Nos recuerda de Terán que todo comenzó en la década de 1980 con la rápida decadencia del movimiento post-modernista y su arquitectura “rompedora, atrevida, efectista y substancialmente formalista, que prendía y tenía su eco en una sociedad de la sobreabundancia que se aburría de tanta arquitectura anodina y sin personalidad”. Es un momento de crisis de la arquitectura que coincide con la caída del Imperio Soviético y se inicia, rápida pero desordenadamente, un inevitable proceso de globalización. Muchos arquitectos comenzaron a creer que “están en este mundo porque su arquitectura ha sido reconocida como arte”. Fue un aparente aire fresco del que estaba necesitada esa parte de la sociedad “carente de imágenes novedosas y reveladoras de ese éxito social y económico del que se sentían protagonistas”, y que por lo tanto buscaba como fuera la representación de su poder político y económico. “Parecía que era necesario creer en un futuro prometedor, y la arquitectura era un buen vehículo transmisor de ese nuevo mundo”.
Hoy, como lo afirma de Terán nuestros retos como sociedad estarán dominados por otros criterios obligados por el cambio climático como son la sostenibilidad, el respeto por el medio ambiente, el uso de materiales reciclados y reciclables, el invento de nuevos sistemas constructivos, la racionalidad de los edificios teniendo en cuenta sus usos diversos iniciales y su flexibilidad y adaptabilidad a funciones futuras. Pero en Colombia todo nos llega tarde y aun estamos seducidos por formas que solo son novedosas en nuestra ignorancia, y de las que ni siquiera invocamos su artistisidad sino su moda, sin importarnos que ya esté pasada de moda. En Bogotá se van a construir dos grandes edificios arrodillados a esa arquitectura “facetada”, que no pasa de ser un vidriado capricho formal que atenta contra su buen uso y climatización y, especialmente, contra su contextualidad, como sucede con algunas de las nuevas bibliotecas de Medellín. En Cali, tan dada al espectáculo, ojalá nos podamos salvar pues, afortunadamente esta vez, desde los Panamericanos todo nos llega aún mas tarde.
Columna publicada en el diario El País de Cali. 31.07.2008