Con
el Movimiento Moderno en arquitectura, a principios del siglo XX, la vivienda
fue objeto por primera vez del trabajo de los arquitectos, después de mas de
diez milenios de ser apenas una artesanía con frecuencia maravillosa. Antes los
arquitectos solo levantaban palacios y castillos para los poderosos o, mas
recientemente, para los burgueses ricos originados por la revolución industrial
del XVII. Hoy en día la mayoría de las construcciones en las ciudades, en las
que en países como Colombia vivimos cerca del 80% de sus habitantes, están
destinadas a la vivienda, y en la mayoría están involucrados de una u otra
manera los arquitectos.
Algunas viviendas están localizadas
a las afueras de las ciudades y muchas en sus suburbios, pero la mayoría están
en sus nuevos desarrollos, sus barrios tradicionales, y unas pocas en sus
centros históricos. Y en mayor o menor grado dependen de sus climas, paisajes y
tradiciones urbano arquitectónicas, aunque cada vez menos debido a la
globalización de comportamientos, sistemas constructivos y gustos. Son
viviendas permanentes, unifamiliares, como las casas, o multifamiliares, como
los apartamentos, pero también transitorias como los hoteles, las residencias
universitarias o las casas de fin de semana, amén de cuarteles, refugios y
viviendas de emergencia.
Sus programas suelen ser amplios y
complejos. Abarcan la vivienda familiar misma, pero también contienen sitios
para trabajar, estudiar o recrearse, y para guardar los carros y los checheres
que acumulamos. En ellas habitan hombres y mujeres, desde niños y adolescentes hasta adultos y
ancianos, los que ocasionalmente pueden estar enfermos o convalecientes, o eventualmente
ser discapacitados, y están los diferentes tipos de visitantes y huéspedes. Y
por supuesto es imprescindible su funcionalidad, confort, privacidad y
seguridad, pero también su belleza y significado.
La gran mayoría suelen ser
construidas mediante materiales, componentes y elementos que conforma los
sistemas tradicionales, y tienen distintos cerramientos, puertas y ventanearía,
como entresuelos y cubiertas, todos generalmente también tradicionales, pero
sólo en el último siglo incluyen diferentes redes de agua, alcantarillado,
energía, gas y telecomunicaciones. Sus terminados y formas son múltiples y
reflejan las pretensiones y estatus de sus propietarios, pues son, con los
carros y vestidos, su símbolo en la sociedad y de ellos depende su prestigio.
De ahí que en la vivienda lo funcional, lo constructivo y lo simbólico estén
tan íntimamente relacionados.
Pero hoy siguen mas las modas
promovidas por la industria inmobiliaria para garantizar su obsolescencia
programada, igual que pasa con los carros y los vestidos. La vivienda, que
antes era solamente una necesidad, se volvió también un negocio que
lamentablemente afecta su funcionalidad y economía, y su permanencia en las
ciudades. Esta “renovación urbana” no planificada pero sí permanente, es lo que
mas afecta la infraestructura de servicios,
la vialidad y el transporte público, lo mismo que la memoria colectiva
de los ciudadanos y su arraigo con su respectiva ciudad, con graves consecuencias en términos de seguridad
y calidad de vida, como son las que vivimos ahora en nuestras ciudades.
Columna publicada en el diario El País de Cali. 27.07.2011