11.12.2014 El engaño de lo “actual”

En la pertinente y dura columna de Juan Carlos Botero, El gran
chantaje en el arte (El Espectador, Bogotá, 04/12/ 2014) basta con cambiar arte por
arquitectura para tener el retrato de tanta construcción espectáculo
de hoy en día, arquitectura aun de moda en este país y premiada en
concursos y bienales, aunque ya muy cuestionada afuera. Pero cuando
alguien la critica como banal o intrascendente, sus defensores a
sueldo lo chantajean con el argumento de que es ignorante, sin visión
y de ideas obsoletas, además de negado para apreciar el diseño de
vanguardia.

Y como nadie quiere ser acusado de retrógrado o inculto, e incapaz de
valorar la arquitectura de su tiempo, muchos terminan aceptando y
aplaudiendo gran parte de los embelecos que hoy se hacen pasar por
tal, pues no quieren ser señalados como miopes que carecen de visión y
lucidez para admirar sus “ropajes estrambóticos” pues eso es lo único
que en realidad ofrece de “novedoso” esta arquitectura de revistas y
para revistas, cuyos espacios interiores casi nunca se muestran ni
cuestionan, y cuyos entornos se ocultan para exhibir el edificio sólo.

Mas lo mas grave es que la crítica sucumbe entonces al chantaje y
celebra piezas banales no por convicción, sino por temor a la
intimidación. Y por conveniencia, porque al avalar sandeces, ya que
sin duda hay mucha farsa en la arquitectura actual, estos “críticos”
pueden continuar tramando con sus exclamaciones vacías a sus incautos
lectores, y, peor aun, muchos profesores a sus estudiantes, pues como
ahora casi ninguno construye sólo les interesa el adorno, como diría
el arquitecto francés Auguste Perret (1874-1954).

La verdad es que esos arquitectos de moda no son rebeldes
incomprendidos (en sus obras tampoco hay nada que comprender, como
afirma Botero de los artistas) sino estrellas internacionales que
venden muy caro sus “productos de marca”, logrando su efímero éxito no
mediante trabajo y talento dirigidos a resolver los graves problemas
actuales de las ciudades, sino como resultado de la copia y la moda
auspiciada por las revistas. El hecho es que en la arquitectura, al
contrario del arte, la sola imagen no basta; son precisos espacios en
los que se pueda habitar con seguridad, funcionalidad, comodidad y
confort además de emoción.

Es uno de los mayores fraudes que se han visto en siglos de
arquitectura, y el mismísimo Frank Gehry ha dicho que 98% de la
arquitectura moderna era "pura mierda" (Abt Sebastian ),
y el si que sabe de que está hablando pues lo que concibe en sus
edificios son sus “ropajes” metálicos. Y los arquitectos japoneses
Fumihiko Maki, Toyo Ito, Sou Fujimoto, Kengo Kuma y Riken Yamamoto se
opusieron con razón al desmesurado tamaño del Estadio Olímpico en
Tokio, de Zaha Hadid, para los Juegos de 2020 (de Zeen magazine,
10/10/2013).

Por suerte no todo lo que se construye es arquitectura espectáculo,
pero depende del público seguir esa farsa o atreverse a decir lo que
salta a la vista: está dañando a las ciudades. El hecho es que si bien
la farsa de tanto “arte” que pretende hacerse pasar por conceptual
daña a algunos ciudadanos, la arquitectura espectáculo los daña a
todos al dañar las ciudades en las que viven. Pero pocos se atreven a
denunciarlo por temor a ser señalados como reaccionarios desprovistos
de una visión moderna.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 11.12.2014

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