11.07.2017 Los nuevos arquitectos

Como dijo de los artistas hace muchos años el conocido pintor Fernando Botero -que eran las putas de la sociedad- los arquitectos lo son pero del poder. Sin mecenas, y apenas con clientes, es poco lo que se puede hacer aparte de ejercicios universitarios sobre temas que casi nunca se vuelven un encargo en la vida profesional, y pequeños trabajos propios.

El comunista Oscar Niemeyer hizo palacios mientras que el pro nazi Frank Lloyd Wright cientos de casas para gente común. Cuando se desmembró la Bauhaus, Walther Gropius terminó en Estados Unidos mientras Hannes Meyer se fue para la Unión Soviética en donde no duro mucho, y sus adelantadas ideas junto con Hans Wittwer se quedaron en el papel.

Sin la empresa de bebidas fundada por Joseph E. Seagram, un contrabandista enriquecido durante la Ley Seca, Ludwig Mies van der Rohe (en colaboración con Philip Johnson quien de seguro fue el que consiguió el encargo) se hubiera quedado en el Pabellón de Barcelona, que desde luego ya es mucho. Aldo Rossi era de izquierda pero Carlo Scarpa de derecha lo que llevó a que uno tuviera encargos importantes mientras el otro no tanto.

Es cierto que Miguel Angel sacó al Papa Sixto VI de la Capilla Sixtina para que no interrumpiera su trabajo, pero era Miguel Angel, o sea una excepción, y Howard Roark, el arquitecto héroe de “El Manantial“, 1943, de Ayn Rand es, claro, pura ficción.

De ahí que lo oportuno sea hablar de arquitectura y no de arquitectos como Santiago Calatrava que se quedaron sin encargos, demandados como él en Venecia () y Valencia.

La arquitectura espectáculo promovida por los que aun creen en el “efecto Bilbao” ya nadie la quiere por tramposa y costosa, como el museo de Frank Gehry en Panamá. Salvo en Colombia donde cientos de arquitectos que se gradúan cada año guardan silencio.

Pero sin mecenas, y apenas con clientes ignorantes o codiciosos, es poca la arquitectura que se puede hacer pues los dioses, los grandes comitentes de siempre, ya no precisan de templos. Por eso hay que exigir para todas las obras públicas concursos de ideas y no de imágenes y con jurados idóneos, no como los que otorgan premios a los imitadores de Zaha Hadid; o a ella.

Ya lo señaló Henry Hobson Richardson a finales del siglo XIX, pero toca repetirlo cada tanto: el primer trabajo del arquitecto es conseguirlo, o como lo dijo décadas después Marcel Breuer: “Un pintor hace algo y entonces lo vende; un arquitecto lo vende primero y después lo hace” (Winthrop Sargent: Profile of Marcel Breuer, 1971).

Vender oficio y experticia en variaciones tipológicas que obedezcan a climas y paisajes y no falsa originalidad. Pero como escribió Aldo Rossi, “no existe ninguna posibilidad de invención tipológica si admitimos que ésta se conforma mediante un largo proceso en el tiempo, y que está en un complejo vinculo con la ciudad y la sociedad” (La arquitectura de la ciudad, 1971).

Por eso es preciso ante todo estudiar y conocer lo propio, como en el Taller Internacional de Cartagena, pues la tecnología aplicada a la construcción debe combinar elementos tradicionales y novedosos para reducir la huella de carbono en edificios y ciudades, que son los mayores generadores de gases de efecto invernadero (Sophia y Stefan Beling: Sol Power, 1996).


Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 11.07.2017

04.07.2015 Para qué un diccionario

Escribe Eduardo Punset que: “El propósito de la teoría científica no consiste en limitarse a observar la naturaleza, sino en facilitar las normas para manipular los objetos estudiados y el lenguaje necesario para controlar y transmitir los resultados.” (El viaje a la vida, 2014, p.95). Justamente por eso mismo es que la finalidad de analizar obras arquitectónicas visitándolas, sea el facilitar su entendimiento, como también, posteriormente, la composición de nuevas obras, para lo cual es definitivo usar un lenguaje preciso.

Lenguaje conciso que en últimas es el que acopian los diccionarios, que, como lo define el Diccionario de la lengua española, DRAE, precisamente, son libros, impresos o virtuales, en los que se recogen y explican de forma ordenada las voces de una o más lenguas, o los términos de una ciencia, una técnica, un arte, un oficio o una materia determinada, en este caso la arquitectura, la que por lo demás tiene que ver al mismo tiempo con todos esos temas y se debe hablar de ellos con el mismo rigor, y no con cómodas ambigüedades de moda.

Pero como bien dice Julio Cesar Londoño (El Barney’s Dictionary, El País, Cali 05/06/2013), los diccionarios aspiran a examinar todas las palabras del tema pertinente, y definir es muy difícil porque la definición tiene que ser tan amplia que quepan todos los elementos de una cierta clase, y tan estrecha que excluya los de clases semejantes. Mas la arquitectura, como piensa él, tiene la ventaja de que está a caballo entre la ciencia y el arte, lo que permite aspirar al rigor sin desmedro de la poesía. Hablar del arte con técnica y de la técnica con arte.

El lenguaje usado es inseparable del oficio de la arquitectura, y relativo a las técnicas, materiales y modo de usarlos y a las relaciones entre ellos en las obras, como dice Giorgio Grassi (Introducción al libro de H. Tessenow: Osservazioni elementari sul costruire, 1974). Pero la mayoría de las bellas palabras de los diccionarios de arquitectura, ya no se necesitan, y muchas de las que se usan ahora en el país no son precisas, o no son usadas correctamente, o son tomadas del inglés. Además algunos neologismos necesarios apenas están apenas en proceso de consolidación, o se necesitan algunas nuevas palabras.

De otro lado, los diccionarios especializados pertenecen a un campo determinado y proporcionan una breve información sobre el significado de sus términos esenciales. Y en el caso del AZ: Las palabras de la arquitectura, 2013, está organizado de dos maneras: según el proceso de proyectación siguiendo la famosa utilitas, firmitas y venustas de Vitruvio, pero agregando el emplazamiento y el método; y al final en el orden alfabético convencional. Son las palabras indispensables a una arquitectura para nuestras ciudades, topografías, climas, paisajes y tradiciones.

Como dijo Hemri Poincaré, “una palabra bien elegida puede economizar no solo cien palabras, sino cien pensamientos” (http://es.wikiquote.org). A lo que se puede agregar que evitar tomarlas del ingles ayuda a pensar en una arquitectura propia y para el trópico, frío, templado o caliente, y no la de moda en climas de estaciones. Londoño dice que es otra utopía, pero Eduardo Galeano las ve como metas en el horizonte que se alejan a medida que nos acercamos a ellas (Me caí del mundo y no se como entrar, 2010).

Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 04.07.2015