22.06.2013 Breve historia de las ciudades

Aparecen en puertos, vados, cruces de caminos, o cerca a una feria, fortificación o lugar sagrado. Concentran el poder de una sociedad, son escenario y símbolo de su cultura y, con la lengua, la mayor creación del hombre (Mumford: La cultura de las ciudades, 1938). Son un arte colectivo (Schneider: De Babilonia a Brasilia, 1960), con su propia especificidad, teoría y práctica (Rykwert: La idea de ciudad, 1963; Sitte: Construcción de ciudades según principios artísticos, 1889; y Moholy –Nagy: Urbanismo y sociedad, 1968).

Surgieron por el comercio, la industria, la guerra, la religión y el intercambio de conocimientos (Pirenne: Las ciudades de la Edad Media, 1939). Satisfacen las necesidades vitales de un numero de ciudadanos pero su finalidad es que vivan bien, observó Aristóteles. Permiten el arte, la literatura, la filosofía, la ciencia, el deporte y el espectáculo, transformando al campesino en ciudadano.

Sus necesidades y deseos convierten un sitio natural en un lugar construido (de La Blache: Principios de Geografía Humana, 1922), aislando un espacio en la naturaleza para vivir civilizadamente (Ortega y Gasset: La rebelión de las masas, 1930). La democracia surge en las Polis griegas. Los ciudadanos romanos, Cívis, les dan su nombre, Cívïtäs. Los siervos se liberan enHI las populosas Urbs. El Renacimiento, la Revolución industrial, la Americana y la Francesa, y la Independencia de Iberoamérica surgen en ellas, y las ciencias y técnicas actuales.

Todo comenzó cuando se juntaron viviendas que dejaron espacios para circular o se ingresaba por sus cubiertas, pues las calles aparecieron después; y solo se trazan, de manera similar a un castrum romano o una bastida medioeval, cuando las ciudades se fundan. Como las nuestras, de tradición ibérica y recientemente norteamericana.

Las antiguas tenían casas, palacios y templos, calles, plazas, ágoras, foros y avenidas. Las medievales agregaron conventos, hospitales y explanadas. Las renacentistas panópticos, parques y alamedas. Las modernas edificios de apartamentos y rascacielos de oficinas, museos y bibliotecas, “malls”, zonas verdes, metros y autopistas. Las muy escasas posmodernas, como Masdar, en Abu Dabi, de Norman Foster, retoman a la eficaz ciudad tradicional (Fernández-Galiano, El País, Madrid 02/03/ 2010).

Pero las muchísimas de siempre, muy pobladas, extensas e invadidas por los carros, no han parado de crecer, y de nuevo se privilegian sus centros históricos. En ellas viven mas de la mitad de los 7.000 millones de habitantes de La Tierra. En Colombia casi tres cuartas partes de sus casi 50 millones, cuando hace un siglo era lo contrarío, y en el valle del Río Cauca ya casi todos viven en ciudades y en Cali casi tres de los cuatro millones del Departamento.

Ya no es posible la autosuficiencia de cada familia en el campo, por lo que no es viable la vida humana sin las ciudades; allí pasa casi todo y depende todo lo demás: es imperativo que sean sostenibles, principiando por su reutilización. En sus calles la imagen de los edificios orienta a la gente y la identifican con su ciudad. Son su mas importante patrimonio y albergan casi todos los demás bienes de interés cultural, y por eso los nuevos deben respetar su contexto.

Pero para prosperar las ciudades tienen que atraer a personas inteligentes y permitir que colaboren unas con otras (Glaeser: El triunfo de las ciudades, 2011). Es lo que han permitido desde siempre: que los ciudadanos se relacionen físicamente con otros (y no apenas por Internet), en calles, plazas y parques, para lo que tienen que ser compactas y no desperdigadas como Cali.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 22.06.2013

03.06.2013 Las ciudades colombianas

Las colombianas son contemporáneas y su problema es no ser ciudades. Como dice Sylvia Patiño de Cali, lo eran mas cuando eran pueblos. Sin mayores inconvenientes como tales, casi todas lo eran, aparte de Cartagena, Santafé o Popayán. Sus problemas crecieron con ellas: sobre población sin tradición urbana, y carencia de servicios, equipamiento, vías y transporte, mas contaminación, basuras, escasez de agua e inseguridad, y amenaza de terremoto o inundaciones. Y por supuesto la creciente fealdad de su paisaje urbano y natural. Todo lo cual lleva a una iniquidad que supuestamente preocupa, pero no su origen en la falta de lo verdaderamente urbano arquitectónico.

Crecieron demasiado rápido y hoy son muy grandes y conurbadas con pueblos vecinos fuera de su jurisdicción. Ya Barranquilla y Cartagena tienen un millón de habitantes, Medellín tres y Bogota ocho, cuando hace un siglo apenas tenía trecientos mil y era la mas poblada. Hoy quince tienen mas, incluyendo a Buenaventura. En el valle del río Cauca, además de Cali, con tres, están Palmira y Tulúa, pero desapareció el tren y se abandonó su sistema de ciudades, que funciono tan bien durante la primera mitad del siglo XX. Y los recientes Planes de Ordenamiento Territorial, POT, no son a largo plazo y se modifican presionados por los propietarios del suelo urbano y sub urbano.

Ciudades invadidas por carros y puentes en las últimas décadas, pero que no cuentan con andenes amplios y arbolados, pues se conservaron las reducidas aceras de antes, que eran para pocos peatones y proteger las fachadas del agua de los aleros y del paso de carruajes. Y desde luego una ciudad sin andenes es toda una contradicción, pues toda actividad urbana comienza y termina caminando. Como al usar un Sistema Integrado de Transporte Urbano, que en Colombia no son sistemas ni, en consecuencia, integrados. Aquí lo “contemporáneo” es, pues, el desorden edilicio y del transito y transporte, que ahora llaman “movilidad” como si la palabra obrara el milagro.

Después de la Segunda Guerra Mundial lo europeo dio paso al American way of life: automóviles, suburbios, malls, aire acondicionado, iluminación permanente, congeladores y la obsolescencia programada de lo construido. Pero nuestros “ciudadanos”, notoriamente en Cali, parte de cuyo centro es todo un zoco, aun no tienen urbanidad. Pero si caímos pronto en el consumismo urbano, propiciado por la moda y la publicidad. Surgieron toda clase de comercios en las principales avenidas, invadiendo pórticos, antejardines y andenes, obligando a caminar muchas veces por las calzadas, como en los pueblos de donde vinieron la mayoría de sus nuevos habitantes.

“Ciuadadanos”, periodistas y autoridades solo ven lo económico o “social”, como si apenas contara lo que pasa, y no que pasa en ciudades y barrios, en sus edificios, calles, plazas y parques. Y ni hablar de su belleza, que se considera un lujo o se confunde con lo aparatoso, mientras “desarrollo”, “moderno” o “progreso” significa acabar con el patrimonio. Solo queda enseñarles urbanismo y urbanidad, pero las escuelas de arquitectura guardan silencio y muchos de sus demasiados egresados están es al servicio del negocio inmobiliario. Además de nuevos programas de urbanismo, construcción e interiores, tendría que haber también arquitectura como cultura general.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 03.06.2013