Los diccionarios decían antes que la
arquitectura era el arte de construir, pero como dice Juhani Pallasmaa
(Entrevista con Anatxu Zabalbeascoa,
2006), la de hoy
ya no es para la gente y solo se dirige al ojo. Que es narcisista
porque enfatiza al arquitecto, al individuo, y nihilista porque aniquila las
estructuras culturales, pues hoy los mismos arquitectos construyen los mismos
edificios por todo el mundo (que aquí copiamos), y así es difícil reforzar una
cultura.
Que hay que criticar la aplicación de
criterios únicamente comerciales en la arquitectura, especialmente la de las
grandes firmas, pues con frecuencia convencen a políticos, arquitectos y
ciudadanos. Que existe una idea muy vaga sobre la finalidad de la arquitectura,
y hoy se emplean los edificios como imágenes que reflejan el egocentrismo de un
cliente y un arquitecto artista. Y que ése no es su fin (y menos aquí donde
estamos acabando con la unidad de las ciudades).
Que
es una consecuencia de la comercialización del mundo, y de la velocidad del
cambio (sobre todo entre nosotros), pues todo tiene que ser rápido y al
momento, y además hay demasiado de todo, sobre todo información. Que hay que
gritar para ser oído, mientras las catedrales contrastaban con el mundo pero
invitaban a un encuentro íntimo. Que la arquitectura debería estar social y
culturalmente orientada para anclar a la gente en el mundo en lugar de imponer
su presencia.
Que
la arquitectura de hoy ha descuidado los sentidos, pues se ha convertido en un
arte visual. Y, por definición, la visión excluye de lo que se está viendo. Se
ve desde fuera, mientras que el oído envuelve y el tacto une a lo tocado. Que
la arquitectura es el arte de la lentitud y el silencio. Pero si lo que se
busca es impacto inmediato, consecuencia de procesos económicos y tecnológicos
(aquí de la simple penúltima moda), la imagen visual es una herramienta
potente.
Que
lo que debe cambiar no es la tecnología sino el enfoque que usan los
arquitectos, pues su función no es la de
alienarnos en una relación sensual con el mundo, sino reforzarla. Que la
necesitamos (sobre todo en ciudades sin identidad como Cali). Que el elemento erótico
de la arquitectura está representado por el tacto, que invita a juntarse y a
ser uno con lo tocado, con el entorno (lo que no podrán entender esos
estudiantes que mantienen encerrados en las aulas).
Que
la condición periférica ha producido la mejor arquitectura desde la Segunda
Guerra Mundial (como es el caso aquí la de Rogelio Salmona). Pero que se está
haciendo puramente estética a costa de perder su esencia (como en Medellín), y
que esa tendencia es uno de los aspectos mas negativos de la globalización y de
nuestra cultura consumista (y peor cuando es tan dependiente culturalmente como
la nuestra).
Que
–terminaba Pallasmaa hace cinco años, por lo que a algunos les parece que ya no
es válido- lo palpable de la arquitectura antiguamente se conseguía de la mano
de los artesanos, pero que hoy sólo se puede con la imaginación del arquitecto.
Que hay que reducir la escala de los edificios, y que hasta en los mayores es
posible. Que lo mejor que le pueden decir a un arquitecto es que que no se
destaca (que no grita, pero que construye con arte, habría que agregar).
Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.03.2012
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