Dice Walter Isaacson, biógrafo de Steve Jobs, que
este se situaba entre las humanidades y las ciencias (El Tiempo, 11/11/2011), y
que era un pensador muy intuitivo, y muy visual; como Einstein, para el
que la imaginación era mas importante que el conocimiento. Es lo que debe hacer
un arquitecto preocupado por su ética profesional y no apenas por la estética
de moda entre sus clientes: cultivar su gusto y situarse con imaginación entre
las humanidades y las técnicas (las que se derivan de las ciencias), para
entender las tradiciones y climas propios de la ciudad-región en la que
proyecta sus edificios, y para saber ver sus paisajes urbanos y naturales que
determinan su entorno. Y por ende es lo que debería hacer un alcalde, que es el
arquitecto de su ciudad, cuando esta no cuenta con uno, como sucede en las
nuestras. Por eso es todo un despropósito cambiarlo cada cuatro años, como lo
sería cambiar de director de una película en medio de su rodaje por alguien que
por primera vez hace cine y que de inmediato sustituya su guión, su
escenografía y sus actores principales.
Conectar
el arte con la tecnología, insiste Isaacson al recordar a Jobs, quien según él
unió la poesía a los computadores, fue lo que llevó a Apple a su rápido éxito
mundial. Es lo que debe buscar un buen arquitecto, pues de lo contrario es
solamente un mal diletante, pero tampoco un artesano, pues estos, usando
tipologías desarrolladas colectivamente con el paso del tiempo, no levantaban
edificios magníficos, como antes lo hacían los verdaderos arquitectos, sino
partes de ciudades, estas si magnificas, como lo son todas las ciudades
tradicionales en todas partes del mundo. Es lo que deberían entender esos
arquitectos mal formados que han llenado las nuestras de edificios que no
consideran sus tradiciones, climas ni paisajes, ni su función, la gran mayoría
de las veces sin la importancia simbólica de los castillos, palacios, y
catedrales de antes, la que hoy en día solo deberían tener los edificios
públicos y no todos ellos. Es lo que no ven y por lo tanto difícilmente
entenderán esos alcaldes que nada saben de arquitectura ni de ciudades en tanto
que artefactos habitados.
Jobs
era además ingenioso, pues la gente inteligente y educada no siempre engendra
innovación, concluye Isaacson. Por eso necesitamos arquitectos profesionales
que además de bien formados sean mas creativos e imaginativos para producir, no
imágenes espectaculares, sino edificios construibles, seguros, funcionales,
sostenibles, contextuales, confortables y bellos. Y por eso los buenos alcaldes
se rodean de ellos, no para darles a dedo los proyectos mas importantes, eso lo
hacían antes los príncipes, mecenas y comitentes, sino para que formen parte de
los jurados de los concursos públicos que se convocan con ese propósito. Tal es
el caso de Pascal Maragall para trasformar a Barcelona, de la mano del
arquitecto Oriol Bohigas, en una de las ciudades con mayor calidad de vida en
el mundo, o Jaime Lerner en Curitiba, Jorge Gaitán Cortés en Bogotá y Alberto
Montoya Puyana en Bucaramanga, ellos mismos arquitectos, y alcaldes de éxito.
Como dijo Jane Jacobs, hay que recobrar para la arquitectura la conformación de
las ciudades (Vida y muerte de las grandes ciudades, 1961).
Columna publicada en el diario El País de Cali. 08.12.2011
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