisco Ramírez, de 1994.

Adendo: Víctor Andres Alcalde Rios
mayo 29, 2012
 Creo que le faltan algunos como: Moral y arquitectura (David Watkin), Ornamento y Delito (Adolf Loos), Complejidad y Contradicción en la Arquitectura (Robert Venturi), Hacia una arquitectura (Le Corbusier), algunos de Manfredo Tafuri, Rem Koolhaas y principalmente Aldo Rossi.


Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.com. 28.05.2012

17.05.2012 Simetrias

Las cosas que se mueven, como gotas, proyectiles, vehículos y animales,  y por supuesto el hombre, suelen tener una simetría bilateral. Son simétricos a izquierda y derecha  del eje del movimiento y asimétricos en sus partes delantera y trasera. Los  edificios no se mueven pero sus usuarios y visitantes sí. Entran, los recorren y salen a lo largo de su eje de composición. Eje que en la arquitectura islámica, y por la tanto en la hispanomusulmana y en consecuencia en nuestra arquitectura colonial, se acoda generando mas sorpresas, y mas emociones cuando se lo combina con los remates propios de las composiciones axiales, y casi siempre tiene vanos y otros elementos que se repiten. Es decir, esta larguísima tradición arquitectónica originada alrededor del Mediterráneo, comporta los tres tipos de simetría que reconocen los matemáticos: la que es el reflejo de la mitad de la figura sobre un eje de simetría, como en una M; la mitad que rota 180º sobre un punto, como en una S, y la que se traslada lateralmente como en una serie: KKKKK (G. Szpiro, La Vida Secreta de los Números, 2009).

            Desde la antigüedad los edificios simétricos, que lo solían ser casi todos, presentan algo que rompe su simetría y genera su belleza. Como lo saben todos los artistas plásticos, incluyendo los arquitectos, lo atractivo aparece cuando la composición se desequilibra intencionalmente. Es el caso de las pirámides de Kefren y Mikerinos, las dos al mismo costado de la Gran pirámide de Keops; del Partenón que se lo aprecia obligatoriamente al salir de los Propileos; del Coliseo en Roma que por su planta ovalada es difícil ver de frente y cuyas ruinas son ya del todo asimétricas; de San Vitale antes de que fuera destruido su atrio atravesado; de la catedral de Chartres con sus dos torres tan diferentes; del Capitolio, en el que Miguel Angel se cuido de que sus tres edificios conservaran algo sus diferencias; e incluso en el Versalles de Luis XIV, la iglesia y la sala de opera rompen su simetría pese a que como decía madame de Maintenon, su última favorita y esposa secreta,  “con él sólo importa la grandiosidad, la magnificencia y la simetría”.

            El neoclásico, tan simétrico, solo lo es esplendorosamente cuando su simetría es una traslación, como el Altes Museum. Pero con frecuencia solo es ingenuo, como en nuestras nuevas capitales durante el siglo XIX, pues la indiscutible belleza del Capitolio Nacional en Bogotá, por ejemplo, se debe en parte a la fuerte inclinación de la Plaza de Bolívar, en la que está emplazado, y que tan bien manejó Fernando Martínez en la acertada remodelación que le hizo hace ya medio siglo. Y desde principios del siglo XX los arquitectos modernos rompieron decididamente con la simetría, acercándose sin saberlo a las composiciones acodadas de la arquitectura hispano musulmán, como en la Bauhaus,  el Pabellón de Barcelona, o la villa Saboye, y en toda de la obra de Wright, y después ya no habría nada simétrico en la de Aalto o Khan. 

Desafortunadamente nuestros jóvenes arquitectos, tan dados a copiar imágenes espectaculares de las revistas, poco entienden la historia de la arquitectura y menos  conocen las matemáticas, y no saben usar la simetría y su subsiguiente disolución; lo suyo es puro desorden a la moda.

Adendo: la simetría por extensión es algo mas compleja porque los principios de unidad/totalidad, requieren con mayor urgencia la comparecencia del fenómeno de trazado regulador que organice la totalidad, rigiendo la progresión matemática de su extensión (como una “o” que se agranda o, O, de la que habla Roberto Burdiles Allende. O incluso la helicoidal que menciona Javier Echeverry). Si todo esto lo pasamos a una categoría dimensional tan compleja como la arquitectura (espacios que se recorren en el tiempo), vemos la importancia del aspecto perceptivo de la simetría., entendida como la correspondencia exacta en forma, tamaño y posición de las partes de un todo.


Columna publicada en el diario El País de Cali. 17.05.2012

10.05.2012 Espectáculos

Todo lo que Vargas Llosa dice de la pintura y el arte en general, es perfectamente aplicable, y con mayores razones aun, a la arquitectura, la que sorprendentemente apenas menciona una ves, en la pagina 185, en su nuevo libro, La civilización del espectáculo, 2012. Principiando por la democratización no solo de la cultura, de la que él habla, sino de la arquitectura que reemplazó a la antiquísima edilicia, como la llamaba Bruno Zevi, y que produjo las mas bellas y buenas ciudades en todo el mundo pues la arquitectura se reservaba para templos, tumbas, castillos y palacios. E igual que en la cultura, comenzamos hace mas de medio sigo a privilegiar la cantidad a expensas de la calidad, “espíritu de nuestro tiempo” como lo llamaba Ortega y Gasset, al que rendimos pleitesía cada día mas, y para peor de males el precio pasó a confundirse con el valor de las obras de arte… y de la arquitectura,  confusión provocada por el capitalismo y el esnobismo.

            Y por supuesto, como dice Vargas Llosa, en “la civilización del espectáculo, el cómico es el rey” como representante de la ínfima vigencia que hoy tiene el pensamiento y las ideas “pues vivimos en la primacía de las imágenes”, y se “privilegia el ingenio sobre la inteligencia, las imágenes sobre las ideas”. A partir de Marcel Duchamp, de quien por otra parte piensa Vargas Llosa que era un genio, sin duda cambiaron los patrones del arte occidental, y la “noción misma de belleza está tan desacreditada como la clásica idea de cultura”. Y unas décadas después,  a partir del “posmodernismo” generado por la vulgarización y empobrecimiento de la Arquitectura Moderna, un (supuesto) arte reemplazó una técnica, cada vez mas compleja, pero “no obra de mujeres y hombres cultos sino de especialistas”, y la impunidad de las imágenes se apoderó de la arquitectura profesional. Mientras “las letras y las artes se renuevan pero no progresan”, y “no aniquilan su pasado”, como acertadamente observa Vargas Llosa, lo mismo que la arquitectura y por eso  los mejores edificios también “siguen enriqueciendo a las nuevas generaciones y evolucionando con ellas”, independientemente de que la arquitectura en tanto técnica si progresa.             

            De otro lado, asimismo en arquitectura “la teoría, es decir la interpretación, llegó a sustituir en muchos casos a la obra misma, a convertirse en su razón de ser, usando el leguaje mas abstruso y falazmente científico”, como nos recuerda Vargas Losa que lo había planteado Jean-François Revel en Pourquoi des philosophes? Consecuentemente, continua Vargas Llosa, “la popularidad y el éxito se conquistan no tanto por la inteligencia y la probidad como por la demagogia y el talento histriónico”, pues “el valor supremo es ahora divertirse y divertir.” Y el problema  mas grave es que mientras los espectáculos pasan los edificios quedan; quizás por eso Vargas Losa no dijo nada de ellos, y justamente es la razón por la que la Fiscalía del Tribunal de Cuentas de la región de Venecia ha pedido al arquitecto Santiago Calatrava y a su equipo una compensación de 3,4 millones de euros por «daños al erario público» por errores en la construcción del puente sobre el Gran Canal ...” (Boletin de arquitectura Nº347 del 13/04/2012 <ayuda-boletin@arq.com.mx>).

Columna publicada en el diario El País de Cali. 10.05.2012


28.04.2012 El ABC de la casa

La historia de la vivienda, que no de la arquitectura, principió en las cuevas para conservar el fuego y proteger la vida del frío, la nieve, la lluvia o el sol, logrando pronto ambientes mas confortables para habitar, o en el bosque, en cabañas primitivas formadas al unir arriba las ramas de varios árboles en redondo y talando los que quedaban adentro. Después se conformaron casas con paredes de piedra, tierra o ladrillos, ya no circulares sino con naves rectangulares, y a continuación se originaron los patios interiores para dejar salir el humo y entrar la luz y el aire.

Espacios, los de la casa, no vacíos sino llenos por la presencia de las personas que los habitan y de las cosas que les permiten hacerlo, y cuyas proporciones, orden, formas, texturas y colores vuelven arte, al tiempo que sus vanos, que permiten circular entre ellos y entrar y salir, hacen que todo lo que se mire a través de ellos de inmediato también lo sea;  no arte sino ya arquitectura, es mejor decir, pues esta comenzó fue con las tumbas marcadas por montículos de piedras para que los vivos recordaran que pese a la muerte de los poderosos su poder permanecía en manos de sus herederos.

La vivienda y la arquitectura ya juntas evolucionan para lograr la casa señorial y después el palacio, que ya no es solamente para guardar el fuego y proteger del medio ambiente a las cortes de príncipes y reyes, sino y sobre todo para representar su poder. Casa y símbolo que tienen su lugar en las fortalezas mas importantes en la llamada torre del homenaje, en donde ondea la bandera del señor feudal, y que es ocupada apenas por temporadas. Palacios que pasaron a tener otros usos ya fuera para el gobierno o los distintos gremios de artesanos.

La casa burguesa ya es urbana, y mas que el poder de sus propietarios muestra es sus riquezas, mediante las cuales desde luego menoscaban el poder de los nobles. Viviendas mas pequeñas y sin jardines ni terrenos alrededor, que el crecimiento demográfico pone unas encima de otras. Apartamentos que el capitalismo pone de moda en el siglo XX, ayudado por su publicidad mercenaria, convenciendo a los ricos y poderosos de ahora de que vivan como los pobres, asustándolos con la inseguridad y el costo del servicio domestico. Todos idénticos y de cielos planos y bajos, solo se diferencian por su tamaño y precio.

Pero desafortunadamente la gran mayoría de los habitantes de las ciudades ya no pueden vivir en casas. De ahí la importancia del diseño de los edificios de apartamentos y especialmente de las ciudades en los que estos se levantan. Los andenes, las calles locales, los pequeños parques de barrio, las  escuelas, mercados, comercios, cafeterías y restaurantes cercanos, pasan a ser parte de las viviendas. Por eso es mas importante hacer ciudad que apenas viviendas; la arquitectura de la ciudad que la del ego y los especuladores. ¿Cuándo lo entenderán las escuelas de arquitectura?

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. fecha 28.04.2012

21.04.2012 Dependencias culturales

Se habla mucho y con frecuencia de nuestro sometimiento a Estados Unidos política y económicamente (incluyendo el narcotráfico), y de su penetración cultural. En Cali es tal que al sitio en donde pusieron una bomba cerca a la Policía lo llamamos de inmediato “zona cero”, y por sus calles transita hace unos años un Land Rover con letreros de US ARMY, siendo que es un “Jeep” que nunca ha usado ni usará  el ejército de Estados Unidos y menos con ese verde y esa caligrafía. Y son muy comunes esas provocativas camisetas con un “For Sale” estampado que llevan muchas sardinas que no lo están. O esos letreros de “open” que ponen en muchos locales que ya están cerrados, es decir “close”. Lo gringo en Cali es “in”.

Pero poco se mencionan nuestras otras dependencias, como en nuestras ciudades de traza ortogonal y en nuestra arquitectura de patios, por ejemplo, que los colonizadores españoles habían adaptado desde el siglo XVI a nuestra geografía. Paradójicamente después de nuestra Independencia, la República rápidamente las llenó de antejardines y convertimos nuestras plazas en parques, como en Francia, y con el triunfo de Estados Unidos en la II Guerra Mundial, se generalizaron los voladizos y los ventanales indiscretos enfrentados a lado y lado de las calles, mientras abandonamos los patios.

También nos llegaron “closets” y  “halles” y olvidamos zaguanes y alacenas. Metimos al interior de las viviendas los baños, pequeños y sin luz natural ni buena ventilación. Abandonamos patios y solares, celosías, corredores y techumbres, incluso en nuestros centros históricos, o barrios tradicionales como San Antonio, en donde sí que son pertinentes. También privilegiamos el español californiano sobre el neocolonial al que nos había invitado una década antes la Madre Patria, y por último llegó la moda de las “torres” y ahora de los vidriecitos de colores.

Nuestras ciudades, con su traza regular y ortogonal de manzanas alrededor de una plaza, vienen  de las bastidas medioevales y estas de los campamentos de las legiones romanas, como de las medinas hispanomusulmanas. No tenían antejardines, las calles eran estrictamente paramentadas y en ellas predominaba el lleno sobre el vacío. Las casas necesariamente tenían patios y solares y no presentaban voladizos en sus segundos pisos sino balcones corridos, como los de Cartagena, que nunca llegaban a los extremos, y aleros a todo su largo. Casas y calles eran las dos caras de una misma ciudad, y por supuesto las únicas torres eran las de las iglesias mas importantes pues las demás tenían sencillas espadañas.

Habría que prohibir los voladizos, que son una apropiación mas del espacio urbano público, y legalizar el cierre de los antejardines (como está ahora permitido en San Antonio), lo que la gente hace espontáneamente pues su condición de propiedad privada de uso público es ajena a nuestra tradición e idiosincrasia. También tendríamos que sacar en los edificios los baños a las fachadas, para que nuevamente sean claros y ventilados, y lo mismo los armarios empotrados lo que, disminuyendo los ventanales, nos permitiría defendernos mas del sol y la lluvia, y recuperar nuestra tradicional privacidad. Buscando la misma, habría que regresar a los patios, como lo hizo Rogelio Salmona.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. fecha 21.04.2012

15.04.2012 El ABC del proyecto arquitectónico

Las ciudades mas bellas, de Estambul a Cartagena, pasando por Porto o Granada, París, Venecia o Rio, tienen muchos edificios de constructores que siguen un canon, y apenas algunos grandes arquitectos para sus pocos monumentos (Brasilia es una excepción diseñada toda por Oscar Niemeyer y sus colaboradores) y ni siquiera es el caso de Mompox, Santa Fe de Antioquia, Girón, Barichara, Villa de Leyva o Popayán. De ahí la pertinencia de contar con unas determinantes técnicas para el diseño arquitectónico de los complejos edificios actuales.

Las ciudades son mas importantes que los edificios que las conforman, la gran mayoría de los cuales no tienen por qué ser monumentos. Solo algunos que igualmente se basan en arquetipos, que son la base de todo y permiten establecer un canon: unas reglas, cuya lenta evolución evita la repetición, frivolidad y arbitrariedad. La primera teoría conocida sobre la arquitectura la recopilo el arquitecto romano Vitruvio, y su conocida triada en realidad son cuatro aspectos siempre presentes:

El emplazamiento (Collocatĭo), comenzando por la localización, que indica su clima (altura, latitud, vientos), paisaje (natural y urbano). Su geología (topografía, resistencia, suelo, vegetación, fauna y corrientes de agua). Su infraestructura (vial y de agua, alcantarillado, electricidad, gas, y telecomunicaciones). Su vecindario (usos, formas, estado y tendencias). Sus normas (usos, densidades, índices, alturas, aislamientos y empalmes).

La función (Utilitas ), que determina un programa (los diferentes espacios, servidos y servidores, y su número y tamaño), y su zonificación e interrelaciones. Sus requerimientos en cuanto necesidades particulares de clientes y usuarios. Las costumbres tradicionales, en uso o nuevas. Las exigencias (medidas mínimas, materiales, seguridad, ventilación, iluminación, privacidad y demás).

El sistema constructivo (Firmitas), seleccionado a partir del presupuesto disponible (monto y fluidez). Los materiales en sí, y ya convertidos en componentes y estos en elementos que conforman espacios. La mano de obra (costo, experticia, eficiencia y disponibilidad). Las normas de sismo resistencia y contra incendios y evacuación. El tiempo disponible, ya sea el usual para cada tipo de edificio, o mayor o menor.

La forma (Venustas), a la que se llega o se parte de ella o ambas cosas. Las tradiciones (la edilicia vernácula, popular, culta y profesional). El contexto (las construcciones inmediatas). La estética característica de ese entorno, pero tambien del sector, la ciudad e incluso la región. Las expectativas, gustos y pretensiones de los clientes, a los que hay que educar. Y las búsquedas propias de los arquitectos, que no sobra evidenciar.

Determinantes que racionalizan sus proyectos, partiendo de cómo disponer los volúmenes y espacios exteriores; donde ubicar los diferentes espacios, y sus relaciones; cual sistema constructivo usar: estructura, suelos, divisiones, cerramientos y cubiertas; y que formas, tradicionales o vanguardistas, reinterpretar según cada caso. Para beneficio de una ciudad sostenible y no solo del edificio, reemplazando el falso arte del “estilismo” de la arquitectura “espectáculo” actual, por la técnica profesional y ética de la proyectación.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. fecha 15.04.2012

12.04.2012 Vecindades

La arquitectura moderna dejó en Cali a mediados del siglo XX varios de sus mejores ejemplos en el país, influidos por la arquitectura brasilera, de climas, paisajes y tradiciones similares, muy admirada en la época, y cuya máxima expresión es Brasilia, la mas importante y grande de las pocas ciudades modernas que se hicieron y Patrimonio de la Humanidad. La Embajada de Colombia, la única del país diseñada a propósito, se inauguró en 1981 y hoy se destaca en el sector de las embajadas de la ciudad. Ante las dificultades para un concurso, el Ministerio de Relaciones Exteriores contrató al arquitecto caleño Cesar Barney, quien terminó sus estudios, iniciados en Estados Unidos, en Rio y trabajó allí con Burle Marx diseñando jardines, formando después parte del equipo de Niemeyer responsable de los edificios públicos de la nueva capital.           

            La sede se destinó sólo a la cancillería y la residencia del embajador, en dos edificios similares, con salones y comedores protocolarios y explanadas para eventos diplomáticos. El terreno, donado por Brasil, tiene 25.000 m2 y desciende hacia el Lago Paranoá, la gran represa a la que Lucio Costa acomodó la cruz que trazó para Brasilia. La embajada tiene una entrada pública por la que se accede a la cancillería y que permite ver, mas abajo y hacia el lago, la residencia, con su propio acceso desde el otro lado, orquestando un dialogo que se multiplica pues los  edificios están dentro de un logrado jardín, cuyos árboles y flores deparan al recorrerlos bellas composiciónes con las diferentes fachadas, enriqueciendo el conjunto, similar a la de la casa de Cañasgordas que describe Palacios en El Alférez Real.

            Junto a las áreas duras exteriores hay un bello estanque, con peces y plantas, que penetra al interior de la cancillería a través de grandes quiebrasoles verticales de hormigón, y por el que se entra caminado por losas sobre el agua, encontrando una figura de San Agustín que se destaca significativamente bajo los helechos que cuelgan de la doble altura de ese logrado espacio. A la residencia se accede recorriendo otro gran estanque donde se refleja el cielo azul intenso de Brasilia, que por la tarde suele estar lleno de arreboles, como los que describe Isaacs en María. En el interior de los dos edificios, los ventanales dejan sentir la vegetación exterior, y la imponente y bella explanada  invita a caminar y recuerda nuestras grandes plazas empedradas como la de la Villa de Leyva.

            La arquitectura de la embajada, es al tiempo colombiana y brasilera. Elegante pero austera, funcional pero con sorpresas; sencilla y de ahí bella (ver http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/projetos/11.132/4168). El mobiliario es discreto, y se dejaron espacios para obras de los mas destacados artistas colombianos, lo mismo que en el jardín, para que fueran prestadas por el Banco de la República y renovadas cada dos años, lo que desafortunadamente aun no se ha logrado. Es tiempo de que volvamos a mirar hacia la arquitectura brasilera, especialmente la del centro y norte, pues somos vecinos de geografía e historia en el Amazonas, como lo describió Rivera en La Vorágine. Región que tarde o temprano saldrá al Pacifico por el Valle del Cauca, como tanto insiste Carlos Jiménez en su columna.


Columna publicada en el diario El País de Cali. 12.04.2012