22.03.2012 En memoria

Alfonso Caycedo Herrera nació el 25 de Julio de 1918 en Cali (el mismo día de la fundación de la ciudad) y murió el pasado viernes. Arquitecto, urbanista y constructor, mereció el Premio “Toda una vida” de la SCA, en 1994, por su dedicación y entrega a la arquitectura y a la entidad. Después de graduarse del Colegio San Luis Gonzaga en 1936, estudio en la Universidad Nacional, en donde se gradúo en 1942. Después trabajó en Bogotá en el Ministerio de Higiene en el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública, y regresó en 1944 a Cali para colaborar en el diseño de la urbanización Santa Isabel que adelantaba el arquitecto austríaco Karl Brunner, de quien había sido alumno en la Nacional y con el que se identificaba en ese entonces, y además establece una sociedad con el arquitecto Ángel Castro Borrero.

            El impulso definitivo a la arquitectura moderna en esta ciudad se le debe a Caycedo Herrera, quien fue el primer arquitecto en Cali con estudios específicos en la disciplina, pues llega en un momento en que la arquitectura en Cali es ejercida funda­mentalmente por ingenieros que trabajan apoyados en manuales de ornamentación y de estilos. Fundó en 1947 el Capítulo del Valle del Cauca de la Sociedad Co­lombiana de Arquitectos y, durante la rectoría de Tulio Ramírez, la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Valle, la segunda en el país después de la de la Universidad Nacional en Bogotá, y fue su primer Decano y, como maestro, responsable de la formación de muchos profesionales cuyas ejecutorias constituyen un acervo patrimonial de primera importancia en Cali y el Departamento.

            Iniciativas que adelanta con otros arquitectos que comenzaban a regresar a Cali en esos años, como Álvaro Calero Tejada, Félix Mier y Terán, Gonzalo Alarcón, Jaime Castro Córdoba, Carlos Aguirre, Guillermo Cote Lamus y Heladio Muñoz. La fundación de la facultad fue considerada un verdadero paso en la modernización de la ciudad, de la que se pensaba que estaba lla­mada a ser la primera del país y que su futuro re­quería técnicos (Apuntes del día, Relator, 23/0/1947), y la práctica del profesional de la arquitectura fue reconocida socialmente en la región. Ocho años después de la fundación de la Facultad, Carlos Martínez, director de la Revista Proa, señalaba como "por su nacimiento, por la edad de sus directivas y por el vigor y moderna orientación plástica de sus enseñanzas es la más joven de Colombia" (Proa 87, 1955).

            Interesado en la política como un servicio a los sectores marginales, lo que debió influir a su hijo Jaime, hoy dirigente del PC, fue compañero de luchas de Gaitán y Senador por el MRL y como Concejal animó los proyectos de planeación urbana y del Plan Piloto de la ciudad, e impulsó el Plan Regulador contactando a Le Corbusier y finalmente a Wiener y Sert, quienes lo elaboraron. Con él se inicia profesionalmente la planificación urbana en Cali y fue promotor de una arquitectura a favor de una ciudad más humana. Sus obras más reconocidas son la Iglesia de Santa Mónica, el colegio de San Luis Gonzaga (en 1944, con los hermanos Carlos Borromeo y Elías Álvarez), el edificio Ávila, el edificio Arboledas y la Clínica del Seguro Social. También construyó los hospitales del Seguro Social en Buga y  Palmira. 

Columna publicada en el diario El País de Cali. 22.03.2012

08.03.2012 ¿Arquitectura?

Los diccionarios decían antes que la arquitectura era el arte de construir, pero como dice Juhani Pallasmaa (Entrevista con Anatxu Zabalbeascoa, 2006),  la de hoy  ya no es para la gente y solo se dirige al ojo. Que es narcisista porque enfatiza al arquitecto, al individuo, y nihilista porque aniquila las estructuras culturales, pues hoy los mismos arquitectos construyen los mismos edificios por todo el mundo (que aquí copiamos), y así es difícil reforzar una cultura.

            Que hay que criticar la aplicación de criterios únicamente comerciales en la arquitectura, especialmente la de las grandes firmas, pues con frecuencia convencen a políticos, arquitectos y ciudadanos. Que existe una idea muy vaga sobre la finalidad de la arquitectura, y hoy se emplean los edificios como imágenes que reflejan el egocentrismo de un cliente y un arquitecto artista. Y que ése no es su fin (y menos aquí donde estamos acabando con la unidad de las ciudades).

            Que es una consecuencia de la comercialización del mundo, y de la velocidad del cambio (sobre todo entre nosotros), pues todo tiene que ser rápido y al momento, y además hay demasiado de todo, sobre todo información. Que hay que gritar para ser oído, mientras las catedrales contrastaban con el mundo pero invitaban a un encuentro íntimo. Que la arquitectura debería estar social y culturalmente orientada para anclar a la gente en el mundo en lugar de imponer su presencia.

            Que la arquitectura de hoy ha descuidado los sentidos, pues se ha convertido en un arte visual. Y, por definición, la visión excluye de lo que se está viendo. Se ve desde fuera, mientras que el oído envuelve y el tacto une a lo tocado. Que la arquitectura es el arte de la lentitud y el silencio. Pero si lo que se busca es impacto inmediato, consecuencia de procesos económicos y tecnológicos (aquí de la simple penúltima moda), la imagen visual es una herramienta potente.

            Que lo que debe cambiar no es la tecnología sino el enfoque que usan los arquitectos, pues su función  no es la de alienarnos en una relación sensual con el mundo, sino reforzarla. Que la necesitamos (sobre todo en ciudades sin identidad como Cali). Que el elemento erótico de la arquitectura está representado por el tacto, que invita a juntarse y a ser uno con lo tocado, con el entorno (lo que no podrán entender esos estudiantes que mantienen encerrados en las aulas).

            Que la condición periférica ha producido la mejor arquitectura desde la Segunda Guerra Mundial (como es el caso aquí la de Rogelio Salmona). Pero que se está haciendo puramente estética a costa de perder su esencia (como en Medellín), y que esa tendencia es uno de los aspectos mas negativos de la globalización y de nuestra cultura consumista (y peor cuando es tan dependiente culturalmente como la nuestra).
            Que –terminaba Pallasmaa hace cinco años, por lo que a algunos les parece que ya no es válido- lo palpable de la arquitectura antiguamente se conseguía de la mano de los artesanos, pero que hoy sólo se puede con la imaginación del arquitecto. Que hay que reducir la escala de los edificios, y que hasta en los mayores es posible. Que lo mejor que le pueden decir a un arquitecto es que que no se destaca (que no grita, pero que construye con arte, habría que agregar).

Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.03.2012


01.03.2012 1,6180...

Este número, llamado de oro o áureo, de decimal infinito y no periódico,  representado con la letra griega φ (Phi) en honor al gran escultor Fidias, posee muchas propiedades interesantes. El primero en estudiarlo fue Euclides (c. 300-265 a. C.) en Los Elementos, al construir su Rectángulo Áureo a partir de un triangulo recto en el que su cateto mayor es el doble del otro, demostrando que no puede ser descrito como la razón de dos enteros, es decir, que es un número irracional que define la  Sección Áurea, que es una recta dividida de tal manera que su segmento menor es al mayor como este a su totalidad (1/1,6180 /2,6179), proporción que se encuentra en nervaduras de hojas, grosor de ramas, caparazones de caracoles,  girasoles, etc., como en ciertas figuras geométricas, y a la que se atribuye el especial carácter estético de diversas obras de arquitectura, pintura y escultura.

            El Modulor, el sistema de medidas propuesto por Le Corbusier (1887-1965) en 1948, seguido por El Modulor 2  en 1953, continúa la larga tradición de Vitruvio, Leonardo Da Vinci y Leon Battista Alberti, en la búsqueda de una relación matemática entre las medidas del cuerpo humano, que sirviese como un procedimiento para determinar las medidas de un edificio, y mantener así la escala humana en todas sus partes. La propuesta de Le Corbusier se origina en la medida del hombre con la mano levantada, 2,26 (metros), o en su mitad, la altura del ombligo, 1,13, que se multiplican o dividen sucesivamente por Phi para obtener la serie azul, en un caso, y la roja en el otro. Son dos  sucesiones de Fibonacci, en las que cada número es la suma de los dos anteriores, permitiendo miles de combinaciones armónicas.

            Su referencia fue el Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo de 1492,  cuya altura es 1,77, inscrito en una retícula de diez módulos de 0.22, basado en el propósito de Vitruvio de que la arquitectura debe tener “medida y proporción”, y que solo a partir de un "módulo constante y calculado" hay correspondencia entre sus partes y de estas con su conjunto (De architectura,  c. 23 o 27 a.C.), y que el cuerpo humano posee simetría y proporción naturales, que todo espacio debe poseer, a partir del codo, el pie, el palmo y el dedo, medidas que conforman un “computo perfecto”  cuya secuencia es base de la arquitectura y el urbanismo que detalla en su tratado, y que corresponden aproximadamente a 0,40 - 0,30 - 0,15 y 0,01 (metros). Pero fueron las dimensiones  anglosajonas las que se impusieron globalmente en edificios y muebles.


            Después de la Segunda Guerra Mundial, se definió un sistema de coordinación modular para facilitar la urgente construcción masiva de viviendas, que igualara el sistema métrico con el de pie-pulgada anglosajón, y se ajustara a las medidas más comunes del cuerpo humano, muebles, recintos y la construcción, siendo su Modulo Básico 0,10 (Caporioni, La coordinación modular, 1960). Hoy, las retículas de diseño que incluyen las medidas mas comunes en uso, y las más completas y fáciles de multiplicar y dividir, son de 1.60 (metros) para espacios pequeños,  3.20 para medianos, o 6.40 para  grandes. Y se pueden intercalar otras medidas recurrentes, múltiplos de 0.20 (medio codo) o ajustarlos a dicha medida. Y por supuesto también hay que aproximarlos  cuando se multiplica por 1,6180….en búsqueda de la divina proporción.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 01.03.2012