22.11.2007 Brevísima Historia

Al principio se unirían árboles para conformar refugios cónicos de ramas. Pero al cortarlos e hincarlos en el suelo para lo que aquí llamamos bareque (estructura de madera revocada con tierra), o embutido (revocada y además rellenada), y soportar en ellos cubiertas de palma o paja, se dio paso a la construcción. Después se levantaron muros cargueros de sillares o adobes y, en Europa, se extendieron entre ellos entrepisos de vigas paralelas de madera regularmente espaciadas sobre las cuales van viguetas, mas juntas, y, sobre estas tablas o lajas, para el piso, o que, cubiertas con tierra, lo recibían. A las cubiertas de paja se agregaron las de lajas de pizarra o madera sobre armaduras de madera, o falsas bóvedas como en Micenas.

La arquitectura occidental, iniciada con la pintura de las cuevas, antecesora de la actual ornamentación de interiores, y con túmulos que terminarían siendo enormes pirámides, alzaría vuelo cuando en el Mediterráneo, Mesoamérica y los Andes, una estructura tripartita de dinteles (maderos o grandes piedras), simplemente apoyados, salvaron la luz entre machones o columnas monolíticas o de tambores. En Grecia dio paso a los ordenes clásicos de basas, fustes, capiteles y entablamentos, dórico (griego y romano), jónico, corintio, toscano y compuesto, que el Renacimiento replicó. Columnas adosadas si están junto a un muro, pilastras si son parte de el, y piederechos si son de madera o metal. Junto con arcos, bóvedas y cúpulas llenaron el mundo romano. En la Edad Media fueron “apuntados” los primeros, de “crucería” sobre pilares las segundas, agujas y torres reemplazaron las terceras y los machones reforzaron los muros como contrafuertes. Los usados aquí por mayas, aztecas e incas, por la misma época, eran como los de Micenas, siglos antes, pero no lo sabían.

Los españoles fortificaron nuestro Caribe y trajeron los ladrillos, tejas de barro, tapia pisada, cal, arcos y carpintería de lo blanco de su arquitectura mudéjar, la que aquí se adecuaría a nuevas circunstancias, e incluso piederechos y dinteles formaron estructuras de madera similares al “balloon framing”. Después de nuestra Independencia fue la tradición clásica la que se privilegiaría eclecticamente por su significado republicano. Pero pronto se impusieron los pórticos y losas macizas o aligeradas de concreto estructural (cemento, arena y grava reforzados con hierro) usados en todo el mundo desde finales del siglo XIX, y últimamente se utilizan estructuras de concreto o metal con losas de concreto, o compuestas de concreto y laminas de metal (steel deck) o, incluso, madera.

Desde el principio las formas (venustas), derivadas de los materiales y sistemas constructivos (firmitas), definen la arquitectura junto con las funciones (utilitas), para las que son seleccionados unos y otras, y la diferencian de la simple construcción. Hecho básico que se conocía desde Mesopotamia y el antiguo Egipto, hace varios milenios, y que recogió Vitruvio en Los diez libros de arquitectura, pocos años antes de Cristo. Pero en el trópico Hispanoamericano se lo olvidó hace pocas décadas cuando proliferaron los materiales y sistemas constructivos; y las escuelas de arquitectura. Ahora llamamos arquitectura moderna a la fatal moda de gran desarrollo técnico importado de EU e ignorancia de las tradiciones edilicias propias, y columna a cualquier apoyo vertical.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 22.11.2007

07.10.2007 De la madre de las artes al desmadre del arte


Como lo dejo en claro Lewis Mumford, las ciudades son obras de arte colectivo (La cultura de las ciudades, 1945), o al menos la mayoría lo son en parte. Como lo dice él, al arte de la ciudad se suma la arquitectura y también la escultura y la pintura. En ellas se desarrollan la novela y el teatro, la música, la opera y la danza; el circo y el espectáculo; el cine y los deportes; la ciencia, la filosofía y la religión. La arquitectura, por su parte, aunque no solo es arte, tiene mucho que ver con el diseño, el dibujo, la pintura, la escultura, la fotografía y el cine. Y desde luego la música, la opera, el teatro y la danza siempre han tenido que ver con las artes plásticas, incluyendo la arquitectura. Y los arquitectos tienen que recurrir a dibujos y modelos para poder desarrollar, concretar y construir sus edificios.

Desde la antigüedad se sabe de la gran importancia de la arquitectura en la evolución de otras artes como el relieve, la pintura y la escultura pues solían ser parte integral de la misma. Y ninguna se puede comparar con la complejidad técnica de proyectar edificios ni con su tamaño. La gran pirámide del faraón Keops en Gizeh, con sus 230 de lado y 147 metros de elevación, fue la construcción mas alta de la humanidad hasta la Torre Effiel y aun no se sabe con certeza como fue levantada. Mientras que otras artes ha aparecido o desaparecido, la arquitectura existirá (Walter Benjamin: La obra de arte en la época de su reproductividad, s. f.), al menos mientras haya hombres y planeta, por su necesidad funcional y porque por su solo tamaño un edificio no puede evitar decir algo (Lewis Mumford: La carretera y la ciudad, 1963).

Imhotep, que vivió entre el 2635 y el 2595 antes de nuestra era, y era el primero después del Rey y director de todos los proyectos del faraón Zoser, convirtió las tradicionales mastabas en pirámides, dando inicio en firme a la largísima tradición de la arquitectura occidental. Fidias no solo realizo la estatua colosal de Atenea y los frontones y frisos del Partenón, sino que concibió el proyecto general de la reconstrucción del templo, la que realizaron Calicatres e Ictino. Vitrubio diseñó, construyó y teorizó, y los arquitectos medioevales se codeaban con los filósofos y ni siquiera tocaban las piedras ordenando, eso si, por donde se las debía tallar (Erwin Panofsky: Arquitectura gótica y escolástica, 1967), así, el abate Suger se invento el gótico.

Habrá que esperar al Renacimiento para que los frescos de la capilla Sixtina sean mas importantes que su arquitectura pero lo es aun mas la cúpula de Miguel Angel para San Pedro. Leonardo se ocupo de la arquitectura y la ciudad, y los humanistas, como Alberti, Villalpando o Sigüenza, reflexionaron sobre el tema, y grandes arquitectos como Serlio redactaron tratados o divulgaron su obra como Palladio. O pensaron la arquitectura como Scamozzi, Delorme, Blondel, Perrault, Boullée, Ledoux, Winckelmann, Piranesi, Wren, Quatremère de Quincy, Labrouste, Viollet-le-Duc, Schinkel, Semper, Sitte, Wagner, Loos, Ruskin, Morris, Sullivan, Behrens o Van de Velde (Hanno-Walter Kruft: Historia de la teoría de la arquitectura, 1990), amen de Wrigth, Le Corbusier, Venturi y Rossi y, ahora, Koolhaas y entre nosotros Rogelio Salmona.

El desmadre comenzó cuando los edificios comunes se volvieron tan voluminosos que destruyeron lo preexistente, coincidiendo con la muerte de los últimos grandes arquitectos modernos. Solo quedaron “estrellas ” promovidas por las revistas, muchos de ellos meros malabaristas del circo en que se han convertido tantas ciudades. Pero no solo la arquitectura está en crisis sino que las artes tradicionales, al buscar una existencia propia, se volvieron prescindibles, disfrutando por ahora de una importancia heredada de cuando si lo fueron. No les ha quedado otra salida que recurrir a trucos como de prestidigitador, instalaciones y demás, que si bien inquietaron hace unas décadas, dan grima sus imitaciones posteriores, igual que esas envolturas de regalo con las que muchos arquitectos ahora tratan de suplantar a los edificios para desgracia de las ciudades.

El arte en la ciudad


Hace unos 35.000 años cuando el hombre actual sustituyo en Europa Occidental al de Neandertal, comenzaron a aparecer objetos de joyería y pinturas en cavernas en lo que actualmente es España y Francia, patrón que se repitió por todas partes (The Economist: The biology of art. Abril, 1999). La aparición del homo sapiens coincide con la del lenguaje y el arte lo que, de diversas maneras, implica el gusto. Algunos piensan que se trata de un mero accidente en el proceso del conocimiento humano que permitió que estos nuevos hombres, ya erguidos, vieran el mundo de una manera diferente lo que les hizo posible aumentar considerablemente las posibilidades de seleccionar y escoger, y de hacer representaciones mágicas de ese mundo, las que lo llevaron a crear arte. Cambios como estos explican el éxito de la especie, que dejo atrás otros homínidos, y su predominio en el planeta. Y su inclinación a vivir en ciudades, lo que con la sobrepoblación actual se volvió ineludible.

Pero ¿como conciliar la libertad y el individualismo, propios del arte, cuando se realiza en espacios urbanos públicos, por ejemplo? Es fácil comprobar que las diferentes culturas no solo hablan diferentes lenguas sino que habitan mundos sensorios distintos (Edward T. Hall: La dimensión oculta, 1966); la tamización cultural selecciona lo que se percibe a través de los sentidos evidenciando unas cosas y ocultando otras. El uso que el hombre hace del espacio, y en consecuencia de las ciudades y edificios, se debe a este proceso de selección que da forma al gusto participando de un moldeamiento mutuo. Así lo percibió con lucidez Sir Wiston Churchill cuando se opuso a la construcción de un nuevo edificio para reemplazar Las Casas del Parlamento (1835), de Sir Charles Barry, muy dañadas durante la guerra; no quería que una nueva arquitectura modificara un sistema político al que habían llegado arduamente después de siglos.

Después de milenios de pintura Pablo Picasso, que decía que había tenido que llegar a viejo para pintar como un niño, dio paso a Marcel Duchamp, que con su famosa exposición de un vulgar orinal en una galería de arte nos convenció de que lo que hace que algo lo sea es la intención artística de alguien. Finalmente, Ernest H. Gombrich nos puso en el problema de que, como no hay arte sino artistas y estos solo son importantes cuando formulan o desarrollan nuevos problemas artísticos (Historia del Arte,1949), es muy difícil para los ciudadanos comunes saber cuales lo son de verdad, lo que es fundamental para el arte en el espacio urbano público. Las calles, avenidas, plazas y parques de la ciudad no pueden dar cabida permanente a las propuestas de los que pretenden proponernos nuevos caminos; antes tendrían que demostrar su validez en galerías y museos.

Por eso en Berlín los vecinos protestan por las esculturas de Fernando Botero al lado de la puerta de Brandenburgo, y eso que es apenas por una temporada, y lo mismo está pasando en Bogotá con los caballos, una iniciativa que fue bienvenida hace unos años cuando fueron árboles. En Cali la gente común confunde las gatas “apanteradas” que con corral y todo han puesto junto al Gato de Hernando Tejada, dizque como sus “novias”, con las espantosas “patas” de las navidades de hace un par de años, pensando que se trata del mismo espectáculo como de circo malo. Sorprende que artistas reconocidos en el país se hayan prestado para este exabrupto. Pero es que se trata de la misma ignorancia de la muy difícil composición del espacio urbano que hace que las Aves de Omar Rayo y la Mariamulata de Enrique Grau y tambien el Gato, estén tan mal emplazados.

Y todo con la buena intención de promover el arte regional pero es que no es conveniente hacerle competencia a unos espacios urbanos que por ser públicos deberían cambiar muy lentamente pues deben unir a diferentes generaciones, estratos y orígenes culturales de los distintos habitantes de una misma ciudad. Sobre todo en nuestro caso, ya que se trata de recientes desarrollos muy heterogéneos (Néstor García Canclini: Culturas híbridas,1990). Tenemos que vencer nuestro reciente horror al vacío, a lo limpio, a la soledad, al silencio, a lo blanco, a lo sencillo, a lo liso, a lo recto, a lo equilibrado, a lo vertical, lo horizontal, lo continuo, propio de nuestra extendida esquizofrenia. La peor contaminación que nos aqueja es la visual.

Conclusiones

Hay que insistir en que Cali necesita un comité de ornato, asesorado por expertos de otras partes, con miembros vitalicios nominados por el Consejo Municipal, la Secretaria de Cultura, el Consejo de monumentos Nacionales, las escuelas de arquitectura y arte de la ciudad, la Academia de Historia y demás ONG pertinentes, incluyendo a los artistas. Todos escogidos en función de sus estudios, conocimientos, experiencia, publicaciones, reconocimientos y vivencias en otras partes. Y por supuesto, y en primerísimo lugar, realizar foros periódicos al respecto del arte en los espacios urbanos públicos de nuestras ciudades, que no es que sean distintas (que tienen realidad o existencia diferente) a las del resto del mundo pero si diferentes (diversas).

Hace años que en otras partes se abrió camino una alternativa que propone la recuperación del espacio público, el patrimonio, el lugar, lo regional y la memoria colectiva, y que recobró sentido y preeminencia el que la arquitectura vuelva ha ser "el arte de construir", en el sentido de volver a levantar la morada del hombre, y no solo su hábitat, atendiendo sus necesidades físicas como a sus símbolos, esperanzas y nostalgias. Hay que recuperar nuestra arquitectura como un quehacer histórico que debe volver a las artes, dialogar con la música, la danza y el teatro y compartir experiencias con el diseño, la pintura y la escultura. Pero no sólo hace falta verdaderas historia y estética sino también ética y una formación técnica pertinente a la función y que conduzca a la forma. El ejercicio de cualquier arte exige el dominio de su propia técnica, y la de la arquitectura es justamente multiplicar creativamente técnica, función y forma, entre si y con su emplazamiento: es decir, la construcción poco a poco de la ciudad. Y en nuestro caso, los de la urgente recuperación de su urbanidad perdida.

Todos los edificios responden a una estética pero solo a veces son o devienen arte (Bruno Zevi: Architectura in nuce, 1964). Las tumbas y templos, teatros y coliseos, palacios y castillos, hospitales, escuelas y sedes gremiales, operas y alcaldías, puentes y fortificaciones, eran o devenían monumentos. El problema hoy y aquí, es que los arquitectos hacen de todo y muchos creen que todo lo suyo debe ser monumental. El resultado son modas que desafinan en ciudades que siempre son viejas, y en las que, ya pasadas de moda, permanecen años. Los arquitectos deberían alcanzar una cultura urbana y arquitectónica pertinentes, antes de ejercer, para saber que casi siempre el exterior de sus edificios, que es donde forman parte de la ciudad, debe ser discreto o apenas emocionante.

La nefasta carencia de contextualidad urbana de nuestra arquitectura actual se solucionaría sencillamente respetando la tradición colonial de paramentos, alturas regulares y predominio de lo lleno. E, inspirándose en ella, que respondía muy bien al trópico latinoamericano, la iluminación y climatización de los edificios, que hoy consume mucha energía (S. y S. Behling: Sol Power, 1966), podría ser aquí fácilmente sostenible. Sería una nueva estética, a partir de la ética de producir el mínimo impacto en el ambiente humano, como un acto de responsabilidad con las generaciones futuras (Hugo García: Arquitecturas Ambientales,1995). Son los caminos de la arquitectura neovernácula: innovación de la tradición, nuevos usos de viejas técnicas y materiales, dar forma a la identidad, respetar el paisaje, hacer arquitectura para la ciudad, y un nuevo regionalismo (Vicky Richardson: New Vernacular Architecture, 2001).

A partir de la Bauhaus el arte aplicado a la industria dio paso al diseño contemporáneo como un fundamental apoyo a la arquitectura (Fiedler y Feirabend, Ed.: Bauhaus, 1999). Su aporte ha sido muy valiosos en asuntos como la disminución del consumo de energía y agua en la construcción, mantenimiento y uso de los edificios. Su facilidad de evacuación. Su uso seguro para todos. La funcionalidad, adecuación y confort ambiental de sus distintos espacios. Su antropometría y ergonomía. Su reciclavilidad y facilidad de adecuación y remodelación. La solución modular de sus diferentes elementos, componentes y partes. O el uso de materiales reciclables y apropiados para su construcción.

Por su parte, los artistas tradicionales podrían retomar su importante papel en el espacio urbano público. Aunque pueden tomar caminos y formas diferentes a los habituales (Germán Patiño (El Pais, 07/05/2007), deberían hacerlo sumándose a lo que hay y no reemplazándolo. Como por ejemplo lo hicieron muchos de los escultores de reconocido prestigio internacional que Pascal Maragall invito a trabajar para Barcelona con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992. Y quedan desde luego los eventos ocasionales o periódicos que con mucha libertad se pueden llevar a cabo en plazas y parques ocupándolos parcial y ordenadamente y por tiempos limitados con toda clase de propuestas artísticas innovadoras, ahí si, donde, como en las galerías de arte, no sería dañino que logren ser o no gran arte. La disolución de las fronteras del arte debería servir para recuperar las distintas artes, de la misma manera que lo transdicipilinar lo es para las ciencias tradicionales.

Artículo publicado en la Revista Gaceta del diario El País de Cali. 07.10.2007

23.08.2007 Arquitectura y poder

En Egipto las ciudades eran para los campesinos que durante la inundación anual construían las tumbas de sus faraones. Palacios y templos tambien eran deposito de tesoros y alimentos, y centro de comercio, educación y hasta de recreación. Los griegos los juntaron con ágoras y estoas en lo bajo de acrópolis para sus dioses, erario y defensa. Los romanos agregaron foros, basílicas, coliseos, hipódromos, teatros, bibliotecas y termas. A lo largo de la Edad Media se levantaron muchas ciudades a partir de los campamentos de las legiones romanas, a las que se agregaron grandes catedrales, iglesias, conventos, castillos, mercados y sedes gremiales. A partir de la Florencia renacentista la ciudad es el escenario del príncipe (Félix de Azúa: La invención de Caín, 1999), con su palacio dominándola, la que nos llegó ya sin príncipe con la espada, cruz y lengua de capitanes, soldados y curas: cerca de 300 se trazaron en el Nuevo Mundo en las primeras décadas de la Conquista.

Todo tirano se desdobla en su arquitecto, Luis XIV en tres: Le Vau, Le Brun y Le Notre, Luis I, el rey loco de Baviera, en Leopold von Klenze, Hitler en Albert Speer y Le Corbusier, que adulaba a Mussolini, dedicó su Ville radieuse a “la autoridad” nos recuerda Azúa. Pero Stalin solo dejó las pretenciosas estaciones del metro de Moscú, Mao nada y Pol Pot solo mato y destruyó. Castro, ocupado en hablar, dejo ir a Ricardo Porro. Pero Chávez le ha encargado a Oscar Niemayer un monumento a Bolívar. Un enorme obelisco de concreto, acostado y apuntando a Washington, como un misil, casi tan largo como los170 metros de alto del de la capital del imperio. El de Evo Morales, que ni siquiera es idea de él, será de vidrio y en Cochabamba y apenas un poco mas alto que el de Buenos Aires, de solo 67. A los egipcios no les bastó los 30 del que la Reina Hatshepsut donó al Gran Templo de Amun, y la pirámide de Keops, con sus147 metros, fue durante 44 siglos la construcción mas alta de la humanidad, solo superada en1889 por los 330 de la Torre Effiel, que no se desmanteló, como estaba previsto, porque se atravesó la I Guerra Mundial. Después vendrían los altísimos rascacielos norteamericanos, hoy imitados compulsivamente por todo el Tercer Mundo.

Para Wolgang Braunfels (Urbanismo Occidental, 1983) la política es el arte de organizar una polis perfecta, y de ahí que todo programa de gobierno lo sea tambien de construcción. O, simultáneamente, de destrucción, como en Cali, que para los Juegos Panamericanos fue tambien la demolición de sus edificios moderno historicistas y del pequeñísimo obelisco que teníamos, y, ahora, lo es acabar con lo que quedaba de la alameda de samanes de la Quinta, la última que quedaba, para meter un Mio cuyas invasoras y sofocantes estaciones sin usar ya se están desbaratando como en Bogota. Como dice Azúa, las construcciones antiguas eran para perdurar pero las actuales van dirigidas a la diversión de un enorme publico anónimo que pronto cambia de preferencias por lo que lo que resultan tan efímeras. Los edificios se han convertido en objetos en los que lo importante es apenas su imagen (Jaime Sarmiento: La arquitectura de moda, 2006).

Columna publicada en el diario El País de Cali. 23.08.2007

12.07.2007 Modernidad y ciudad

Hace 50 años este era un país rural; ahora, ya urbano, aun no es moderno. No alcanzó a tener grandes ciudades cuando ya las estábamos destruyendo con una concepción simplista de la modernidad. Mas que urbanizarlas se las ruralizó -como advirtió Ramiro Cardona hacia 1965-, sin dar tiempo para la formación de una cultura ciudadana amplia y sólida. Su rapidísimo crecimiento desbordó su planificación y mejora, fenómeno recurrente en el tercer mundo. Y la imposición casi siempre de apenas una imagen de modernidad no solo deterioro los centros históricos de las ciudades sino tambien los pueblos. Telecom, la Caja Agraria y el puesto de Policía, emblemáticos desatinos de la nación, estropearon sistemáticamente su belleza sencilla, al punto de que "la presencia del Estado" fue casi tan nefasta como su ausencia.

En1930 ya había arquitectura moderna en Cali pero tan ecléctica como la moderno-historicista inmediatamente anterior pues sus formas lo son pero no su tecnolo­gía. Sin asimilar el nuevo estilo, y ya influen­ciado por el Art-Déco, se comenzaron a abandonar los tipos y patrones de tradición colonial. Entre 1940 y 1950 los edificios altos sustituyeron las casas que quedaban en la Plaza de Caicedo, ya convertida en parque, y el español californiano se sumo aquí al neocolonial, característico de las ciudades latinoamericanas de esa época a partir de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de1929 que se propuso el reencuentro de la Madre Patria con sus antiguas colonias. Pero tampoco con los Juegos Panamericanos de 1971 se logro una ciudad "moderna" y en cambio se daño irremediablemente la anterior, pequeña y bonita, la que finalmente se acabo de destruir con la narco arquitectura pretenciosa e ignorante de las últimas décadas.

El choque frontal de la modernidad y la sobrepoblación con lo urbano se volvió una fatal contradicción en muchas ciudades del país. Para peor de males persiste la idea de que mientras los asuntos de la ciudad incumben solo a los políticos, la estética de sus edificios es un problema exclusivo de los arquitectos, que así se desentienden olímpicamente de lo que le hacen al espacio urbano. Es prioritario entender la verdadera pos modernidad como la resolución de este equivoco y que todos los ciudadanos se apersonen nuevamente de sus ciudades tambien en tanto que artefactos, y por supuesto que los políticos las estudien mas y seriamente.

Que los arquitectos entiendan que la función de sus edificios es conformar espacialmente las ciudades en lugar de seguir las modas ya pasadas de moda de las revistas. Que mejoren todo lo bueno que quedó en ellas de sus diferentes épocas pasadas y protejan el entorno natural que las ha acompañado desde su fundación, como es muy especialmente el caso de Cali. Pero, como dice el arquitecto holandés Rem Koolhaas, asumir una posición de humildad es difícil pues la arquitectura  es una “profesión que persiste en sus fantasías, sus ideologías, sus pretensiones, sus ilusiones de control, incapaz de concebir nuevas intervenciones modestas, parciales y estratégicas que puedan influir, en términos limitados, el diseño y construcción de la ciudad sin pretender su control”.


 Columna publicada en el diario El País de Cali. 12.07.2007

07.06.2007 Los escollos de las Torres


Ojalá el ruidoso fracaso de Cartagena les haga caer en cuenta a los vivos-bobos que compran vivienda en edificios imprudentemente altos, que es toda una estupidez para ellos y un abuso para con los demás. Pero, como se ha insistido en esta columna, no es tanto por su altura misma, la que de por si trae diversos problemas, si no cuando tambien es innecesaria o inconveniente para el vecindario en donde se construyen y desde luego para la ciudad como un todo. Como en Bocagrande, pues tal parece que sus promotores no van a cumplir con su increíble anuncio de desarmarla para levantarla de nuevo (ya levantaron vuelo), lo que dijeron para tranquilizar a sus clientes, echándole cínicamente la culpa al viento y al calculista. Pero quizás haga falta que la Ciudad Heroica se quede con el “oso” de tener la ruina mas alta, fea, oxidada y amenazante del mundo, para que, ahí si, las autoridades municipales del resto del país abran los ojos antes y no después, como de seguro ya lo están haciendo las compañías de seguros.

            Además de problemas constructivos, como lo de Cartagena, y de mantenimiento, los hay de seguridad, sobre todo en zonas de alto riego sísmico, como Cali, y de evacuación de emergencia, en todas partes, lo que encarece las torres comparadas con edificios de menor altura. Los que serían además mas equitativos para los propietarios de lotes y mejores para sus vecinos. Las torres copan la infraestructura de servicios y las vías, las que después toca adecuar como se pueda. Alteran inconvenientemente la densidad habitacional local, de un momento a otro, pero, en la medida en que son pocas, poco contribuyen a aumentar significativamente la densidad bruta de la ciudad. Y, en el trópico, difícilmente pueden ser bioclimaticas y necesariamente consumen mas energía. En dos palabras, no son sostenibles. Además, ¿qué gracia es habitar como en un avión pero quieto, como quieto, plano y aburridor se ve el mar desde cierta altura, y sin poder abrir las ventanas ni ver la gente ni el perfil de otros edificios como si en Manhattan? Sin duda es negociar sin ética con la moda y el falso prestigio, tan caros a los nuevo ricos.

Como se ya dijo en esta columna, las altísimas torres que se van a construir en Cartagena son una amenaza para la intimidad del recinto amurallado, supuestamente protegido por ser Patrimonio de la Humanidad y básico para el turismo en el país. Y lo mismo pasa en Cali con sus ridículas “torres”, pues ni siquiera lo son, que están terminando con Normandía y que ahora la emprendieron con la parte alta de San Fernando, tapando el piedemonte y la brisa que baja de la cordillera, y saturando la Circunvalación. No es que no se puedan hacer edificios altos, solo que deben ser apropiados para el lugar que ocuparan. En Cali, por ejemplo, cabrían muchos a lo largo del corredor férreo, en donde se pude construir toda la infraestructura que demanden, con vistas sobre la ciudad y al fondo la cordillera y el atardecer, y al otro lado el valle y el sol naciente. Pero es que quien decide no es la ciudad, a través de su Secretaria de Planeación, si no unos pocos negociantes foráneos, cada uno por su lado además.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 07.06.2007

19.04.2007 Vestido y arquitectura

En las regiones tropicales bajas, es decir calientes todo el año, sería de gran ayuda, para lograr de nuevo una arquitectura bioclimática, que la gente se vistiera de acuerdo con el clima y no lo contrario. Permitiría disminuir mucho el uso de aire acondicionado, gran consumidor de energía y agua potable, considerando especialmente que más de una tercera parte de los habitantes de la Tierra viven en ellas. El problema es que tanto el vestido como el aire acondicionado son asuntos de moda, prestigio y estatus. Igual que se lleva saco y corbata para marcar diferencias, se pone aire acondicionado para lo mismo. Y en donde es indispensable, como en los cines, se lo pone muy frió, como para que no se dude que lo tienen, pese a que muchas mujeres y no pocos hombres deben ir abrigados.
           Afortunadamente la moda femenina, en su creciente y bienvenido destape del cuerpo, en los últimos años, coincide con lo indicado para los climas calientes, aun cuando a veces se vean insólitas botas altas siguiendo la última moda de otoño-invierno del norte. Es el mismo sin sentido de usar en plena calle en climas fríos minifaldas o descaderados, sandalias y generosos escotes sin abrigo encima. Menos mal que entre nosotros se abre paso de nuevo la guayabera para sustituir sacos y corbatas. De manga larga, por supuesto, es apropiadamente elegante en un ambiente tropical. De lejos mejor que esa fea costumbre de muchos ejecutivos que van sin saco y de maga corta pero con corbata, o que se la aflojan y cuelgan la chaqueta en el espaldar de su asiento, en una evidente demostración de que están mal vestidos.

Pero el problema mas grave son los edificios. Muchos son copiados en el trópico caliente de los de los países industrializados y de estaciones del hemisferio norte pese a que allá son cerrados, con calefacción una parte del año y aire acondicionado la otra, de tal manera que siempre se pueda estar confortablemente embutido en el insípido uniforme que el modo de vida norteamericano ha impuesto en el mundo. Vestido entero oscuro, camisa de cuello, blanca o azul, de acuerdo a la moda del momento, y corbata al mal gusto de cada cual. Estándar completado con la uniformidad de esos ambientes de vidrio, acero inoxidable, aluminio, porcelanatos y madera de mentiras, impuestos por las revistas financiadas por los fabricantes de esos materiales y los arquitectos de moda que los usan.

Como muy bien lo enfatizó el arquitecto Bruno Stagno en días pasados en Cali, en el congreso de la Asociación Colombiana de Facultades de Arquitectura, centrado en el tema de la sostenibilidad, lo que aquí necesitamos es una arquitectura pasiva para gente activa. Edificios que minimicen el consumo de energía y agua potable para obtener ambientes confortables, y en concordancia con nuestros climas, paisajes y tradiciones. Igualmente necesitaríamos vestidos acordes con los mismos y con nuestras diversas gentes. La inminencia del calentamiento global, con sus graves consecuencias medioambientales hace que todo esto deje de ser un tema frívolo y pase a ser el asunto crucial que Al Gore nos presenta convincentemente en su premiado documental (www.climatecrisis.net).

Columna publicada en el diario El País de Cali. 19.04.2007
          

05.04.2007 Cali ¿genérica?


Rem Koolhaas propone olímpicamente desde Europa el fin de la ciudad tradicional (La Ciudad Genérica, 2002), argumentando que los centros históricos son lo más renovado, modificado y falso, lo que en parte es verdad. Propone que ahora sea genérica, abierta, flexible, fácil y sin historia. Que no busque su significado en el pasado y que su identidad pueda cambiar constantemente porque estaría liberada del cautiverio de un centro histórico. Que sus formas sean anodinas, reflejo de las necesidades y aptitudes del presente, y puedan albergar cualquier cosa. Que sea suficientemente grande y no necesite mantenimiento. Que si es necesario se expanda y que si envejece se autodestruya y renueve pues su carencia de valor histórico lo permitiría sin remordimientos.

            “La Ciudad Genérica tiene generalmente un clima más cálido; está camino del sur -hacía el Ecuador- lejos de la confusión que produjo el norte en el último milenio. Es un concepto en estado de migración. Su último destino es ser tropical -mejor clima, gente guapa-. Está habitada por aquellos a los que no les gusta estar en otro lugar. En la Ciudad Genérica, la gente no solo es más atractiva que sus semejantes, sino que se supone que tienen aún mejor temperamento, menos obsesionada con el trabajo, menos hostil más amable. En otras palabras, es la prueba de que hay una conexión entre arquitectura y comportamiento, que la ciudad puede hacer mejores personas incluso a través de métodos sin identificar."

La ciudad de Koolhaas podría ser Cali pero aquí ha resultado en violencia y feura. Por lo contrario, “Hiper Paris”, como él la llama, es muy bella a pesar de ser caricatura de sí misma, lejana a su historia, renovada muchas veces, modificada y falsa, en lo que tiene razón. Pero afortunadamente no hay allí ningún edificio suyo, aunque sí uno nuevo de Jean Nouvel, que se precia de ser “un arquitecto del contexto” (Time 26/07/2006), que parece seguir su idea. El Musée del Quai Branly presenta fachadas muy diferentes, que se ven mucho (como la entrometida Casa de la Música de Koolhaas en Porto) dizque para estar acordes con lo que sucede en cada costado. Lamentablemente, Nouvel, para seguir de moda, olvidó su acierto en la Fundation Cartier, cuyos grandes vidrios reflejan discretamente los árboles del bulevar y el presente difuso de los edificios del pasado que la rodean.

Al fin y al cabo las ciudades son escenografías como lo dijo Lewis Mumford mucho antes de que Koolhaas y Nouvel nacieran. Crean ilusiones en el espacio y el tiempo. Lo que se les agregue, para que a su vez perdure, debe mejorarlas sumándose a lo anterior sin destruirlo. Como las Plazas Reales del renacimiento sobre las calles medioevales. O los bulevares de Haussmann sobre todo lo anterior. O el Pompidu de Piano y Rogers o la pirámide del Louvre de Pei. Pero los restauradores fundamentalistas no lo entienden ni los arquitectos que solo ven revistas lo perciben. No han leído a San Agustín: las ciudades vendrían a ser más el presente de su pasado, incluyendo el inmediato, que es inevitable, que el presente de sus inciertos propósitos para el futuro y ni hablar del de sus esperanzas.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 05.04.2007

29.03.2007 La casa de G.G.M.


El Estado debería adquirir esta casa de Rogelio Salmona en Cartagena, de1991, para un museo. No solo dedicado a García Márquez, como la de Aracataca, sino a toda la literatura colombiana. Además sería un homenaje a su arquitecto, al que sí no le dieron el año pasado el Premio Prizker, el Nobel de la arquitectura, fue por que no hicimos el necesario cabildeo como sí lo hicieron los brasileros y antes los mexicanos. Y eso que es el primer latinoamericano en recibir la Medalla Alvar Aalto, que otorgan los arquitectos finlandeses de vez en cuando, y tal vez por eso el premio más serio de la arquitectura mundial.

La casa se destaca por su poético patio elevado, que se rodea subiendo o bajando, pues prácticamente no permite otra posibilidad, de tal manera que su tensión, entre la esquina de la entrada a nivel desde la calle y la que termina el recorrido en el piso alto, enfatizada por una atarjea sobre una de sus dos diagonales (líneas rectas que en un polígono van de un vértice a otro no inmediato), como en muchos de los patios de Salmona, re descubridor de ellos en un Nuevo Mundo en que antes de los españoles ya los tenían también mayas, aztecas e incas, pero que además es oblicua (sesgada, inclinada al través o desviada de la horizontal) lo que resalta lo tridimensional de su espacio, concordando plenamente con la segunda acepción de diagonal: la línea que en un poliedro une dos vértices cualesquiera no situados en la misma cara. En otras palabras, el patio se recorre en tiempo real a lo largo de los catetos del ángulo recto, el primero a nivel y el segundo inclinado suavemente, del triángulo cuya hipotenusa es la diagonal virtual que desprendiéndose de la atarjea vuela hacia el cielo en la primera y rápida lectura que se hace después de entrar, y que permanece en la imaginación y la memoria haciendo rimar entre si las sucesivas visuales que se tienen al escalarlo, por lo que este patio vendría a ser a los de Salmona lo que el Otoño del Patriarca es, a juicio de muchos, incluyendo su autor, a las novelas de García Márquez: la más interesante, pues es mucho más que ese “espacio cerrado con paredes o galerías, que en las casas y otros edificios se suele dejar al descubierto” que define el diccionario, por lo que “nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo [pese a que] nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad”, como pensaba Borges.

Que pena que casi nadie pueda disfrutar esta experiencia, similar a recorrer San Felipe de Barajas, pues la casa ha estado cerrada años, incluso a la venta. Como quien dice ni para dios ni para el diablo. Igual que pasó con la imponente fortaleza, única en el Caribe, que cuando llegó a su máxima capacidad de fuego ya nunca mas entró en combate. Muchos de los pocos colombianos que han pasado por la casa ni se darían cuenta o no supieron a que se debía lo que sutilmente sintieron. Insensibles a la arquitectura, no entendemos la que ocasionalmente miramos ni como es que la debemos ver. No leemos la magia de su realidad.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 29.03.2007

22.03.2007 Homo Urbanus


El libro de Antonio Vélez (Homo Sapiens, 2006), que nos recomendó hace unas semanas Julio Cesar Londoño en su columna de El País, no solo es muy interesante y ameno sino que nos ayuda a entender muchas situaciones y conductas. Como la de muchos caleños en su nueva ciudad. Para comenzar, los comportamientos del hombre son tanto heredados, debidos a la selección natural hace miles de años, y por lo tanto más cercanos a los de un campesino, como puramente culturales y por lo tanto propios de un urbanita (como se llama ahora a los ciudadanos) cuyos nuevas maneras se deben en grado sumo a su experiencia urbana personal y la de sus padres y abuelos, los que le traspasan una cultura urbana. De ahí que para que no nos comportemos como animales encerrados en la que es llamada selva de concreto por los que no entienden las ciudades, precisamente, no hay otra solución que la educación generalizada sobre que son y cómo se usan: urbanismo y urbanidad.

          La Ciudad en la Historia (1961), o La Cultura de las Ciudades (1938), de Lewis Mumford, debería ser parte de la bibliografía básica de los universitarios. También sería conveniente que muchos ciudadanos conocieran la teoría de las ciudades y su apasionante historia. Sobre todo los que pretenden desempeñar cargos municipales o ser líderes cívicos. Con Sibyl Moholy-Nagy (Urbanismo y Sociedad, 1968) nos podemos enterar de que solo hay unos cuantos tipos de trazado de ciudades y sus diferentes combinaciones, y en donde existen y cuándo y por qué se adoptaron. Y con Wolf Schneider (De Babilonia a Brasilia, 1961), nos podemos informar de su lenta evolución en el tiempo y su curioso desplazamiento en el espacio. Y, claro está, es vital enterarse de su situación actual, la que podría resumirse con un par de datos: por primera vez en la larga historia de la humanidad, más de la mitad de los más seis mil millones de habitantes de la Tierra vivimos en ciudades, y en Colombia alrededor de tres cuartas partes, y todo esto pasó en el último medio siglo provocando graves problemas medioambientales.

           Por su parte la urbanidad ya no es solo que “los caballeros le ceden el andén a las damas”, pues la vida urbana debe ser amable y placentera, sino primero que todo saber usarlos considerando el desplazamiento de los demás, cruzar caminando por las esquinas, y no corriendo por la mitad de las cuadras, y que los señores, señoras o señoritas no suban sus carros en ellos. Es entender que el peatón es el ciudadano más importante de una ciudad y que debemos respetar a los otros, ahora que estamos tan incómodamente juntos. Por eso tenemos que aprender altruistamente a no ensuciar, dañar, alterar o perturbar el espacio urbano, sobre todo el público, que es de todos. Se ha atribuido a varios personajes esa verdad de que el infierno son los demás, y en las ciudades justamente estamos siempre en medio de ellos, pero es su comportamiento egoísta el que las vuelve selvas y no el concreto. De ahí la urgencia de retomar la urbanidad para lo cual hoy, como antes, es imprescindible conocer el urbanismo de las ciudades. Y desde luego entender el comportamiento heredado y adquirido de sus ciudadanos.

Columna publicada en el diario El País de Cali.22.03.2007 

15.03.2007 La arquitectura doméstica


La gran arquitectura es un arte total; el mas envolvente. De ahí que sea la madre de las artes pues la escultura y la pintura solían ser parte integral de los edificios. Los grandes artistas se ocupaban de las tres. Himhotep se encargaba de los proyectos del faraón Zoser. Fidias no solo esculpió los frontones y frisos y la estatua colosal de Atenea en el Partenón, sino que concibió toda la reconstrucción de la Acrópolis. Vitrubio diseñó, construyó y teorizó. Miguel Angel rediseño San Pedro y levantó su maravillosa cúpula; además escribió poesía. Leonardo tambien se ocupó de la arquitectura y la ciudad. Antoni Gaudi hasta murió por la Sagrada Familia. Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe, Alvar Aalto y muchos arquitectos modernos diseñaban todo en sus proyectos. Le Corbusier, tal vez el artista mas completo del siglo XX pues era tambien pintor y escultor (Teodoro Gonzáles de León: Retrato de arquitecto con ciudad, 1996), escribió mucho, como Wright, quien tambien tocaba violonchelo. Y es el caso de Gustavo Medeiros, pintor, pianista, escritor de cuentos y, como Luís Barragán, caballista.

           La arquitectura doméstica no era trabajo de arquitectos artistas sino de constructores artesanos. Pero desde que el Movimiento Moderno la elevó a ser uno de sus mas importantes temas, la contradicción saltó de inmediato. Para comenzar, las casas son muchísimo mas pequeñas que castillos, palacios, casas solariegas y villas, y ni se diga de los apartamentos. Su aspecto simbólico cambió radicalmente, que es de lo que principal, pero por supuesto no únicamente, se ocupa la arquitectura. Pero hoy en día, mientras que el exterior del edificio da cuenta del prestigio común de sus varios propietarios, son las modificaciones y muebles de cada apartamento los que muestran el gusto y pretensiones de cada uno de ellos. Fenómeno que extrañamente tambien se produce en las casas unifamiliares, en las que su mobiliario no suele estar casi nunca acorde con su arquitectura. Y si bien es pertinente preguntarse si deben ser siempre ser obras de arte, no hay duda de que deben ser al menos una arquitectura completa.

           El problema es sospechosamente sencillo. El exterior de los muebles fijos (armarios empotrados y cocinas) es parte integral de la arquitectura pero no así su interior que debe ser fácilmente adaptable y renovable. Y algo similar pasa con los grandes electrodomésticos como neveras, congeladores, lavadoras, secadoras y televisores. Pero los muebles propiamente dichos tambien ineludiblemente pasan a formar parte de la arquitectura. Los clientes mas pudientes y de mundo contratan decoradores, otros consultan con sus amistades “entendidas” y los demás se trastean con sus enseres variopintos y un gusto heredado o que no va mas allá de la moda, ignorando irracionalmente la costosa arquitectura que acaban de adquirir. Solo los mas sensibles o cultos realizan que deben consultar en primer lugar con su arquitecto y que su gusto y costumbres deben evolucionar. Y los arquitectos tendrían que asumir que junto con su proyecto deben educar a sus clientes en la arquitectura para poder responder mejor a sus necesidades y aspiraciones. 

Columna publicada en el diario El País de Cali. 15.03.2007

08.03.2007 La arquitectura de moda


¿Quién se acuerda de los edificios de las últimas olimpiadas, o los pabellones de la última exposición universal o los premios de las últimas bienales? Como dice Jaime Sarmiento (La arquitectura de moda, 2006)  “La arquitectura ha dejado de ser un bien y se ha convertido en una mercancía […] para el consumo.” Como la moda, la más reciente se ha concentrado en la fachada y se volvió un asunto pasajero que cambia con cada temporada y se diluye en el tiempo. Muchos nuevos edificios se proyectan a partir de la imagen, concebidos mas para ser fotografiados que para ser habitados.  “Los edificios se han convertido en objetos inertes, anodinos, indeterminados, arropados con vestimentas llamativas, en los que lo importante es la envoltura, y no lo que contienen en su interior” concluye Sarmiento.

Algunos arquitectos de finales del siglo XIX y principios del XX, (Gottfried Semper o Adolf Loos, por ejemplo), nos recuerda Sarmiento, habían establecido analogías entre el vestido y la arquitectura. Su revestimiento se convirtió a partir de ahí en uno de sus elementos más expresivos, aunque hasta finales del siglo XX continuaba estrechamente relacionado con la oquedad que desde siempre han generado las fachadas. Mármoles, piedras, tapia pisada, adobes, ladrillos y concreto, se entrelazaban en el espacio modelando llenos y vacíos. Pero actualmente las fachadas han sido remplazadas por “pieles” que las mas de las veces están “muertas”, que envuelven como paquetes de regalo espacios interiores que ya no importan, tendencia que comenzó en la década de 1980 con las fachadas del postmodernismo.

Y hoy, como dice Sarmiento, los arquitectos de moda las hacen fabricar de casi cualquier cosa solo para llamar la atención: celosías de cristal o madera de mentiras, gaviones, hormigón con grabados de pinturas o fotografías; vidrio, mucho vidrio, esgrafiado con motivos varios y teñido de colores ídem, planchas de titanio o metales cualesquiera y hasta pantallas de plasma para anunciar cualquier publicidad. Pero lo mas preocupante es que aquí casi siempre simplemente solo se imitan sus seductoras imágenes divulgadas por las revistas dedicadas a promocionar el consumo de esta arquitectura. En ellas lo que se destaca es su imagen fotografiada, y la firma que la refrenda.

Como dice Sarmiento, ahora los edificios tienen marca, una especie de impronta que los identifica, y se habla de un “Nouvel”, “Ghery” o “Calatrava” como si se tratase de un BMW  o un Mercedes. “Actualidad” que imitamos aquí cada vez con mayor frecuencia pese a que ya es de penúltima moda. Penúltimas modas que vemos, no en su casi siempre triste prematura vejes sino en sus tramposas imágenes fotografiadas, en concursos, exposiciones y bienales, y en los poco serios artículos de la prensa sobre el tema. Para peor de males, entre nosotros, que nos importan mas los chismes de las personas que los hechos o las ideas que piensan o protagonizan, como lo ha dicho claramente Marianne Ponsford en días pasados en El Espectador, apenas se habla de los arquitectos que se autopromocionan como de moda, pero casi nada se dice seriamente de la arquitectura que en realidad necesitamos.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.03.2007