26.03.2015 Ética y Arquitectura

No es ético por parte de un arquitecto limitarse a hacer literalmente
lo que el cliente le pide para su vivienda, en lugar de diseñarle lo
que con su experiencia y conocimiento considera que necesita, para lo
cual por supuesto debe oírlo a el y a su familia y amigos y conocidos
metidos. Cosa que aquí casi ninguno hace, limitándose a copiar
imágenes de moda en el exterior y que muestran las revistas que nos
mandan, pues como le decía en días pasados Susanita a Mafalda, solo es
“bueno” lo que se acepta allá, en Estados Unidos y Europa, no lo que
es bueno aquí; lo que comprobadamente ha sido mejor aquí.

Igual que ese usuario del transporte público que decía que no le
gustaba el transporte ni el publico, juego de palabras que lleva a
pensar en que es preciso mejorar al tiempo el transporte y el público,
hay que educar como a un niño al cliente al tiempo que se desarrolla
el proyecto, incluso si no se trata de una vivienda unipersonal. El
problema desde luego es que en general ya se creen “grandes” o que lo
que necesitan es una costurera y no un gran modisto y ni siquiera un
buen sastre. Y en arquitectura, además, pese a que aquí cada vez hay
mas de las primeras, hay menos de los segundos y de los últimos ya no
queda ninguno.

En general los clientes no entienden que son personas que por algo han
decidido utilizar los servicios de un profesional con el supuesto de
que ejerce su oficio con capacidad y aplicación y con una experiencia
comprobada en el mismo, es decir con relevante capacidad y aplicación.
Además los clientes de los arquitectos suelen creer ingenuamente que
saben lo que quieren, pero lo que los arquitectos deben saber es qué
es lo que en realidad necesitan y descifrar su gusto, el que no es
nunca algo subjetivo como se cree; es cultural y se forma ya de niños,
cuando se aprende todo, junto con la lengua, comidas, costumbres,
comportamientos y religiones.

La ética profesional de un arquitecto que lo sea es pues el conjunto
de normas morales que rigen su conducta como tal, mas allá de una
simple actividad a cambio de dinero. Que vergüenza cuando justifican
algo diciendo que el cliente se lo pidió, como si se tratara de servir
obsequiosamente a un superior. Lo que si era cierto en la antigüedad
cuando sacerdotes arquitectos levantaron sus magnificas obras a sus
respectivos dioses, los mejores clientes posibles pues no necesitan
nada y lo tienen todo ya que solo existen en el mundo de las
creencias, por lo que es posible ponerse bajo su protección o tutela
sin comprometer el oficio.

Es el problema de ser ateo y arquitecto, y querer poner la
arquitectura al servicio ya no de dioses sino de hombres y mujeres
comunes pero queriendo que habiten como dioses o al menos como
príncipes. Fue lo que pretendió el Movimiento Moderno en arquitectura,
ese último reducto del humanismo, ponerla al servicio del ser humano.
Es lo que ahora logra la arquitectura realmente pos moderna, pues el
posmodernismo no pasó del banal espectáculo, al conjugar el
antiquísimo arte de la arquitectura con lo mas actual de sus varias
técnicas; una nueva ética sumada a una vieja estética: vencer con
gracia la gravedad y enaltecer los recorridos al tiempo que se cuida
de su seguridad, funcionalidad y confort: lo entendería Mafalda.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 26.03.2015

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