30.07.2016 Edificios y ciudad

Para Rogelio Salmona, arquitectura y ciudad son inseparables. En los edificios de El Polo, 1962, con Guillermo Bermúdez, deja adelante una plazuela, que pese a haber sido cerrada con una reja años después conserva su carácter de espacio público, y mantiene mediante retranqueos la paramentación de las calles. En la Fundación Cristiana estas convergen hacia los cerros, a los que miran las terrazas de los edificios, recurso que también usa en las casas en hilera de La Palestina y en su proyecto para la cooperativa Los Cerros. Y en el Centro Gaitán, aun sin terminar, sus tres patios, unidos por su diagonal, y sus rampas y terrazas lo integran a su entorno, como lo ha observado Alberto Saldarriaga.

Las Torres del Parque, 1965-1970, forman parte del panorama urbano de Bogotá y evidencian el bello perfil de las montañas que la rodean, recuerda Marina Waisman. Son un definitivo hecho ciudadano por su rotunda implantación en su contexto urbano preexistente y en el paisaje, y sus espacios abiertos y públicos hacen que la ciudad toda pase por ahí, como dice Carlos Niño, constituyendo un hito que generó la renovación del sector. Por la manera como involucran la Plaza de Toros de Santamaría y el Parque de la Independencia, importantes preexistencias ambientales, pronto se sumaron a la Plaza de Bolívar y a Monserrate y Guadalupe como lugares emblemáticos de la ciudad.

El Archivo General de la Nación crea una secuencia de espacios públicos y su patio cilíndrico es una gran puerta entre la institución y la ciudad, como dice William Curtis. Sus dos edificios forman cada uno una manzana cerrada, igual que, mas lejos, el Centro Comunal del barrio, formando parte del conjunto de vivienda de la Nueva Santa Fe que sigue, recreándola con la introducción de una larga diagonal, la traza colonial ortogonal de la ciudad. La planta alrededor de un espacio semipúblico se concreta también en el Automóvil Club de Colombia y en su propuesta para el concurso de la Alcaldía, detrás del Edificio Liévano, en la Plaza de Bolívar.

En la Biblioteca Virgilio Barco, se descubren la ciudad, sus cerros y su cielo, y los estanques y el parque que la rodean son parte integral de la misma. Arquitectura, paisaje urbano y natural, clima y tradiciones interactúan seductoramente para visitantes y usuarios. En medio del parque se entrelazan el edificio y sus alrededores, cuyas construcciones complementarias, plazuelas y senderos se curvan, bajan, suben y esconden prometiendo sorpresas como de laberinto de enamorados. Los espacios al aire libre y los recintos cerrados se complementan. Los que leen se ven tentados a ir al parque y los que caminan por sus senderos, terminan entrando a la biblioteca.

Finalmente, en el Centro Cultural García Márquez, 2008, priman sus espacios exteriores mas que sus volúmenes, y es muy sugestivo el paramento que propone para esa calle del Centro Histórico de Bogotá formada por los muros con pocos vanos de sus viejas casas. Una galería de grandes y repetidos vanos de columnas muy finas permite que la calle penetre en su gran patio circular, y que este salga logrando que el edificio termine en las fachadas del otro lado de la calle y se extienda por el viejo barrio. Y marca además una diagonal entre la Catedral, detrás de la cual se presiente la Plaza de Bolívar, y los cerros Monserrate y Guadalupe que él comenzó a mirar desde las Torres del Parque casi medio siglo antes.

Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 30.07.2016

23.07.2016 El zócalo

Del latín socculus, es el cuerpo inferior de un edificio y sirve para elevar sus cimientos a un mismo nivel, pero lo que no dice el diccionario es que sobre todo lo realza en el entorno en el que se encuentra, como tantos en el mundo; del Partenón, 447- 432 a.EC., a la Opera de Sydney, 1957, que los tienen imponentes. En Colombia se le dice zócalo al friso, es decir la faja de la parte inferior de las paredes, la más cercana al suelo, para protegerlas de golpes y salpicaduras o con sentido estético, que en las casas tradicionales sencillamente se suele pintar de otro color, pero que surte el efecto arquitectónico contrario del verdadero zócalo: las rebaja al hacerlas ver mas bajas, precisamente.

Se puede comprobar en Cali comparando los muros de La Merced, en la Calle Cuarta, encalados hasta el suelo, con los de las casas de tradición colonial al frente, a las que el friso que se les ha ido pintando las hace ver mas bajas de lo que son, lo que acentúa su paramento corrido de un solo piso. Al tiempo que, contradictoriamente, su color morado recuerda la famosa púrpura imperial de Tiro, parecida a la "sangre coagulada negruzca", muy usada por los antiguos fenicios hacia el 1600 a.EC. Este “color fenicio” era muy costoso y apreciado en Roma, pasando su uso y prestigio a la arquitectura románica y a continuación a la hispanomusulmana, y llegó al Nuevo Mundo dejando en Cali su tan bella y roja Torre Mudéjar

El Zócalo es como se conoce popularmente la plaza principal de Ciudad de México porque en 1843 Antonio López de Santa Anna convocó a un concurso para un monumento conmemorativo de la Independencia del Virreinato, del que sólo se colocó su zócalo. La Plaza de la Constitución, que es como realmente se denomina, es la segunda más grande del mundo y la primera en Hispanoamérica, denominada así en honor a la Constitución de Cádiz promulgada en 1812, y un siglo después fue el nuevo nombre que se le dio a la Plaza Mayor de Cali, pronto sustituido por el de Plaza de Caicedo, pese a que ya era un parque siguiendo el modelo de los franceses después de la Revolución de 1789.

Realzar, en arquitectura, significa levantar mediante un zócalo un edificio algo más de lo necesario constructiva o funcionalmente, para engrandecerlo y que su llegada emocione. Es lo que la distingue de la simple construcción, que sólo puede lograrlo a través de conformar un conjunto compuesto por edificaciones parecidas, como en un pueblo o barrio tradicionales. Y el caso es que el Centro de Cali ya no es un barrio tradicional, como San Antonio, pero en el que se encuentra un sólo rincón que si lo es: justamente el de la calle que se llamaba de Buenaventura, a la altura de La Merced, en donde Jacques Aprile insistía que se había fundado Santiago de Cali.

Además de la Iglesia, el Convento y la sede de la Arquidiócesis, están el hoy Centro Cultural de Cali y las pocas casas de tradición colonial que quedaron (no hay anteriores al siglo XIX) como la construida en 1850 para doña María de las Nieves Escobar, que su actual propietario, Don Hernán Martínez Satizábal, generosamente donó a la Sociedad de Mejoras Publicas de Cali. Esta debería liderar, comenzando por las pocas manzanas a su alrededor que quedan del Centro Histórico que propuso hace medio siglo el arquitecto José Luis Giraldo, la ejecución de las propuestas puntuales del Plan para el Centro Ampliado, de hace unos años, dentro del reciente Plan Especial de Manejo, PEM, para el Centro, de Univalle.

Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 23.07.2016

16.07.2016 Ciudad y arquitectura

En nuestras ciudades el espacio urbano privado, el patio, estaba nítidamente diferenciado del público, la calle, y apena había plazuelas enfrente de las iglesias y grandes plazas, las que lamentablemente fueron convertidas en parques después de la Independencia (en lugar de agregarlos pues sin dudad son mas acordes con nuestros climas templados y sobre todo los cálidos, invariables a lo largo del año). Pero, como escribe Carlos Fuentes, “toda nueva creación se nutre de la tradición que la precede” (Luis Barragán / Temas y variaciones, 2002), y en el caso de Rogelio Salmona, el se encontró con el origen de nuestras ciudades en su viaje por el sur de España y norte de África, y de ahí que a su regreso a Colombia se preocupara desde su inicio de que la suya fuera una arquitectura contextual que respetara la ciudad tradicional preexistente.

Y sin duda logró que sus edificios se agreguen a ciudades ya construidas, especialmente los que están en sus pequeños y frágiles cascos coloniales, como es el caso de la antigua FES, hoy Centro Cultural de Cali, o el Archivo General de la Nación y el Centro Cultural Gabriel García Márquez, ambos en Bogotá. Siempre entendió que las construcciones nunca existen solas y que con frecuencia deben ceder su protagonismo a los edificios y espacios preexistentes. Que deben ser parte activa de las tradiciones edilicias, arquitectónicas y urbanas de los lugares en los que están. Que deben respetar las preexistencias propias de las ciudades. Que su belleza debe estar determinada por la trama urbana que las rodea en contextos que están inevitablemente en evolución, y desde luego por el omnipresente paisaje natural de altas montañas en el que están emplazadas la mayoría de nuestras ciudades.

Por eso es tal vez que Salmona dijo y repitió que hacer arquitectura hoy en Latinoamérica es un acto político (siempre lo fue), además de cultural y estético, pues él trató ante todo de hacer ciudad y no apenas edificios (ni menos monumentos). Esto convierte su práctica en una ética de la arquitectura, propósito crucial dentro de nuestra incipiente sociedad urbana y por supuesto de total actualidad y urgencia en nuestras maltrechas ciudades. En este sentido su obra responde honrada e inteligentemente a ellas: a su geografía e historia (Entre la mariposa y el elefante, 2003). Preocupación que, junto con otras características de su arquitectura, hace que se separe del movimiento moderno general y abra un nuevo camino en la arquitectura colombiana como lo dice Silvia Arango (La evolución del pensamiento arquitectónico en Colombia 1934-1984, 1992).

Para Rogelio Salmona, arquitectura y espacio urbano han sido inseparables. En todos sus proyectos, con la entendible excepción de las casas unifamiliares, es constante el carácter público o semipúblico de los primeros pisos ya sea que estén construidos o sean libres. En ellos se vuelve de nuevo realidad que es en las calles, plazas y parques en donde se vuelven ciudadanos los habitantes de las ciudades. Y de allí su lucha de años en contra de la privatización cada vez mayor del espacio público en las nuestras. En todas sus obras insistió en la importancia de la permanencia de la ciudad e invariablemente logra ennoblecer con sus edificios las ciudades en donde interviene, poniendo la mejor arquitectura del país al servicio de sus ciudadanos comunes para que habiten en ella con dignidad, poesía y placer. De ahí lo pertinente de que su obra se estudie mas, aquí, precisamente.

Artículo publicado en la revista virtual caliescribe.com. 16.07.2016