Columna publicada por el diario El País 15.08.2002
15.08.2002 Arquitectura y danza
Se dice que en su lecho de muerte Luis XIV
advirtió a su sucesor que para evitar la ruina debería eludir a bailarines y
arquitectos. El Rey Sol sabía de que hablaba: construyó la mayor parte del
inmenso y bellísimo Parque y Castillo de Versalles, en donde la danza era cosa
de todos los días. Y se puede bailar solo y sin música, pero en general
intervienen muchas personas: un cuerpo de baile, solistas, músicos,
coreógrafos, escenógrafos, diseñadores de vestuario, directores,
administradores y ayudantes. Como construyendo un edificio o produciendo una
película, obra de teatro u opera. Son artes colectivas en su concepción,
producción y disfrute.
Arquitectura
y danza vienen de muy atrás con la música, el dibujo, la pintura, la escultura,
el mito, la leyenda y la poesía, pero estas son individuales. Después llegaría
la literatura y el teatro; la opera es posterior y la fotografía y el cine muy
recientes. La danza ritual antecede la cópula de muchos animales y casi todos
marcan espacios y construyen un nicho para habitar. El hombre primitivo danza
antes de cazar, después danzaría a la lluvia y en la Edad Media lo hará a la
muerte. La arquitectura, el arte del espacio y el tiempo, es un esfuerzo por
conquistar la eternidad y un lugar en el universo; a la tumba y el templo
siguen la fortaleza y el palacio: los edificios, como la danza, han acompañado
a la humanidad desde el inicio. Puesto que la necesidad de alojamiento y
significado es permanente la arquitectura nunca se ha interrumpido, a diferencia de otras artes que
han aparecido y desaparecido después. Íntimamente relacionada con la sociedad y
la naturaleza, es parte de la formación de la civilización y un hecho universal
y necesario. Después de ser para la muerte, terminó procurando ambientes
propicios y dignos para la vida; además, ordena y jerarquiza la ciudad: esa
gran danza.
Danza
y arquitectura buscan la ilusión de que superan la fuerza de gravedad más de lo
que realmente lo hacen. Arcos, bóvedas y cúpulas describen en el espacio las
mismas curvas catenarias (evidentes o no) que una bailarina en un gran jeté . Y
la forma como columnas, pilares, pie derechos, machones y bailarinas llegan al
piso prolonga el salto, lo hace ver leve; como si se volara. Las basas de las
columnas separan su fuste del suelo como el bailarín detiene un instante la
caída de la bailarina antes de que las puntas de sus zapatillas toquen el piso,
es el portés de la danza clásica; en
cambio los bailarines, mas pesados, no "vuelan", solo saltan. El
dórico, que es masculino, no tiene basas pero el jónico, que es femenino, sí.
En el gótico, como si fuera un debate escolástico, el fuste único es remplazado
poco a poco por un ligero haz de nervaduras continuas que descienden de lo mas
alto hasta el piso, y las muy femeninas columnas modernas de Oscar Niemeyer en
Brasilia llegan "en puntas" al suelo. La cúpula de Miguel Angel, en
San Pedro, está generada por la rotación de un resistente arco apuntado
(gótico), pero que ocultó con la linterna y el tambor para que pareciera
esférica, es decir, más ligera. Es lo mismo que el arte de la alta gran escuela
clásica de equitación de Holbein von Holbeinsberg logra con los caballos
lipizanos en la Spanischen Hofreitachule de Viena en donde la courbette, la
levade y la capriole, saltos que los
animales no hacen en libertad parecen naturales en ellos; incluso no se usan
estribos lo que aumenta la ilusión de su "vuelo".
Ya Leonardo, influenciado por Vitruvio, lo dijo:
la arquitectura y el cuerpo humano están íntimamente relacionados. Mientras la
danza busca moverlo como naturalmente no se mueve pero de tal manera que
parezca natural, la arquitectura le construye ámbitos mágicos para que habite
poéticamente en ellos (además de segura y confortablemente) al hacer que se
mueva a lo largo de recorridos -casi coreografías- que le producen sorpresas,
evocaciones, alegrías y emociones intensas, inesperadas y cambiantes; justo
como la danza.