05.04.2007 Cali ¿genérica?


Rem Koolhaas propone olímpicamente desde Europa el fin de la ciudad tradicional (La Ciudad Genérica, 2002), argumentando que los centros históricos son lo más renovado, modificado y falso, lo que en parte es verdad. Propone que ahora sea genérica, abierta, flexible, fácil y sin historia. Que no busque su significado en el pasado y que su identidad pueda cambiar constantemente porque estaría liberada del cautiverio de un centro histórico. Que sus formas sean anodinas, reflejo de las necesidades y aptitudes del presente, y puedan albergar cualquier cosa. Que sea suficientemente grande y no necesite mantenimiento. Que si es necesario se expanda y que si envejece se autodestruya y renueve pues su carencia de valor histórico lo permitiría sin remordimientos.

            “La Ciudad Genérica tiene generalmente un clima más cálido; está camino del sur -hacía el Ecuador- lejos de la confusión que produjo el norte en el último milenio. Es un concepto en estado de migración. Su último destino es ser tropical -mejor clima, gente guapa-. Está habitada por aquellos a los que no les gusta estar en otro lugar. En la Ciudad Genérica, la gente no solo es más atractiva que sus semejantes, sino que se supone que tienen aún mejor temperamento, menos obsesionada con el trabajo, menos hostil más amable. En otras palabras, es la prueba de que hay una conexión entre arquitectura y comportamiento, que la ciudad puede hacer mejores personas incluso a través de métodos sin identificar."

La ciudad de Koolhaas podría ser Cali pero aquí ha resultado en violencia y feura. Por lo contrario, “Hiper Paris”, como él la llama, es muy bella a pesar de ser caricatura de sí misma, lejana a su historia, renovada muchas veces, modificada y falsa, en lo que tiene razón. Pero afortunadamente no hay allí ningún edificio suyo, aunque sí uno nuevo de Jean Nouvel, que se precia de ser “un arquitecto del contexto” (Time 26/07/2006), que parece seguir su idea. El Musée del Quai Branly presenta fachadas muy diferentes, que se ven mucho (como la entrometida Casa de la Música de Koolhaas en Porto) dizque para estar acordes con lo que sucede en cada costado. Lamentablemente, Nouvel, para seguir de moda, olvidó su acierto en la Fundation Cartier, cuyos grandes vidrios reflejan discretamente los árboles del bulevar y el presente difuso de los edificios del pasado que la rodean.

Al fin y al cabo las ciudades son escenografías como lo dijo Lewis Mumford mucho antes de que Koolhaas y Nouvel nacieran. Crean ilusiones en el espacio y el tiempo. Lo que se les agregue, para que a su vez perdure, debe mejorarlas sumándose a lo anterior sin destruirlo. Como las Plazas Reales del renacimiento sobre las calles medioevales. O los bulevares de Haussmann sobre todo lo anterior. O el Pompidu de Piano y Rogers o la pirámide del Louvre de Pei. Pero los restauradores fundamentalistas no lo entienden ni los arquitectos que solo ven revistas lo perciben. No han leído a San Agustín: las ciudades vendrían a ser más el presente de su pasado, incluyendo el inmediato, que es inevitable, que el presente de sus inciertos propósitos para el futuro y ni hablar del de sus esperanzas.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 05.04.2007