Columna publicada en el diario El País de Cali 22.08.2002
22.08.2002 Arquitectura y música
Son a la vez expresión colectiva e individual.
De cada época y de siempre. De cada lugar y de todos los lugares. "La
arquitectura -escribió Sir Joshua Reynolds, el famoso pintor- recurre
directamente, como la música, a la imaginación sin que intervenga ningún genero
de imitación […] En manos de un hombre genial, es capaz de inspirar
sentimientos y de llenar la mente de ideas grandes y sublimes." A
diferencia de otras artes son abstractas, pues no hay que confundir la
ornamentación arquitectónica con la arquitectura ni los sonidos naturales
incluidos en la música con la música. Y se piensan previamente, por eso hay composiciones
e interpretaciones, proyectos y edificios; antes, cuando no se redactaban,
"partituras" y "proyectos" reposaban en las tradiciones
orales. El boceto de una pintura o escultura o el guión de una película no son
lo mismo que una partitura o un proyecto arquitectónico; en estos están
completas y definitivas todas las instrucciones para una música o una
arquitectura. Sin embargo, la música permanece con muy pocas alteraciones
mientras que el sino de los edificios es su permanente cambio.
Leonardo
da Vinci tambien se había dado cuenta de que las pautas que relacionan la
estructura del cuerpo humano con las proporciones de los edificios podían
vincularse asimismo con la estructura armónica propia de la música. La una se
compone (formar de varias cosas una, juntándolas y colocándolas con cierto modo
y orden), como la poesía, y después se ejecuta. La otra se proyecta (se compone
se decía antes) y después se construye (se ejecuta, se podría decir ahora); en
la música y en la arquitectura siempre hay una idea, recuerdo, alusión o
propósito previos. La composición se afina ensayándola repetidamente y en la
construcción se hacen cambios continuos para mejorar el proyecto. Ambas son
artes temporales. La arquitectura es el efecto ordenado de volúmenes y espacios
preconcebidos. La música es la sucesión predeterminada y en orden de sonidos y
silencios; como el teatro, la opera y el cine, es lineal: solo se puede
interpretar en un "recorrido" establecido.
En la arquitectura, si bien sus volúmenes y
espacios insinúan recorridos, estos se producen, la mayoría de las veces, de
forma indeterminada. Las personas entran en los espacios arquitectónicos,
permanecen en ellos, pasan a otros, suben o bajan, se detienen, se sientan y
paran, ven para todos lados, entran o salen; miran los edificios desde el
exterior y desde su interior perciben otros edificios, la ciudad y el paisaje,
que al ser mirado desde los edificios deja de ser natural para participar de la
arquitectura. Pero al contrario de la música, que solo se escucha, la
arquitectura se percibe con todos los sentidos: la luz hace visibles sus
espacios y volúmenes y permite "tocar" sus texturas, pero son los
sonidos y los cambios de temperatura y el movimiento del aire, y hasta los
olores, los que permiten apropiarse totalmente de los espacios arquitectónicos.
El
sonido (silencios, ruidos, murmullos, ecos) producido por el viento, el agua y
la gente juega un papel primordial en la arquitectura y quizás la arquitectura también lo ha jugado en la música aunque no de manera fundamental. Como
recuerda Mario Gómez Vignes, la resonancia que producen las bóvedas de crucería
pudo insinuar la música polifónica al final de la Alta Edad Media. No es fácil
un ejemplo en que la música haya inspirado una forma arquitectónica (las formas
de la filarmónica de Berlín de Hans Scharoun se deben a los problemas acústicos
más que a la música misma), pero es posible comparar la ciudad tradicional con
un coro (o una orquesta) en el que los solistas son los monumentos y los
miembros del coro las casas. En nuestras ciudades actuales se "canta"
sin solistas y los miembros más ambiciosos o ignorantes del coro gritan más que
los demás para tratar de hacerse oír en el gran barullo sin partitura ni
director en que se han convertido. Euphonium y Maçon ya no conversan.