28.10.2004 Rascainfiernos

Los hombres insisten en levantar torres de Babel. Monumentos a su soberbia y estupidez. Negocios para desplumar incautos. Rascacielos innecesariamente altos que de tanto en tanto se convierten en verdaderos infiernos como paso hace años en Bogotá y en días pasados en Caracas. Solo tres años después de la terrible destrucción transmitida a medio mundo en vivo y en directo de las Torres Gemelas en Nueva York, prácticamente todos los proyectos de rascacielos se reanudaron por todas partes (Time 2/8/2204). El mas alto será el Edificio Jin Mao, en Shanghai, de Skidmore, Owings &Merril, SOM, de 421 metros y pronto a terminarse, lo mismo que la Torre T&C en Kaoshiung, de 347 metros, la Torre II de Baiyoke en Bangkok, de 320, y el Jubilee Street/Queens Road Central en Hong Kong, de 292 metros. Como se ve, los chinos, como todos los nuevo ricos, quieren ser mas altos.

Incluso el MoMA de Nueva York le dedico una exposición a este invento norteamericano por excelencia, Tall Buildings, abierta hasta septiembre, en la que se mostraban, con la curaduría de un conocido ingeniero estructural y de Terence Riley, el curador jefe de diseño y arquitectura del museo, 25 modelos, algunos de mas de cuatro metros de alto. Entre ellos estaban los proyectos de David Childs, de SOM, para la Torre de la Libertad, que se lo quitaron a Daniel Libeskind, y que “remplazará” a las Torres Gemelas; el de Renzo Piano para la nueva sede del New York Times; el de Sir Norman Foster para firma Swis Re en Londres; y los de Santiago Calatrava para Malmö, en Suecia, y para el bajo Manhattan. Tambien estaba Arcos Bosques Corporativo, el nuevo y espantoso rascacielos de Ciudad de México, de Teodoro Gonzáles de León, Francisco Serrano y Carlos Tejada.

Pero mientras todos estos rascacielos son de arquitectos de renombre internacional y recurren a tecnologías avanzadas para ser cada vez mas resistentes, seguros y ecoeficientes, en países como el nuestro nos contentamos con torrecitas de 17 pisos que penas alcanzan el purgatorio pero en cambio invaden los cielos que son nuestros patios. Solo buscan exprimir lotes en donde había antes una sola casa con jardines y patios, sin considerar para nada que la infraestructura de servicios públicos y la de las calles que les dan acceso siga siendo la misma. Que paguen el pato los tontos que sucumben a su supuesto prestigio y los vecinos que se quedan sin andenes ni vías suficientes, sin brisas que refresquen, ni vistas, teniendo que mirar en cambio sus culatas por que aquí ni siquiera se les exige que sean exentos.

Pero lo peor de todo son esos ridículos enanos de cuatro, seis u ocho pisos llenos de mármoles, vidrio espejo y balaustres ordinarios pintados de blanco que brotan en todos nuestros pueblos destruyendo irremediablemente su unidad y belleza, y que deberían ser otra razón mas para que exijamos la legalización de las drogas y evitarnos sus daños colaterales que son muchísimo peores que la drogadicción que por supuesto debería tratarse como un problema de salud publica. Enanos ridículos pues vale entre nosotros la afirmación que Don José Ortega y Gasset hiciera para la Europa de hace 60 años, a las puertas del fascismo: "Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y lo impone donde quiera”.

Columna publicada en el diario El País de Cali 28.10.2004

21.10.2004 Fernell Franco

La arquitectura moderna y la fotografía son inseparables de la misma manera que la premoderna lo fue del dibujo. Los arquitectos vemos primero los edificios en fotos y finalmente los visitamos para volverlos a fotografiar. Los estudiamos mas como imágenes que como volúmenes, espacios o ambientes. Las revistas, en las que nuestros estudiantes y muchos profesores “conocen” la arquitectura de (solo) el mundo desarrollado, apenas muestran fotografías descontextualizadas de los edificios (de moda) cuyos planos no se analizan con cuidado. Sin acatar a Le Corbusier, que recomendaba dibujarlas para mirarlas con atención, cuando visitamos las obras paradigmáticas de la arquitectura mundial las fotografiamos sin verlas bien pues generalmente somos malos fotógrafos que a diferencia de los buenos no miramos antes de fotografiar.

La realidad es que las fotos de arquitectura son muy difíciles pues edificios y ciudades se perciben con todos los sentidos y no apenas con una mirada estática. Desde luego hay fotografías de arquitectura que (aparentemente) son buenas pero casi siempre son de edificios malos que producen buenas imágenes o el fotógrafo se las ingenia para crearlas. De ahí que generalmente las fotografías de arquitectura sean malas, inclusive las de los edificios buenos, pues aunque sean bonitas en si mismas, no pueden mostrar del todo su calidad ambiental y espacial ni su entorno urbano o natural; y por eso es que no hay fotos “malas” de edificios malos: solo son feas y por lo tanto buenas. Pero, claro, a veces hay fotos buenas de edificios buenos: es el caso de las de Fernell Franco.

Sus primeras fotografías de arquitectura son de construcciones populares; pero son buenas fotos de arquitectura en la medida en que muestran lo arquitectónico de esas casas, sus colores y composiciones. Igual pasa con la serie muy conocida de las ornamentaciones de los monumentos moderno historicistas de la ciudad, donde el encuadre y la coloración a mano las distancian de lo que de pastiche tienen esos edificios (mal llamados republicanos) permitiéndo aludir a los grandes estilos históricos que imitan. En las de las casas de hacienda, tambien iluminadas, la presencia de elementos comunes y actuales le ayuda a mostrar al tiempo su pasado y su presente, como corresponde a la historia de la arquitectura que, como la del arte, se hace en frente del hecho histórico mismo (Giulio Carlo Argan: La historia del arte como historia de la ciudad).

Fernell Franco se piensa como un fotógrafo urbano y la verdad es que tiene innumerables fotos de la ciudad: su gente, actividades y patrimonio construido. Imágenes que  son lo único que queda en Cali de muchos de sus edificios mas representativos de la primera mitad del siglo XX; y de la cicatriz que dejaron en el espacio urbano después de su demolición con motivo de los VII Juegos Panamericanos. Tal vez por eso no a hecho muchas fotos de arquitectura moderna, aparte de sus insinuantes reflejos en pavimentos mojados. Sin embargo en su reciente fotorreportaje a Rogelio Salmona intuitivamente destacó elementos importantes de su arquitectura como las vistas a los cerros de Bogotá, la tectónica de sus edificios, la presencia de la gente en ellos y hasta la importancia de su ornamentación, detalle que los arquitectos que dicen admirarlos no suelen fotografiar; ni dibujar.

Columna publicada en el diario El País de Cali 21.10.2004