En Colombia la Ley
establece una ética para los arquitectos pero, recuerda Willy
Drews, ex decano de arquitectura de la Universidad de los Andes, no existe la
del diseño. La de disponer el orden adecuado de los
volúmenes, espacios y recintos de los edificios, el manejo óptimo de los materiales,
mano de obra y presupuesto disponibles, la satisfacción de las necesidades,
aspiraciones y posibilidades de los clientes, la eficiente adaptación al clima,
y el respeto del entorno, la ciudad, su historia y su paisaje, buscando el
beneficio común y cumpliendo las normas. Condiciones que deberían ser el inicio de los proyectos de arquitectura
y urbanismo.
Se trata, como dice Drews, de no
imponer un proyecto sin respetar su entorno, de no atentar contra la movilidad
sin proponer alguna solución, de no atraer una gran población sin ofrecer un
espacio público adecuado y de no reducir a dimensiones inaceptables los
estándares arquitectónicos, buscando el lucro personal e ignorando el bienestar
de la comunidad. Y cuando no se cumplen las normas vigentes “se cruza la frágil frontera entre la ética y
el delito, y es nuestra obligación denunciarlo y tratar de evitar su
construcción.” Y el que, lamentablemente, a veces las regulaciones no sean
“cumplibles” no lo justifica.
Curiosamente ahora que se habla
tanto de la corrupción en el país y de los millonarios contratos de obras
públicas a dedo y “amarrados”, poco se ha dicho de esos arquitectos que se
prestan para hacer diseños que saben que deberian ser por concurso público, o
que firman cláusulas de confidencialidad que les impiden consultar lo que
hacen, o que no respetan los bienes de interés cultural. Para no hablar de los
que negocian las tarifas y se las ingenian para esquivar las normas. O los que
pagan para obtener los encargos, o se auto promocionan mediante una “publicidad
profesional pagada” que, a diferencia de la “publicidad política”, ni siquiera
va con la nota que dice que lo es.
Ya el Comisario de
la Bienal de Venecia de 2000, Massimiliano Fuksas, había pedido "mas
ética, menos estética", pero aquí
la arquitectura espectáculo sigue de moda y se les muestra acríticamente a los
estudiantes de arquitectura, la mayoría de los cuales dificilmente pueden
viajar a ver en la realidad dichos “referentes”. No entendemos aun que “nuestra
responsabilidad con nuestra comunidad y las futuras generaciones –como dice
Drews- no se reduce únicamente a lo que hacemos, sino a lo que permitimos que
se haga. Solamente un cumplimiento estricto de la Ética de Diseño nos permitirá
tener mejor arquitectura, y por ende mejores ciudades”.
Igual que lo dijo García Márquez
de la literatura en La literatura
colombiana, un fraude a la nación (Acción Liberal, nº 2, Bogotá, 1960], en
la arquitectura en Colombia se han ensayado en los últimos años todas las
modalidades y tendencias. Se han experimentado todos los manierismos e
inclusive buscado de buena fe nuevas formas de expresión. Pero, aparte de que
las modas han llegado tarde, parece ser que nuestros arquitectos actuales
carecen de un auténtico sentido de lo nacional, que es sin duda la condición
más segura para que sus obras sean pertinentes aquí y ahora en lugar de buscar
una proyección universal que tampoco logran.
Columna publicada en el diario El País de Cali. 29.09.2011