24.11.2012 Arquitectura en Colombia

La primera aquí, y aun en algunas partes del país, fue tejida por indígenas para sus diferentes climas continuando tradiciones artesanales. La llamamos prehispánica pues después viene la que trajeron los españoles pero que el clima volvió acorde con nuestros paisajes y terminó pareciendo de aquí, pero la llamamos colonial. Dejo excepcionales construcciones militares como San Felipe de Barajas, bellísimas iglesias y acertados claustros y casas en Cartagena, Santafé, de Bogotá y de Antioquia, Monguí, Tunja, Girón, Barichara o Popayán.

Pero a partir del siglo XVIII resurgió el mudéjar que produjo la bellísima Torre Mudéjar de Cali, y muchas entrañables casas de hacienda y urbanas, que caracterizarían la arquitectura de la Nueva Granada. La Mudéjar la llamó Diego Angulo y Santiago Sebastian da cuenta de la presencia en Cali, Quito y Lima de hispanomusulmanes que huyeron clandestinamente al Nuevo Mundo, que además de muchas palabras árabes, también trajeron los aperos de los caballos, el manjar blanco y el ojala con que queremos todo.

Ya en Colombia se continua haciendo una arquitectura de tradición colonial, pero a fines del XIX se incorporan nuevas fachadas que buscan en Europa como diferenciarse de la Madre Patria, en incluso se hacen nuevos edificios que pese a ser trasplantados de allá, y diseñados por arquitectos de allá, como el Capitolio Nacional o el Panóptico, en Bogotá, pero que por su calidad y su rotundo significado terminan siendo de aquí, y llamamos arquitectura republicana, la que pronto se traslapa con la primera moderna, también venida de allá, que se construye aquí.

Y lo que ya se hace en todas partes del mundo caracterizará el rapidísimo crecimiento de nuestras ciudades, dejando numerosas casas y edificios modernos bien adaptados a nuestros climas y paisajes, como muchos en Bogotá y Medellín, y en algunos casos incluso preocupados por nuestras tradiciones, como en Cali, que prefirieron mirar hacia Brasil, e igualmente destacados edificios públicos en diversas ciudades. Pero también fue quedando cada vez mas una vulgarización de la arquitectura moderna debida al nuevo negocio inmobiliario a partir de los UPAC.

A finales del siglo XX, con la “liberación” que implicó el posmodernismo a nivel mundial, aquí se comienza a concretar la obra de Salmona con esa primera gran síntesis que son Las Torres del Parque en Bogotá, y poco después se retoma decididamente una mirada a la tradición colonial y a la arquitectura prehispánica con la Casa de Huéspedes Ilustres de Colombia en Cartagena. Búsquedas acertadas que asumen otros en el país, mientras que limitarse al ladrillo a la vista usado por él, como lo hicieron algunos en Cali, no resulto pertinente.

Pero lamentablemente no alcanzó a conformarse una “escuela”, como por ejemplo la de Porto en Portugal, debido precisamente a que en este país de regiones de climas, paisajes y tradiciones diferentes, tendrían que haber sido al menos cuatro o cinco. Por eso caímos ahora en una arquitectura espectáculo que se parezca a la de allá, la que buscamos nuevamente en Europa, pero no allá sino en las revistas de allá y aquí, y que premian sin vergüenza las bienales ídem, volviéndose el nuevo “referente” estético de muchos arquitectos nuevos carentes de ética. 

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com.24.11.2012



22.11.2012 Genios, no

“No son genios lo que necesitamos ahora” clamaba hace medio siglo el reconocido arquitecto catalán Jose Antonio Coderch (Domus, 11/ 1961), poco antes de que comenzaran las décadas de la muy buena arquitectura en España, como la estimaba Wiliam Curtis (Una perspectiva histórica/España durante los ochenta.  A&V Nº 24, 1990), la que lamentablemente terminó en lo que Coderch temía, y que ahora que ya no la quieren ni pueden allá nos la quieren imponer aquí.

            De ahí que sea urgente formar buenos diseñadores de edificios y no “estimular” genialidades. Por esta fatal equivocación, generalizada con la proliferación de nuevos programas de arquitectura en el país, y la carencia de buenos profesores, nuestras ciudades se han vuelto colchas de retazos. Todo se diseña sin ética profesional como si fuera único por los que se creeen genios de la estética, y no como discretas partes de ciudades, que siempre habían tenido apenas unos pocos monumentos.

            En muchos de los ejercicios de proyectación en las escuelas de arquitectura la ciudad no existe, solo edificios caprichosos y descontextualizados, las mas de las veces, pues no parten de unas determinantes previas. Es mas, apenas se ven sus imágenes en dos dimensiones, que se valoran como si fueran dibujos en lugar de ser “leídas” como representaciones de espacios y volúmenes, y las maquetas mas parecen “bonitos” objetos, y  se ven desde arriba como nunca se ven edificios ni ciudades.

            A los estudiantes se los pone a hacer lo que buena parte de sus profesores raramente practica, en lugar de enseñarles como se diseñan edificios. Pero por supuesto sólo es posible enseñar lo que se sabe, y en el caso de un oficio, como lo es proyectar edificios que conforman ciudades, solo se sabe lo que se practica, y a partir de dicha práctica, ahí si, teorizar, pero partiendo de lo local, en lugar de ignorarlo como si se tuviera vergüenza de lo propio.

            Hay que enseñar métodos de diseño, como lo es  seguir una tipología modular ya sea de planta central, a naves o atrial -las únicas maneras de conformar geométricamente un espacio-, y sus combinaciones y variaciones. Crear nuevas formas a partir de analogías con un modelo ejemplar en su emplazamiento, función, construcción o forma. O aplicar un canon de disposiciones y patrones. O una combinación de métodos según lo pertinente para cada proyecto.

            La “caja negra”, una (supuesta) espontaneidad o inspiración, es mas propia del arte que de la arquitectura, que también lo es, pero no únicamente, aun que sea lo que la diferencia de la construcción, y por eso está presente en ella de alguna manera, pero en ningún caso debe ser el único punto de partida. Al menos hay que dudar con el cerebro de los impulsos del corazón, y enseñar a dudar de lo que se enseña, como dicen que recomendaba José Ortega y Gasset.

            Finalmente, la historia de la arquitectura, que nutre todo proyecto pues la arquitectura, en tanto arte, también es histórica, tendría que partir de la nuestra actual y seguir hacia atrás sus transculturaciones e influencias, al tiempo que sus adelantos en tanto técnica. Y no apenas los estilos, autores y fechas propios de la historia del arte, y por supuesto, además de las tradiciones, tiene que comenzar por la geografía en la que se desarrolla, sus climas y paisajes.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 22.11.2012


15.11.2012 A propósito de un artículo de Lanuza y Mondragón en Torre de Babel

Si los arquitectos aquí comienzan a decir algo, y no apenas los historiadores, como ya lo hicieron hace cuatro años Felipe Lanuza y Hugo Mondragón y ahora Guillermo Fisher y Juan Luis Rodríguez, entre otros, tal como lo pide el historiador Paul Goldberger, autor de Why architecture matters, 2009, y crítico de arquitectura del New York Times (A. Zabalbeascoa, El País, Madrid 2012), las cosas podrían comenzar también a cambiar aquí pues la actual crisis de la arquitectura en Colombia (no es sino ver el “mal” que le hemos hecho a las ciudades con “buenos” edificios) es que nos sigue llegando de allá, en revistas y bienales, concretamente de España, la arquitectura y la crítica (y a veces hasta de Mongolia). Por eso la importancia de TORRE DE BABEL y su espacio para una critica propia a la arquitectura que hacemos aquí para que finalmente sea, no colombiana, como denominación de origen, si no originada en los climas, paisajes y tradiciones de las muy diferentes regiones de la Gran Colombia pues es todo un error dejar completamente por fuera Panamá, Venezuela y Ecuador.

De ahí que sea muy pertinente y oportuno recordar nuevamente el trabajo de Carlos Martínez y Lorenzo Fonseca en la revista Proa, pero igualmente lo es traer a cuento el de Santiago Sebastian, Francisco Gil Tovar, Mario Buschiazzo, Jorge Hardoy, Carlos Arbelaez, Victor Olgyay, Graziano 11Gasparini, Germán Téllez, Ernesto Moure, Alberto Corradine, Eugenio Barney, Silvia Arango, Carlos Niño, Darío Ruiz, Sergio Trujillo, Alberto Saldarriaga, John Potter Hamilton, Isaac Farewel Holton, Germán Colmenares, Edgar Vásquez, Noel Cruz, Jaques Aprile-Gniset, María Cecilia O´Byrne, Francisco Ramírez y yo mismo, y por supuesto otros pocos que no olvido sino que no recuerdo ahora. Pues muchos de los profesores que hoy hacen teoría o historia para ser publicada en libros y revistas universitarias indexadas que pocos leen, lamentablemente no incursionan en los medios de comunicación a partir de sus trabajos para hacer esa critica a las ciudades y sus arquitecturas que tanta falta hace no en el país sino, precisamente, en sus ciudades, pues como dice Goldberger, no podemos vivir sin arquitectura.

Podrían comenzar completando, corrigiendo, aclarando, precisando y criticando lo ya escrito, como lo hicieron Lanuza y Mondragón. Y a propósito ¿ cuál era ese “fenómeno arquitectónico fresco y remozado [que}parece estar despuntando en el horizonte de la arquitectura en Colombia” que vislumbraban hace cuatro años. Lo que si sería nuevo es que entre todos pudiéramos escribir una nueva historia “no oficial” de la arquitectura en Colombia mediante apostillas organizadas –y ojala cortas- a las de Eugenio Barney, Silvia Arango, Carlos Niño y Sergio Trujillo con Niño, y la de los libros de las Bienales por supuesto. En el último de nuevo se oculta el Premio del Jurado que creamos en la XIII Bienal (lo permitía el Reglamento) y le dimos al Archivo General de la Nación, que no estaba terminado ni desde luego inscrito, que era toda una critica a lo presentado, de parte de Gorka Dorronsoro, Carlos Mijares, Horacio Navarro, Carlos Niño y yo mismo, como lo fue también darle el Premio Nacional de Arquitectura a la Historia de la Arquitectura en Colombia de Silvia Arango, y no a un edificio.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 15.11.2012

03.11.2012 Ni tanto...

Por fin los sistemas de prevención contra incendios y de evacuación de edificios serán obligatorios en Colombia, que al parecer era el único país de América Latina que estaba rezagado en contar con una política pública al respecto. (K, Chamié, El Tiempo, 14/10/ 2012). Igualmente el oficio de bombero será acreditado como una carrera profesional, y se les ofrecerán más garantías a los dedicados a él. Pero por supuesto la nueva Ley debería ser consultada antes con todos los involucrados en el tema, como lo están los gremios de arquitectos, ingenieros y constructores, y con las principales escuelas de arquitectura e ingeniería del país, para evitar tanto excesos como omisiones, e incluso esas contradicciones tan comunes en este país. Ni tanto que queme al santo y ni tan poco que no lo alumbre. Por lo pronto, la Dirección Nacional de Bomberos está elaborando folletos que entregará masivamente con el fin de que los ciudadanos se vayan educando sobre el tema y poniéndolo en práctica. Y ojala sirvan para que también opinen oportunamente al respecto.

La nueva Ley de Bomberos ordena instalar en los edificios de más de cuatro pisos detectores de humo (deberían ser cinco, que es hasta donde se permiten viviendas sin ascensor), una red hidráulica para gabinetes de incendio con extintores y hachas además de la manguera, en cada piso, e instalar detectores de humo en todos los espacios. Tener pasillos amplios, zonas de ventilación, y por supuesto escaleras de evacuación y señalización luminosa para indicar las rutas de evacuación. Las remodelaciones tendrán los mismos requerimientos. Para las casas y edificios de menos de cuatro pisos también se deberán instalar detectores de humo, y contar con extintores en cada piso. Los centros comerciales, fábricas, bodegas, teatros o cinemas superiores a 400 metros cuadrados, tendrán que tener salidas de emergencia, áreas de ventilación natural o artificial, puertas batientes, sistemas hidráulicos, detectores de humo, escaleras y gabinetes de incendio. Y deberían incluirse igualmente zonas exteriores libres e inmediatas, como facilidad de acceso de carros de bomberos y ambulancias, de lo cual nada se habla, como tampoco del uso de materiales mas resistentes al fuego.

Será obligatorio presentar en los proyectos para su aprobación en las Curadurías Urbanas, los sistemas de prevención de incendios, que deberán contar con la previa revisión técnica de los bomberos y su visto bueno. Si las construcciones son bienes de interés cultural, tendrán que hacerse estudios técnicos a la hora de implementar las adecuaciones para no dañar o deteriorar su arquitectura. Por eso los redactores de las normas deberían consultar con Los Consejos de Patrimonio Cultural y los restauradores, para no repetir el error de las normas de sismo resistencia hechas únicamente por ingenieros, las que conducen a exabruptos como el de la casa de la hacienda de Cañasgordas con la excesiva estructura metálica que le pusieron, como para un edificio alto, que altera negativamente sus evocadores recintos, los que ahora llenarán de gabinetes de incendio y letreros de evacuación. Lo que no dañaron en sus tres siglos de existencia temblores ni incendios lo logró en un par de años una mentalidad fundamentalista presa de lo formal, lo aparente y el papeleo.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 03.11.2012