27.08.2016 La nueva arquitectura

Lo urgente de lo sostenible deberá lograr que la arquitectura de nuevo sea bella y eficiente como fue la edilicia de siempre en todas partes. Los nuevos profesionales, formados en las universidades deberán buscar que las técnicas apropiadas para una arquitectura sostenible los lleven a nuevas formas coherentes, en lugar de inventárselas caprichosamente como en la arquitectura espectáculo, o falsamente ecológicas como en mucha de la vendida como “verde”. Para principiar, lo construido debe durar mucho y ser fácilmente adaptable a nuevas distribuciones y usos, como también para su mantenimiento, remodelación a fondo, o el reciclaje final de sus materiales si es del caso. Y su construcción, uso y mantenimiento debe consumir el mínimo de agua y energía y generar el mínimo de contaminación, sobrantes, escombros y desperdicios.

El ejemplo a seguir es desde luego la arquitectura tradicional, tan bien adaptada a su clima, paisaje y tradiciones, que hay que reinterpretar conceptualmente. Comenzando por la conservación y estudio de este patrimonio construido y su adaptación a nuevas circunstancias, reinterpretándolo conceptualmente, y no su demolición, innecesaria en la mayoría de los casos, para dar paso a la imitación de la arquitectura espectáculo. “Lo innecesario se vuelve feo” es la certera afirmación del arquitecto finlandés Älvar Aalto (1898-1976), que recuerda Willy Drews, ex decano de Arquitectura de la Universidad de los Andes (La República, San José, Costa Rica, 03/2003), lo que es fácilmente comprobable en la arquitectura actual que pretende estar a la moda aprovechando que cualquier disparate se puede construir.

Y en el valle del río Cauca el ejemplo, no el modelo, son las casas de hacienda y urbanas coloniales y de tradición colonial. Desde el emplazamiento de las primeras en las laderas de las cordilleras, o en un pequeño alto en el “plan”, siempre cerca de una quebrada. O con patios y solares las segundas, que así remplazan el paisaje natural con la infinita vista del cielo estrellado y el Sol y la Luna llenándolos de luz. Su uso es tan sencillo como practico, espacios cerrados (recintos) o apenas cubiertos (corredores), amoblados según las necesidades del día o la noche, y sólo especializados cocinas y baños. Su económica construcción es de materiales del lugar (piedras, arena, tierra y madera) para elaborar componentes (adobes, tejas, ladrillos tablones, vigas, bolillos y pasamanos) en el sitio, y conformar elementos ya probados por el uso (muros, techumbres, suelos, barandas, puertas o ventanas), utilizando poca agua y energía. Así, lo necesario se vuelve bello.

En conclusión, es urgente replantear a fondo la enseñanza de la arquitectura en las universidades, como ya lo advirtieron hace años en Colombia el historiador y crítico Germán Téllez, ex profesor de Los Andes (habría que cerrarlas para poder abrirlas de nuevo bien) y Willy Drews (la enseñanza de la arquitectura es igual en todas partes y deficiente) quien además señala la necesidad de una ética del diseño: “La de disponer el orden adecuado de los volúmenes, espacios y recintos de los edificios, el manejo óptimo de los materiales, mano de obra y presupuesto disponibles, la satisfacción de las necesidades, aspiraciones y posibilidades de los clientes, la eficiente adaptación al clima, y el respeto del entorno, la ciudad, su historia y su paisaje, buscando el beneficio común y cumpliendo las normas.”

Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 27.08.2016

13.08.2016 Las “ciudades” de Salmona

Desde su temprano proyecto para varias casas en hilera en Pereira, en 1959, Salmona se plantea hacer ciudad con sus edificios; la poética del espacio, como gustaba decir. Pero es en los grandes proyectos para Bogotá, como el no construido de Cavipetrol, y en los conjuntos mucho mas grandes, como los de Timiza, donde retoma la traza de la Fundación Cristiana, o el conjunto de viviendas prefabricadas Rafael Núñez y el de Usatama, tampoco construidos, en los que se podría ver en claro su idea de ciudad. A diferencia del urbanismo moderno, allí no hay vías sino calles, y si estas no están físicamente paramentadas lo están virtualmente, formando manzanas con interiores cerrados espacialmente pero abiertos funcionalmente. En lugar de la reiteración insulsa de los volúmenes de la vulgarización del urbanismo moderno, los suyos están jerarquizados como lo han estado siempre en las mejores ciudades tradicionales.

Pero también hay que ver su idea de ciudad en su diseño para el Parque de la Independencia con las muy “barrocas” escaleras que lo juntan y a la vez lo separan de las Torres del Parque, y en el Eje ambiental de la Avenida Jiménez, en donde recupera el agua del río que bajaba por allí. Y está el hecho significativo de haber llamado “plaza” al patio circular de su propuesta para la Alcaldía de Bogotá, el que, independientemente de su forma, recuerda las plazuelas que siempre hay enfrente, a veces en la manzana de enfrente y no en la propia, en nuestras iglesias coloniales. Espacios públicos que no rodean los edificios sino que estos contienen y abrazan. O la manzana de patios que constituye la FES, hoy Centro Cultural de Cali, recuperando así el casi desaparecido centro histórico de la ciudad. Y los mismos patios del Museo Quimbaya, en las afueras de Armenia, que resuenan desde lo alto esa ciudad de tradición colonial de manzanas ortogonales de grandes patios, solo que ahora organizados sobre las diagonales. Y la Casa de los Huéspedes Ilustres de Colombia es como un pequeño pueblo en la bahía de Cartagena.

También hay que considerar como netamente urbanos los conjuntos residenciales a las afueras de la ciudad, como el de Suba o el de Balcones del Nogal, en Bogotá, o Altos del Rió, en Cali, y otro en El Rodadero, cerca a Santa Marta, lamentablemente ninguno construido. Todos son en diferente medida artefactos urbanos y no solo edificios de vivienda surtos en medio de una zona verde. Los proyectos de Salmona suelen conformar verdaderos conjuntos, como los alrededores de las Torres del Parque en donde también están el edificio de la SCA, el Museo de Arte Moderno de Bogotá, MamBo, y el edificio de apartamentos El Museo, como también la escalinata de la Calle 26 y el rediseño del Parque de la Independencia y del acceso a la Plaza de Toros de Santamaría que viene a ser como el origen de todo; y también habría que considerar los proyectos no construidos entre la SCA y el Museo Nacional. Lo mismo pasa con el Archivo General de la Nación, que ocupa sendas manzanas de la Nueva Santa Fe, uno de sus mejores ejemplos de la relación milenaria entre espacios abiertos y espacios cerrados.
Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 13.08.2016

04.08.2016 Ver para aprender



Como bien afirma Francisco Gil Tovar “somos herederos de una cultura más erudita y literaria que otra cosa, en virtud de la cual parece más formativo enseñar a leer que enseñar a ver y escuchar”, y no duda de que “ver para aprender parece ser nuestro sino” dejando en claro, eso sí, que “aunque el arte no es ciencia, también hay periodos en que uno y otra se funden” (Del Arte y el Hombre, 1995, pp. 92 y 94). Justamente como ha sucedido siempre con la arquitectura, hasta hoy cuando el exceso de técnica está acabando con su arte, y sólo la salvará en un futuro próximo el que imperativamente deberá volver a ser sostenible, como lo es la arquitectura premoderna en el trópico templado, como es precisamente el clima del valle del río Cauca, que con su paisaje natural es lo mejor que tiene.

“No se puede crear nada bajo la premisa de respetar lo establecido” y es indudable “que buscar algo nuevo incita a la creación” como dice Gil Tovar (pp. 43 y 57) pero deja en claro que, no obstante, “de ninguna manera muere la tradición” y recomienda que “en niveles universitarios, la investigación debe preceder en importancia a la transmisión de conocimientos y a la formación” (pp. 48 y 111). Es, precisamente, el objetivo al que deberían apuntar los programas de arquitectura; investigación que en este caso comienza por conocer la arquitectura de las casas de hacienda de la región y las de tradición colonial que aún quedan en ciudades y pueblos de la comarca, y en el barrio de San Antonio en Cali. Dejando de lado, como indica Gil Tovar, “la especulación comercial y financiera, hija del capitalismo; la consiguiente maquinaria propagandística nacida como medio ya imprescindible de todo libre comercio; y el esnobismo, fenómeno especialmente burgués acunado por toda etapa de crisis” (p. 51). Como sigue siendo válido a inicios del siglo XXI.

Pero desde luego primero hay que vencer la moda de lo foráneo y el poco interés por lo propio entre no pocos estudiantes y profesores, que no ven la utilidad de investigar la tipología de las casas con patios de la arquitectura colonial y sus raíces hispanomusulmanas. Patios adosados en las casas de hacienda, estudiadas por el profesor Francisco Ramírez y el autor de esta columna en la Universidad del Valle (La arquitectura de las casas de hacienda en el Valle del Alto Cauca, 1994) y medios patios interiores y solar en las urbanas, que incluso se han reinterpretado en algunas casas que son, más que posmodernas, regionalistas y sostenibles, lo que viene a ser casi lo mismo ya que están imbricados, y no es casual que esta expresión fuera recurrente en Rogelio Salmona al hablar de su arquitectura, de la que no dijo que fuera una cosa o la otra, pero que indudablemente es ambas.

Igual que la Casa de la queja en San Antonio, 2000, analizada por el profesor Andrés Erazo de la Universidad de San Buenaventura, y caso de estudio para su taller de proyectos, e inclusive en algunos pequeños edificios de apartamentos como El Azafrán, 1992, de Rodrigo Tascón, o las Tres casas en fila, 2005, de Mauricio García, alrededor de patios. Y existe un proyecto experimental para un edificios de siete pisos con apartamentos dúplex cada uno con su patio. “Expresarse espontáneamente a través de las formas y comenzar a saber ver la expresión de otros debería ser el complemento ideal de este tipo de enseñanzas en los grados iniciales, que, además, deben enseñar a ver estéticamente la naturaleza”, como lo señala Gil Tovar (p. 97).

Columna publicada en el diairo El País de Cali 04.08.2016