10.02.2014 Espacio vs volumen

La arquitectura empieza juntando ramas para procurar un espacio para la vida, generando un volumen, después de haber sido apenas un volumen para señalar una muerte. En la cueva la arquitectura es la cueva misma y su vano de entrada. Cuando el espacio interior se vuelve un tipo arquitectónico se puede comenzar por su volumen porque ya se sabe como será el espacio contenido. Pero en la arquitecturaa espectáculo actual se modela un volumen, se le meten unos espacios, y se “coloca” en la ciudad ignorando el lugar. Las fotos salen “interesantes” y jurados que no van al sitio lo premian.

El urbanismo empieza cuando uno o varios volúmenes arquitectónicos conforman un espacio exterior, ya sea espontáneamente, como al principio de las ciudades, tanto el privado como el público, o, deliberadamente, como cuando un conquistador en Iberoamérica dispone en el paisaje y cerca a un río la Plaza Mayor de una ciudad, su espacio público por excelencia, y a partir de ella genera el trazado ortogonal de las calles que se desprenden de la misma y conforman manzanas con patios (Antonio de León Pinel, y Juan de Solórzano Pereira: Recopilación de las leyes de los reinos de Indias, 1680).

De allí el olvido fatal de lo que son en esencia las ciudades, en el que se cayó cuando se convirtieron las plazas en parques en las nuevas republicas, a finales del siglo XIX y principios del XX, siguiendo el ejemplo de Antonio Nariño. Este a su vez seguía en Santa Fe el de los revolucionarios franceses que, buscando un símbolo que remplazara a los de la monarquía y la iglesia, recordaron el amor de Rousseau por la naturaleza e in­ventaron los Árboles de la Libertad, que sembraron en las Plazas Reales (Julio Carrizosa Umaña: La política ambiental de Colombia. Lecturas Dominicales, El Tiempo, Bogotá 31/05/1992).

Para peor de males en la arquitectita espectáculo actual sólo se modelan volúmenes, ignorando el espacio urbano pre existente, pues las ciudades siempre son viejas, lo que olvidan esos nuevos “arquitectos” que se creen haciendo arquitectura “nueva”. Pero son sólo túmulos que aparte de la moda, la frivolidad, el espectáculo, el egocentrismo y el dinero, ya no son de piedra ni celebran nada, como le pedía Ludwig Wittgenstein, el celebre filosofo vienes y arquitecto aficionado, a la gran arquitectura (citado por Félix de Azúa: Diccionario de las artes, 2002).

En conclusión, para muchos “arquitectos” no importa el espacio, tanto interior como exterior, si no apenas el volumen, incluso solo los planos que lo conforman. Y ni siquiera su juego de llenos y vanos, si no apenas su superficie: solo vidrio (para eso están las cortinas) o solo lleno (para eso está la luz artificial); y si hay problemas pues se cubre todo con una mortaja (Germán Téllez: Notas de Medellín, Torre de Babel, Bogotá 15/01/2014). O, por lo contrario, recurren a un completo “muestrario” de materiales y formas falsamente complejo, que no inmortaliza ni glorifica cosa alguna.

Ahora lo verdaderamente nuevo es regresar a la vieja arquitectura, no a su imagen, claro, sino a su esencia: su contextualidad y ecoeficiencia; como en Masdar en Abu Dhabi (Luis Fernández-Galiano: Los rascacielos del Golfo y nosotros, El País, Madrid 02/03/2010). Espacios y volúmenes que conforman edificios y estos a su vez ciudades. Las dos caras de la buena arquitectura, siempre y en todas partes, pero asuntos que aquí se “enseñan” por separado en las escuelas de arquitectura, en las que ni siquiera se dibujan los andenes.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 10.02.2014