Columna publicada en el diario El País de Cali 29.07.2004
29.07.2004 Ambientes, espacios y volúmenes
En las escuelas de arquitectura los profesores y
alumnos se ocupan principalmente del volumen de los edificios mas que de sus
espacios y menos aun de sus ambientes. Las imágenes que se muestran en las
clases de historia o se ven en las revistas son la mayoría de las veces de
volúmenes y casi nunca de espacios y, desde luego, los ambientes son muy
difíciles de fotografiar. Las maquetas invariablemente se miran como objetos
volumétricos y apenas quedan los planos, que son un abstracción de dos
dimensiones para representar volúmenes y espacios que en arquitectura no tienen
solo tres dimensiones sino que se recorren en el tiempo y cambian con el paso
del día y las estaciones. Rara vez se mencionan los materiales propuestos: su
forma, color, matiz y textura, ni su despiese. Y casi nunca los ambientes.
Las fachadas, que son las que limitan los espacios
exteriores de los edificios, y que conforman nada menos que la ciudad, se
dibujan como si todos sus componentes estuvieran en un solo plano, y no se
miran en perspectiva que es como siempre se ven las calles. Las elevaciones,
por su parte, no se relacionan unas con otras ni con los pisos y cielos, pese a
que son los que conforman los espacios interiores de los edificios. Claro,
ahora se hacen perspectivas de computador, pero suelen ser tan mentirosas como
las dibujadas a mano antes: buscan ser bonitas en si mismas y no apenas
representar el edificio. Y aunque fueran muy realistas solo se pueden apreciar
con los ojos, al contrario de los edificios que se los habita tambien con el
oído e incluso el olfato, y con el observador casi siempre en movimiento o al
menos su mirada.
De ahí la dificultad de proyectar espacios y no solo
volúmenes. Pero ni se diga de la imposibilidad de representar en planos un
ambiente arquitectónico. ¿Cómo dibujar la resonancia de un recinto, o su
penumbra o la brisa que pasa? ¿Qué de los muebles y objetos diversos que lo
llenan? ¿Qué de las personas que lo ocupan? Muy difícil dibujar transparencias
y reflejos, al paso del sol, en la lluvia o el viento, o el agua que murmura y
da frescura y placidez. Sensaciones, evocaciones, encantos, embrujos y asombros
que, reclamaba Luis Barragán, ya poco se oyen cuando se habla de arquitectura.
Porque es que la única manera de describir un ambiente arquitectónico es
narrándolo. Y en las escuelas de arquitectura poco se lee y nada se escribe;
apenas se miran dibujos y maquetas volumétricas de anteproyectos de edificios
que se los califica a partir del gusto.
El resultado fatal de todo esto se ve cada vez mas en
todas nuestras ciudades. Edificios “nuevos” cuyos volúmenes son flor de un día
y que rápidamente pasan a dañar las calles –casi siempre “viejas”- que no
tuvieron en cuenta. Y cuyos espacios interiores la mayoría de las veces
simplemente desconocemos para no hablar de sus ambientes. La arquitectura
actual se ha vuelto entre nosotros un problema de las imágenes de los volúmenes
y no tambien y sobre todo de sus espacios y ambientes. Así se califican los
proyectos de los alumnos y se premian concursos y bienales pues las memorias no
las lee nadie y solo se exigen unas cuantas fotos o perspectivas; eso sí, la
“presentación” es lo que mas cuenta: como si se tratara de diseño grafico y no
de representaciones para leer la arquitectura que se propone mediante ellos.
Columna publicada en el diario El País de Cali 29.07.2004
Columna publicada en el diario El País de Cali 29.07.2004
22.07.2004 Las ciudades siempre son viejas
Los vestidos siempre son nuevos. Cambian con las
estaciones, las horas del día o la pompa y circunstancias; terminan por quedar
pronto dañados y se regalan o votan, y solo algunos pocos van a parar a los
museos en donde se los conserva solo para ser vistos. Lo mismo pasa con los
muebles -o los carros, aviones o barcos-, que aunque duran muchísimo mas,
tienen mas o menos el mismo destino. O incluso los edificios, pues apenas los
que se convierten en museos de si mismos siguen siendo mas o menos como fueron,
ya que la mayoría se adaptan a nuevas exigencias o simbologías o se demuelen.
Las ciudades, por lo contrario -y no solo las que ya están en ruinas-, siempre
son viejas. Pero ni siquiera Venecia es solo museo de si misma pese a que como
dice el poeta Joseph Brodsky sea la mayor obra de arte que ha producido
nuestra especie.
Las ciudades “nuevas” duran años en ser construidas de
manera que sus primeros edificios y espacios urbanos ya son viejos cuando aun
no se han comenzado los últimos. Es el caso de Brasilia, Chandigarh o Camberra,
ahora, o de Monpazier y Mirande, en la Edad Media, o Santa Fe, que levantaron
los reyes Católicos al pie de Granada, o de Palmanova, en el Renacimiento, si
se quiere. Es que, además, las ciudades
están siempre en permanente construcción o demolición, dependiendo de las
circunstancias políticas, económicas, sociales, culturales o técnicas, y,
generalmente, al mismo tiempo. Por eso en ellas siempre hay edificios nuevos,
incluso sectores nuevos, pero siempre están rodeados de contextos urbanos,
inmediatos o lejanos, que ya son viejos; y que constituyen invariablemente la
mayoría de lo construido.
Por eso los edificios, que solo son nuevos cuando se
levantan, siempre se suman a las preexistencias urbanas y arquitectónicas
conformando mas ciudad vieja, y no una nueva ciudad. Hecho urbano mucho mas
importante que el ser simplemente objetos grandes (que desde luego no solo
son). Por eso los mejores, cuando no se trata de verdaderos monumentos (que
suelen ser otra cosa además de edificios), son los que parece que siempre
hubieran estado allí, en medio de los que ya existían. Los que una vez
terminados parecen “viejos” y no “nuevos”;
o, mejor, que tienen algo de viejos y no solamente mucho de nuevos.
Complementan lo preexistente en lugar de tratar de reemplazarlo. En la
arquitectura si que se cumple la advertencia de Oscar Wilde: "Nada es tan
peligroso como ser demasiado moderno. Queda uno expuesto a pasar de moda de
repente."
Pero este hecho, fácilmente comprobable, es aun ignorado
con peligrosa frecuencia en muchas de nuestras escuelas de arquitectura. En
ellas el contexto de los proyectos académicos que hacen los estudiantes es
apenas el blanco de la hoja de sus dibujos, en los que es difícil que
representen los edificios colindantes. Lamentablemente todavía se enseña a
proyectar edificios de la misma manera en que se diseñan objetos: sin contexto
ni vecinos, sin muebles ni clientes, sin climas ni paisajes; sin tradiciones.
Sin ciudad. En eso consistió la tribialización de la arquitectura moderna en
las nuestras: hacer lo nuevo como si fuera a reemplazar rápida y totalmente lo
viejo. Pero aunque fue mucho lo que se destruyo no fue posible acabar con
ellas, con el resultado de que mas parecen ciudades viejas semidestruidas que nuevas
en construcción.
Columna publicada en el diario El País de Cali 22.07.2004
Columna publicada en el diario El País de Cali 22.07.2004
15.07.2004 Los edificios y sus circunstancias
La buena arquitectura siempre ha sido el arte y la
técnica de hacer que los edificios no solo se adecuen a sus circunstancias sino
que lo expresen poéticamente. Que respondan con belleza al clima, paisaje y
tradiciones de los lugares en los que se implantan. Que se ajusten
estéticamente a los recursos existentes, los usos para los que se proyectan y
las expectativas, costumbres y modo de vida de sus usuarios. En esta época
deberían además ser sugestivamente ecoeficientes. Y reciclables pues todos
duran muchos mas años que los conmitantes que los solicitaron y las circunstancias
en las que se construyeron. Sus usuarios cambian ahora ineludiblemente y
esperan de ellos nuevas posibilidades y emociones. Su arquitectura con
frecuencia vuelve y juega. Solo algunos monumentos son pura poesía.
Los
edificios deben manifestar un sentimiento hondo y perdurable de la belleza
arquitectónica que plantean, la cual esta determinada por el contexto urbano
que los rodea o el paisaje natural que los circunda. Nunca existen solos y con
frecuencia deben ceder su protagonismo a los edificios o espacios urbanos
preexistentes. En las ciudades siempre están en medio de otros a los que no
solo deben respetar sino complementar para mejorar los ambientes urbanos que
inevitablemente conforman. Pero la belleza arquitectónica es abstracta. Aunque la
arquitectura puede imitar a la naturaleza no la puede representar. Como el
arte, es histórica: para proponer novedades verdaderas –y no meros gestos de
moda- toca partir de los edificios que nos anteceden. En arquitectura es escaso
lo que se inventa y mucho lo que se reinterpreta.
Los edificios no solo deben responder al clima y
hacerlo bellamente, si no que hoy deben hacerlo con mayor eficiencia que nunca
pues no podemos seguir gastando irresponsablemente energía en su climatización
e iluminación, y además su adecuación al clima puede ser la mejor “disculpa”
para proponer nuevas formas o de manera novedosa viejas formas, o ambas cosas
al tiempo, que conduzcan a experiencias estéticas inéditas. Cuando están
emplazados en el campo deben calificar el paisaje natural ya sea “ocultándose”
para resaltar su belleza o “imponiéndose” para crear una nueva. Pero en las
ciudades deben pasar a ser parte de las tradiciones edilicias, arquitectónicas
y urbanas de los lugares en los que están; deben ser de allí y no de otra
parte. Incluso los monumentos son parte de ciudades que siempre son viejas,
pero tambien parte de su futura vejes.
Además
los edificios deben ser reciclables no solo en su distribución e instalaciones,
si no en sus formas. Ninguno se conserva exactamente como fue, no solo por que
con el paso del tiempo necesariamente cambian si no por que sus contextos están
inevitablemente en evolución. De ahí que los solo restaurados con purismo
resulten tan sosos y paradójicamente se vean incluso falsos. Mientras que los
nuevos que no quieren ser vistos viejos rápidamente se tornan no solo viejos si
no tambien feos. Como los hombres que los habitan, los edificios deben poder
cambiar porque sus circunstancias lo hacen. Es su sino, dice Rafael Moneo, el
gran arquitecto español y premio Pritzker; premio que este año se otorgo a Zaha
Hadid tal vez por la circunstancia de que nació en Bagdad, pese a que sus
edificios, que son como de cualquier parte, difícilmente podrán cambiar.
Columna publicada en el diario El País de Cali 15.07.2004
08.07.2004 Arquitectura y Lugar
Inseparables durante milenios, ya escasamente tienen
que ver una con el otro. Los lugares son cada vez mas parecidos entre ellos
mientras los edificios se vuelven cada vez mas simples objetos, como lo son
carros y aviones. Los suburbios del tercer mundo occidental son cada vez mas
semejantes; de México a Buenos Aires, de La Habana a El Cairo. El mismo
desorden y mugre, los mismos “cables de la luz”, la misma proliferación de
postes, la misma invasión de carros viejos y hasta los mismos colores amarillos
que anuncian las mismas ferreterías. El mismo kitsch de la arquitectura popular, que es la que se
ve pues la de los arquitectos solo la vemos los demás arquitectos de vez en
cuando en nuestras escasas revistas de arquitectura, y casi siempre son solo
versiones desafortunadas de las modas internacionales.
Sin embargo el problema sigue siendo el de siempre
pues como lo expresaban los antiguos mayas: “De varias clases se hacen los
edificios, los hay en los que sólo puede vivir el espíritu de dios que habita
en lo mas alto y su casa es como una montaña sagrada. Los hay que son como panales y tienen muchos
cuartos alrededor de un patio, y en ellos viven los señores en aposentos de
piedra. Los hay que tienen paredes de piedra pero sus techos son como los del
bosque, hechos de ramas y hojas, y en ellos viven los que sirven a los señores.
Pero como las casas de la gente común, todos ellos son a semejanza de la morada
que primero hicieron nuestros antepasados, con sus paredes cerradas y su techo
inclinado para librarnos de la lluvia y a su forma se hacen las casas de
piedra.”
Pero
las soluciones ahora ya no son las de siempre. Son muchísimas menos y casi
siempre extrañas a la historia y geografía de cada lugar. Nosotros, por
ejemplo, que tenemos sin saberlo no pocas tradiciones urbanas, arquitectónicas
y de forma de vida de origen hispanomusulmán, nos olvidamos, con los ojos
puestos en Miami (los clientes) y en Barcelona (los jóvenes arquitectos), de
asegurar la privacidad en nuestras viviendas. Ignoramos el mandato de los
versículos 4 y 5, del capitulo XLIX de El Corán, que ilustran claramente el
sentimiento que muchos aun tenemos en estas tierras. Conocidos como “El
Santuario”, dicen así: “El interior de tu casa es un santuario: los que lo
violen llamándote cuando estás en él, faltan al respeto que deben al intérprete
del cielo. Deben esperar a que salgas de allí: la decencia lo exige.”
Los
cerca de 35.000 arquitectos que hay en el país, en lugar de ver (solamente)
tanta revista española de arquitectura, deberíamos buscar critica y colectiva
soluciones para nuestras diferentes regiones. Soluciones que consideren los
asuntos mas importantes de la profesión actualmente, como son la preeminencia
urbana y la versatilidad, reciclaje, ecoeficiencia y seguridad de los
edificios, y las tendencias estéticas en el país y el mundo que den cabida a
las búsquedas generacionales de cambio e innovación. Pero solo en la medida en
que sean pertinentes a nuestra geografía (clima, topografía, suelos y
paisajes), tengan en cuenta nuestra historia (tradiciones urbanas,
arquitectónicas y constructivas) y nuestro comportamiento social (gusto,
expectativas y manera de vivir). Y bajo la premisa de que la arquitectura debe
atenerse a las normas, y ser construible y habitable; pero grata y emocionante.
Columna publicada en el diario El País de Cali 08.07.2004
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