09.03.2006 Corpus et spiritus

El confort no se consideró directamente en la gran arquitectura premoderna, que, como termino diciendo el niño terrible de la arquitectura norteamericana, Philip Johnson, quien murió en su ley el año pasado, es “el arte de cómo desperdiciar el espacio”. El Gran Templo de Amón en Karnak, por ejemplo, o Santa Sofía, Notre Dame o San Pedro, pero tambien el Escorial o Versalles, incluso nuestro Capitolio, que sin duda que son el gran arte de “desperdiciar” bellamente el espacio en honor a dioses y poderosos. Pero con la arquitectura moderna, la funcionalidad se volvió un objetivo de primer orden.

De ahí el ruidoso fracaso de Rem Koolhaas en la Casa de la Música de Porto, engañoso edificio que nada tiene que ver con esa bellísima ciudad que se inclina emocionada hacia el agua, igual que Coimbra y Lisboa y como Estambul. En él no solo se desperdicia por completo buena parte de su espacio construido, pues no se puede ni siquiera ver, sino que sus escaleras y salidas nada funcionales son peligrosas y ya ocasionaron ligeros accidentes, los que serian fatales en una evacuación de emergencia.

Y todo no para enaltecer al hombre si no para seguir en la cresta de la moda de las cosas torcidas caprichosamente, de la preferencia innecesaria de los metales brillantes, y del uso inconveniente y agobiador del vidrio, fomentado por sus fabricantes, desde luego. Koolhaas omite allí que el arte de cómo usar bellamente el espacio está en lo emocionante de los ambientes que se logran en la realidad y se contenta con la imagen mentirosa de sus formas y volúmenes para que se vean descrestadores en concursos y revistas.

La gente se cae en esas escaleras de la Casa de la Música, impactantes, es verdad, porque no cumplen con el estándar de pasos de 0.29 y contrapasos de 0.17 (si no se especifica es que son metros). Los hombres y mujeres presentan diferentes tallas pero fueron las mas frecuentes entre los anglosajones las que terminaron por imponerse globalmente. Son los que mas las han estudiado y actualizado, y las que se repiten en los textos de consulta en todas partes. Y la verdad es que su comodidad y seguridad está para todos por allí.

Cuando se definió un sistema de coordinación modular para la construcción masiva de viviendas, después de la II Guerra Mundial, se acordó un modulo básico de 0.10, que iguala los dos principales sistemas de medidas existentes (el métrico-decimal y el de pie-pulgada) y se ajusta a la relación del cuerpo humano con muebles y recintos, como los ineludibles 0.60 de ancho del mesón de la cocina, los 0.90 de altura de una baranda, o los 0.60 de profundidad de un armario empotrado; en fin, las medidas mas comunes de muchos componentes usados en la construcción pueden ser múltiplos o submúltiplos de 0.10.

Pero las casas de Mario Botta en el Ticino, por ejemplo, son bellas y serenas en buena parte por que presentan bloques a la vista de 0.30 x 0.15 x 0.15, medidas modulares cercanas a las ideales para las escaleras, y por tanto a las del cuerpo humano y sus movimientos. Sin embargo son los de 0.40 x 0.20 x 0.20 los mas usados en muchas partes, como en Colombia, pues se prefieren por ser mas baratos, y por supuesto aquí lo común es la “descoordinación” modular y el desperdicio de materiales. Seguimos sometidos a dioses inexistentes y a poderosos tangibles: los negociantes de ahora.

Columna publicada en el diario El País de Cali 09.03.2006