23.11.2014 El sentido del gusto y la arquitectura

Cuando se dice que la arquitectura se percibe con todos los sentidos, es fácil entender que además de ver los volúmenes y espacios de cualquier edificación, se perciben los diferentes sonidos y olores de sus recintos, y que al caminar por ellos se sienten en los pies sus diferentes suelos y se tocan con las manos antepechos, pasamanos, puertas, ventanas y muebles. Pero aunque sólo los locos pasan su lengua por las paredes, un espacio concreto puede recordar un sabor memorable o grato, sobre todo las cocinas.

Por eso, en la medida en que el gusto esta íntimamente asociado a la comida, y que ésta también se huele y se ve, (al punto de que en los restaurantes para snobs que abundan en Cali se adornan ridículamente los platos y los precios de los vinos son ridículamente altos), la comida y la bebida están asociadas a la arquitectura desde su inicio. De los muros corta vientos para proteger el fuego hasta las cavernas y ranchos de ramas en el bosque, en cuyo interior una hoguera calienta el ambiente y permite cocinar.

La cocina es, pues, parte fundamental de la vivienda. En las casas de hacienda del valle del río Cauca, en el suroccidente de Colombia, eran todo un animado ámbito separado de la casa misma y la comida era llevada por los esclavos domésticos, llamados “de adentro”, a cierta parte del amplio corredor que da al patio, en el que se ubicaba la gran mesa para comer junta toda la familia.

Después, en las nuevas casas urbanas del siglo XX, las cocinas estuvieron cerca de los comedores y las “sirvientas” se encargaban de pasar las bandejas a la mesa, y ahora, ya sin “domesticas”, se abre sobre estos, e incluso sobre las salas de estar, privilegiando su nuevo importante papel en la vida actual de las parejas, pues los hijos comen a otras horas y en otras partes, en la que se ha puesto de moda el cocinar, como también el ver hacerlo.

Comer y beber han tenido siempre un valor simbólico y estético en la vida de las personas y sociedades, y han inspirado continuamente a escritores y artistas, y aunque los grandes pensadores griegos clasificaron el gusto como un sentido inferior y meramente físico, el paralelismo entre los conceptos de gusto estético y percepción gustativa se encuentra en el origen de las teorías estéticas modernas (Carolyb Korsmeyer: El sentido del gusto, comida, estética y filosofía, 2002).

Así, el papel representativo y expresivo de la comida y la bebida ha adoptado diferentes significados en el arte, la literatura y la vida cotidiana. Es decir, que el sentido del gusto también debe ser considerado al proyectar espacios que magnifiquen el placer de comer y beber, cosa que no han entendido tantos restauranteros en Cali que confunden la verdadera arquitectura con la decoración. Y por supuesto buena comida y bebida en mala arquitectura es una lamentable contradicción.

Igual que las diferentes culturas hablan lenguas diferentes, habitan de diferente manera el mundo sensorial. Un proceso de selección cultural selecciona lo que los sentidos perciben, evidenciando unas cosas y ocultando otras, formando el gusto en un moldeamiento mutuo (Edward T. Hall: La dimensión oculta, 1959) que repercute en edificios y ciudades pues como escribió Emile-Auguste Chartier, Alain, "la arquitectura es como el molde en hueco de las ceremonias” (Veinte lecciones sobre las bellas artes, 1931).

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 23.11.2014

16.11.2014 De la arquitectura a la imagen

La mudéjar, que se conoce como colonial, llegó con los españoles y aquí se volvió mudéjar americano. La imitación de la arquitectura neoclásica se impuso con la afrancesada generación republicana del siglo XIX, la que tardíamente se volvió ya moderno historicista. A mediados del XX se reprodujo, principalmente de Estados Unidos, la construcción y arquitectura modernas, pero no siempre al mismo tiempo. Y ahora simplemente se copia de las revistas: es la deriva de la edificación a su imagen.

Las distintas funciones de la arquitectura tradicional del país se definieron a partir de formas derivadas de sus sistemas constructivos y materiales. Pero cuando estos proliferaron, junto con las escuelas de arquitectura, se pasó a un gran desarrollo técnico importado, junto a la ignorancia de las tradiciones propias. Hoy, debido al rápido crecimiento de nuestras ciudades, y con la disculpa acrítica del urbanismo y la arquitectura modernos, los proyectos resultan es de la especulación inmobiliaria y no de buscar que sean contextuales, funcionales y sostenibles.

La reinterpretación de lo ancestral, ahora desde una perspectiva post moderna, sería de nuevo su viejo camino. Pero despreciamos las maravillosas arquitecturas tradicionales del mundo subdesarrollado, sin siquiera conocerlas. Sólo vemos, en las revistas que nos llegan, las imágenes promocionales de las estrellas internacionales, pese a sus diferentes geografías, historias y circunstancias. Esta arquitectura espectáculo se inició con el post-modernismo decadente de una sociedad aburrida de tanta construcción anodina en la que había caído la vulgarización de la arquitectura moderna en el mundo, invocando el arte cuando en realidad vagaba sin rumbo por la frivolidad (Arturo G. de Terán: El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008).

Afortunadamente se abre paso la preocupación por las tradiciones, circunstancias y necesidades reales de cada lugar. Con sentido ético y no apenas estético se busca la autenticidad de lo propio, pues sin su referencia lo novedoso sólo serían extraños edificios que pronto pasarán de moda, o se demolerán como si fuéramos ricos. Es una arquitectura integrada a los entornos pre existentes, y tradicional pero sin caer en el pastiche. Sus retos son el ahorro de energía y agua potable, el uso de materiales reciclados y reciclables y de nuevos sistemas constructivos, y su flexibilidad, adaptabilidad y reciclaje futuro. Ajusta las tendencias internacionales a las circunstancias locales y busca la actualización de las tradiciones para un diseño pertinente a una geografía, historia y comportamientos sociales dados.

Como decía Heinrich Hübsch (1795-1863): “Si queremos crear un estilo que posea las mismas características que tanto nos gustan en los modos de construir –reconocidamente bellos- de otros pueblos, dicho estilo ha de surgir no de una índole pasada, sino de la condición actual de factores naturales: en primer lugar, de nuestros materiales usuales; segundo, del punto de vista actual de la experiencia tecno-estática; en tercer lugar, del tipo de protección que los edificios, en nuestro clima, suponen por sí mismos, en relación con su duración; y cuarto, de la propiedad general de nuestras necesidades, fundadas en el clima, y en parte quizá también en la cultura” (Varios: Teoría de la arquitectura, 2003).

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com.  16.11.2014

13.11.2014 Constancia

Buena parte de los proyectos arquitectónicos que se someten a las
curadurías o Planeación llegan con errores elementales. Baños que no
tienen ventilación, escaleras que no funcionan o que son peligrosas en
caso de evacuación de emergencia, alturas de paso insuficientes,
andenes por los que no se puede caminar, garajes en los que no se
pueden abrir las puertas de los carros, estacionamientos escasos o a
los que no se puede entrar ni salir y así por el estilo.

La falta de consideración por lo ya construido a los lados y atrás es
cada vez mas frecuente. Groseras “culatas” a escasa distancia de
fachadas existentes aprovechándose de la insuficiencia de las normas
locales o simplemente violándolas. Formas y terminados que no
consideran para nada los históricos del entorno en aras a una supuesta
modernidad, incluso cuando están en el área de influencia de inmuebles
catalogados en el POT como Bienes de Interés Cultural, BIC.

Pero el colmo del descaro (y de la estupidez) es presentar proyectos
que no corresponden a los usos aprobados para cada sitio, o modificar
a propósito en los planos las fachadas de los vecinos para realizar
los empates de alturas requeridos en lugar de ajustar las propias. Es
además todo un irrespeto para con los profesionales y funcionarios que
deben emitir su concepto al respecto y un burdo intento de fraude que
debería ser castigado por la justicia.

Y ni se diga esas personas inescrupulosas que se hacen pasar por
arquitectos sin tener los estudios, títulos ni licencias respectivos,
como igualmente los arquitectos que ilegalmente firman por ellos, y
los empresarios que ponen a la venta construcciones mediante imágenes
de su volumetría que no corresponden a los planos aprobados; es decir,
una publicidad engañosa que es castigada por la ley; y asunto al que
los medios de comunicación por supuesto deberían ponerle mas atención.

Igual a como dice Carl von Clausewitz refiriéndose a la guerra: “Una
gran parte de la información que se recibe […[ es contradictoria, una
parte aun mayor es falsa y con mucho la mayor está sometida a bastante
incertidumbre” (De la Guerra, 1838, p.69). Para no hablar de los
edificios que se desploman por hacer trampa en el dimensionamiento,
refuerzo y materiales de su estructura, como pasó en Medellín y que
desde luego también puede ocurrir en Cali.

Urge que la Sociedad de Arquitectos, el Consejo Profesional y las
universidades con programas de arquitectura se apersonen de este
asunto y por supuesto los Departamentos de Planeación respectivos; que
le paren bolas a esta guerra contra las ciudades y sus habitantes. Es
muy preocupante que cada vez se gradúan mas estudiantes sin ética
profesional ni dominio del oficio en los mas elementales pero básicos
aspectos del proyecto arquitectónico, y su correcta representación.

Como dice Clausewitz: “La incidencia de las verdades teóricas en la
vida práctica siempre se alcanza mas por la crítica que por la
enseñanza; porque allá donde la crítica es una aplicación de la verdad
teórica a los acontecimientos reales no sólo los acerca a la vida,
sino que acostumbra al entendimiento a esas verdades por la constante
recurrencia de sus aplicaciones. Por eso [es] necesario establecer,
junto al punto de vista de la teoría, el de la crítica.” (p.112). Es
justo el propósito de esta columna.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 13.11.2014