25.02.2016 Arquitectos y músicos.

La arquitectura y la música son artes abstractas, y así como los sonidos naturales incluidos en la música se convierten en música sin perder su esencia, la ornamentación en los edificios y su amueblamiento son también parte de la composición arquitectónica. Fundamental como en la casa del arquitecto peruano Frederick Cooper Llosa en Lima: una larga nave de muros, suelos y cielos de cemento, con un par de talentosos espacios: la entrada alrededor de una escalera girada 45ª y un balcón triangular casi al final, todo lleno de finos muebles de estilo y bellos tapices franceses. Arquitectura y música se piensan previamente para plasmar composiciones: partituras donde están las instrucciones para interpretar cierta música, lo que casi siempre se hace después, o proyectos, los que sólo unos pocos se construyen, donde están todos los planos, detalles y especificaciones para levantar un edificio.

Pero mientras la música escrita permanece sin alteraciones, el sino de los edificios es su permanente cambio como lo ha dicho Rafael Moneo, y en Cali su demolición o su alteración, como insisten tercamente en La Tertulia poniendo grandes avisos cubriendo la fachada lateral de uno de sus edificios. Y por supuesto hay arquitectos músicos, como Frank Lloyd Wright (Richland Center, WI, 1867-1959 Phoenix, AZ) o Leopoldo Rother (Breslau, Alemania 1894-1978 Bogotá) que tocaban violonchelo. Gustavo Medeiros Anaya (Cochabamba, Bolivia 1939- ) es pianista, pintor, escritor; y Fernando Martínez Sanabria (Bogotá 1925-1991) era gran aficionado a la música clásica, igual que Rogelio Salmona (Paris 1929-2007 Bogotá).


Y hay músicos arquitectos como Iannis Xenakis (Bräila, Rumania, 1922-2001 Paris), uno de los compositores más importantes de la música contemporánea, quien trabajo para Le Corbusier colaborando en algunos de sus proyectos mas innovadores, como el Pabellón Philips, 1958, o
Daniel Libeskind (Łódź, Polonia, 1946- ) quien estudio música y llegó a ser un pianista virtuoso antes que arquitecto. Y tres de los cuatro integrantes originales de la banda de Pink Floyd eran estudiantes de arquitectura: Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright. La arquitectura es “música congelada” cavilaba en silencio Goethe o Shiller o Schopenhauer da igual.


Mas nada congelado fue el primer concierto de la Filarmónica de Cali, el viernes 12, por lo que pinta bien la temporada de este año. Aparte de la estupenda violinista Angélica Gámez y del carismático nuevo director, Adrián Chamorro, y los nuevos músicos de la orquesta, que entre todos hicieron que sonaran bien esas bellas sinfonías que compuso Mendelssohn de adolecente y la “Italiana” ya adulto, hay que destacar el sesgo didáctico que le quiere dar Chamorro, explicando partes de las obras que van a interpretar después, como que se repitan sus conciertos quincenales en varias partes de la ciudad.


Sólo falla la arquitectura de las salas, comenzando por el Teatro Municipal cuyo espacio a la italiana no es el mejor para escuchar una orquesta sinfónica, pues su platea originalmente estaba concebida para poder realizar también bailes en ella, y para peor de males la del Municipal se bajó de nivel cuando se dedico a sala de cine a mediados del siglo XX, como se puede ver en viejas fotografías. Inconvenientes a los que se suman los que insisten en ver sus teléfonos “inteligentes”. Ojala Chamorro logre educarlos y que los conciertos se den en la Sala Beethoven, cuya arquitectura es mas adecuada a la música.


Columna publicada en el diario El País de Cali. 25.02.2016

18.02.2016 Nada en exceso

Por supuesto hay que preguntarse si son arquitectura esos montajes, tan de moda en las ultimas décadas, que han mostrado, financiadas por sus autores, las revistas de arquitectura, y que la prensa aplaude ingenuamente. Y hacerlo en el sentido con que Avelina Lésper interroga al arte en su reciente libro, precisamente titulado El fraude del arte contemporáneo, pues lo cierto es que, como bien dice Julio Cesar Londoño, “es verdad que la mayoría […] es de dudoso valor “ (El Espectador, Arte y popis, 05/02/2012). En conclusión, son arquitectura mas no apenas de dudoso valor sino que sus (i) responsables son cada vez mas demandados por los sobrecostos, pronto deterioro y problemas funcionales. Sin embargo es preciso señalar una crucial diferencia: la arquitectura siempre ha sido, además de construible y habitable, un espectáculo, muy bello por lo demás.

Espectáculo desde mucho antes de la antigüedad mesopotámica de grandes zigurats, egipcia de enormes pirámides, griega de bellas acrópolis o romana de templos sin fin, o la de las grandes catedrales, iglesias y mezquitas después, para que las muchedumbres creyeran en los dioses, y
justificar el poder de sus sacerdotes en la tierra. Poder que heredaron los reyes que lo son por la gracia de dios, y los príncipes, duques, marqueses, condes, vizcondes, barones y señores feudales, con sus castillos y palacios, y hoy todos los dictadores, y hasta esos presidentes fuertes o vitalicios (una contradicción), grandes empresarios, directores de museos o simples nuevo ricos ahora muy ricos, que han promovido esa repentina arquitectura espectáculo que remplazó desde finales de la segunda mitad del siglo XX a la del Movimiento Moderno iniciado a principios del mismo.


Porque fue precisamente esa otra manifestación del humanismo la que se propuso poner la arquitectura no al servicio del poder y la riqueza sino al de la vivienda de todos los ciudadanos. Pero después de los muchos acertados ejemplos de los primeros maestros y de los que los
siguieron en todo el mundo a mediados del siglo pasado, en 1977 el Centro Pompidou, de Georges Pompidou, el presidente, claro, inicio un proceso que terminó en 1997 con el Guggenheim de Bilbao, a pedido de Thomas Krens, entonces su director, claro, dando inicio a la desbandada de la arquitectura posmodernista, ya mucha de ella puro espectáculo, cuya vulgarización y globalización por todas partes resultó mucho peor que la de la arquitectura moderna, que por su parte había llevado, con la proliferación de sus para nada emocionantes “cajas de zapatos”, a la pronta necesidad de un cambio.


Pero como lo de la novedad del edificio espectáculo ya comenzó a pasar rápidamente de moda, es preciso ahora hablar del futuro de una arquitectura que tendrá que volver a ser pasiva climáticamente y discretamente contextual, y cuyo espectáculo no debe ser el de los edificios sino el de las calles, avenidas, plazas y parques. Entender que los arquitectos mas que edificios aislados proyectan nuevas piezas urbanas que se agregan a las ya existentes conformando ciudades, y que su espectáculo, el de la verdadera arquitectura, está es en sus espacios y no sólo en sus volúmenes, incluyendo los museos, teatros, bibliotecas y escenarios deportivos. Que la belleza es simplificación, como lo expresaba Natalie Clifford Barney (Jean Chalon: Chère Natalie Barney / Portrait d´une Séductrice, 1992, p.327) y lo dijo hace siglos el Oráculo de Delfos: nada en exceso.


Columna publicada en el diario El País de Cali. 18.02.2016