En la Política Nacional de Seguridad y
Convivencia Ciudadana de la Alta Consejería Presidencial para la Convivencia y
la Seguridad Ciudadana, a cargo de Francisco José Lloreda Mera, se menciona, en
primer lugar, entre los desafíos estructurales, el proceso de urbanización del
país. En 20 ciudades, grandes e intermedias, de Bogotá a Neiva, que tienen
menos de la mitad de la población del país, aun se reportan, aunque mermaron en
la última década, mas de la mitad de los delitos. Pero solo se habla de las
diferencias regionales e incluso barriales, y del estado e iluminación de las
calles, pero desafortunadamente no se informa nada de las características
físicas de los sitios mas inseguros, y mucho menos se considera su diseño
urbano-arquitectónico pese a que acertadamente se proponen proyectos piloto al
respecto.
Habría
que profundizar en el tipo de diseño usual en la llamada vivienda de interés
social, que se construye lejos de los centros tradicionales de las ciudades
como de los sitios de trabajo, para buscar terrenos mas baratos o favorecer a
ciertos propietarios, y no en los sectores mas adecuados. La que para rematar
se hace sin servicios simultáneos de transporte, comercio, educación, salud y
recreación. Su diseño urbano y arquitectónico es a todas luces inconveniente
para la seguridad por sus bajas densidades, calles oscuras y demasiado
estrechas y largas, y antejardines que rápidamente se ocupan creando “muelas”,
todo lo cual dificulta su control por la policía como por los mismos vecinos. Y
en las invasiones, parte de ellas inducidas por los terratenientes que rodean
las ciudades para después vender sus propiedades al Estado, la situación es
peor aun.
El
diseño de estos asentamientos promovidos por el Estado habría que contrastarlo,
en términos de seguridad, con los muy buenos desarrollos que realizaron el
Banco Central Hipotecario y el Instituto de Crédito Territorial en las
principales capitales del país, mas densos y cuyos espacios urbanos son mas
animados y fáciles de controlar. Incomprensiblemente estos organismos
desaparecieron hace varias décadas, cuando se resolvió usar la construcción de
viviendas baratas como un factor de creación de empleo y desarrollo económico,
y se dejó en manos privadas. El resultado es que la mala economía acabo con la
buena arquitectura, y de contera impidió usar la construcción de viviendas para
mejorar las ciudades, y por lo contrario las tugurizaron y volvieron mas inseguras.
Tenemos
que retomar el urbanismo colonial de manzanas cerradas, calles cortas y con
paramentos corridos, tiendas de esquina y pequeños parques, adaptándolo para
una adecuada circulación y estacionamiento de carros. Y hacer conjuntos
completos, conformando verdaderos barrios, con
densidades y animación suficientes para que contribuyan a la seguridad
al garantizar un mínimo de vigilancia vecinal en sus calles. Y hacerlos juntos
para integrar a su vez sectores urbanos con su correspondiente equipamiento. Es
decir, diseñar ciudades funcionales, confortables, estimulantes y seguras, y no
apenas viviendas económicas, las que hay que hacer en sitios lo mas centrales
posibles, lo que a la larga será mas económico, entre otras cosas porque
ayudarán a que las ciudades sean mas seguras.
Columna publicada en el diario El País de Cali. 13.10.2011