30.12.2014 Propiedad, arquitectura y ciudad

Los deberes y derechos que señalan los reglamentos de propiedad horizontal y de convivencia no sólo tendrían que ver con la propiedad misma (vivienda, oficinas, locales comerciales, bodegas, estacionamientos, recintos industriales y demás) ni con la construcción en la que se encuentran, sino con su arquitectura y los espacios urbanos, privados o públicos, que conforma, como con el barrio en que está y, finalmente, con la ciudad toda. Es un claro deber de convivencia ciudadana tan importante como el derecho fundamental de las familias y los individuos a la privacidad.

Principiando por las fachadas, las que hay que entender como un asunto mas público que privado, independientemente de que sus propietarios sean particulares, los que tienen el deber de conservarlas en la misma medida en que tiene el derecho a disfrutar las de los otros. Y desde luego es aberrante que los ocupantes temporales de los edificios públicos las traten como si fueran de ellos y no de los ciudadanos…y sus descendientes. Edificios públicos que por supuesto deberían contar con su respectivo reglamento de uso.

Es imprescindible que todos los cerramientos de un edificio sean considerados como fachadas y no apenas las que dan a la calles o a los aislamientos. Es decir, que no debería haber “culatas” sino fachadas ciegas pero con los mismos materiales de las principales, con las que comparten la conformación de los volúmenes de los edificios, y su conservación ser una responsabilidad de los copropietarios, de manera similar a como actualmente se tratan cubiertas y terrazas. Como un derecho común y por lo tanto un deber colectivo.

Hasta aquí el problema de la forma de los edificios, y los deberes y derechos de sus copropietarios, pero además están los diferentes temas de su emplazamiento, función y construcción. El derecho a que se respeten las visuales existentes al adquirir una propiedad y a ser al menos informado de cómo se van a modificar en el futuro. El derecho a que eventuales cambios de uso no alteren la privacidad y comodidad de sus usuarios. El derecho a que las obras de mantenimiento, o nuevas construcciones, no altere su tranquilidad. Y el deber de los copropietario, a su turno, de respetar los derechos de los otros.

La propiedad horizontal es un acuerdo jurídico que incluye el conjunto de normas que regulan la división y organización de los bienes privados y comunes que han sido segregados de un inmueble, ya sea un terreno o un edificio, reglamentando la forma en que se los divide y la relación entre sus copropietarios, permitiendo su organización y mantenimiento. Y por tanto de la forma de división de la propiedad en que se divida un condominio y que atribuye al titular un derecho de propiedad absoluto y exclusivo sobre las mismas, y un deber de copropiedad respecto a los bienes de dominio común.

Sin embargo, debería ser no apenas horizontal (los diferentes pisos) sino vertical (las diferentes fachadas), y sobre todo desde la ciudad hacia la propiedad y no al contrario. Buscar que sean una eutopia (un mejor lugar) y no que se queden en una mera utopía. De ahí que las normas urbano arquitectónicas de las ciudades sean tan importantes, y para que lo sean tienen que ser pocas, claras, cortas, verticales y duraderas; que se conviertan en parte de la cultura. De un edificio, una calle, un barrio, un sector, una ciudad.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 30.12.2014

14.12.2014 Oficio y docencia

Infortunadamente con la presión de las acreditaciones muchas escuelas de arquitectura se están llenado de teóricos, lo que es sin duda bueno, pero que no practican el oficio que pretenden enseñar, lo que definitivamente es muy malo. Se precisa un profesorado conformado por arquitectos que hayan teorizado sobre el oficio que practican, y por especialistas de verdad, y no meros “expertos” que como dicen que decía Frank Lloyd Wright creen que lo saben todo y ya no piensan.

Pero ahora deberán preocuparse por la equidad urbana. Como dijo Jane Jacobs en su crucial libro de hace mas de medio siglo (Muerte y vida de las grandes ciudades, 1961) “el camino que conduce al centro del aparentemente misterioso y perverso comportamiento de las ciudades es uno solo: observar atentamente, con las menos pre-expectativas posibles, las escenas más ordinarias, los acontecimientos más corrientes, e intentar averiguar después lo que signifi­can y si entre ellos discurre algún vínculo que les de coherencia.” 

En Latinoamérica las ciudades mas grandes están en los valles interandinos. Su rápido crecimiento permite que la propiedad privada y el negocio inmobiliario lleven al mal uso del suelo y la crisis de su transporte y espacio público. Habría que proyectar sus nuevos edificios para que las completen, y no extenderlas mas controlando su falsa obsolescencia pues sus formas pueden evolucionar para nuevas funciones con técnicas que progresan. 

Las ciudades no son sólo reflejo de cambios sociales y económicos, pero aquí sigue interesando mas lo que pasa en ellas que el artefacto. Su pasado está presente y es ejemplo para el futuro. Escenario de la cultura y la democracia, son un palimpsesto en el que se lee su historia, son la obra más compleja del hombre y concentran su poderío. Producto de sus actividades básicas generan otras, mas poco cambiaron hasta el siglo XX y ahora deben conjugar lo moderno con lo pre moderno.

Los españoles impusieron en sus colonias manzanas ortogonales y patios pero las nuevas repúblicas volvieron sus plazas parques, y después los carros, puentes, ampliaciones viales y autopistas las invadieron. Las fachadas se alteraron, no se ampliaron los andenes y se dejaron amorfas “zonas verdes”, y ahora se “modelan” edificios arbitrarios en su forma y materialidad, falsamente complejos, que ya no celebran ni glorifican nada, y que se “colocan” ignorando lo pre existente.

Mas lo verdaderamente nuevo sería retomar los viejos aciertos, para que las ciudades sean otra vez contextuales, sostenibles y peatonales, según su geografía y tradiciones, sin excesos ni pretendiendo ser originales. Ya muy cuestionada la “modernización” universal, los nuevos arquitectos podrían ayudar a la equidad urbana, pero muchos de sus profesores no practican lo que enseñan y los que practican no teorizan, o no enseñan, y los maestros han muerto. 

La arquitectura, hay que recordarlo, es proyectar espacios para la vida, según diferentes geografías e historias, que generan volúmenes que conforman ciudades, lo que pasaron por alto las “estrellas” internacionales preocupados apenas por el espectáculo. Relacionada con el arte, el poder y el gusto, ahora debe ser mas ética para no dañar mas las ciudades y el planeta. En el trópico debe ser diferente a la de los países con estaciones y no una moda mas.

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com. 14.12.2014

11.12.2014 El engaño de lo “actual”

En la pertinente y dura columna de Juan Carlos Botero, El gran
chantaje en el arte (El Espectador, Bogotá, 04/12/ 2014) basta con cambiar arte por
arquitectura para tener el retrato de tanta construcción espectáculo
de hoy en día, arquitectura aun de moda en este país y premiada en
concursos y bienales, aunque ya muy cuestionada afuera. Pero cuando
alguien la critica como banal o intrascendente, sus defensores a
sueldo lo chantajean con el argumento de que es ignorante, sin visión
y de ideas obsoletas, además de negado para apreciar el diseño de
vanguardia.

Y como nadie quiere ser acusado de retrógrado o inculto, e incapaz de
valorar la arquitectura de su tiempo, muchos terminan aceptando y
aplaudiendo gran parte de los embelecos que hoy se hacen pasar por
tal, pues no quieren ser señalados como miopes que carecen de visión y
lucidez para admirar sus “ropajes estrambóticos” pues eso es lo único
que en realidad ofrece de “novedoso” esta arquitectura de revistas y
para revistas, cuyos espacios interiores casi nunca se muestran ni
cuestionan, y cuyos entornos se ocultan para exhibir el edificio sólo.

Mas lo mas grave es que la crítica sucumbe entonces al chantaje y
celebra piezas banales no por convicción, sino por temor a la
intimidación. Y por conveniencia, porque al avalar sandeces, ya que
sin duda hay mucha farsa en la arquitectura actual, estos “críticos”
pueden continuar tramando con sus exclamaciones vacías a sus incautos
lectores, y, peor aun, muchos profesores a sus estudiantes, pues como
ahora casi ninguno construye sólo les interesa el adorno, como diría
el arquitecto francés Auguste Perret (1874-1954).

La verdad es que esos arquitectos de moda no son rebeldes
incomprendidos (en sus obras tampoco hay nada que comprender, como
afirma Botero de los artistas) sino estrellas internacionales que
venden muy caro sus “productos de marca”, logrando su efímero éxito no
mediante trabajo y talento dirigidos a resolver los graves problemas
actuales de las ciudades, sino como resultado de la copia y la moda
auspiciada por las revistas. El hecho es que en la arquitectura, al
contrario del arte, la sola imagen no basta; son precisos espacios en
los que se pueda habitar con seguridad, funcionalidad, comodidad y
confort además de emoción.

Es uno de los mayores fraudes que se han visto en siglos de
arquitectura, y el mismísimo Frank Gehry ha dicho que 98% de la
arquitectura moderna era "pura mierda" (Abt Sebastian ),
y el si que sabe de que está hablando pues lo que concibe en sus
edificios son sus “ropajes” metálicos. Y los arquitectos japoneses
Fumihiko Maki, Toyo Ito, Sou Fujimoto, Kengo Kuma y Riken Yamamoto se
opusieron con razón al desmesurado tamaño del Estadio Olímpico en
Tokio, de Zaha Hadid, para los Juegos de 2020 (de Zeen magazine,
10/10/2013).

Por suerte no todo lo que se construye es arquitectura espectáculo,
pero depende del público seguir esa farsa o atreverse a decir lo que
salta a la vista: está dañando a las ciudades. El hecho es que si bien
la farsa de tanto “arte” que pretende hacerse pasar por conceptual
daña a algunos ciudadanos, la arquitectura espectáculo los daña a
todos al dañar las ciudades en las que viven. Pero pocos se atreven a
denunciarlo por temor a ser señalados como reaccionarios desprovistos
de una visión moderna.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 11.12.2014