16.11.2014 De la arquitectura a la imagen

La mudéjar, que se conoce como colonial, llegó con los españoles y aquí se volvió mudéjar americano. La imitación de la arquitectura neoclásica se impuso con la afrancesada generación republicana del siglo XIX, la que tardíamente se volvió ya moderno historicista. A mediados del XX se reprodujo, principalmente de Estados Unidos, la construcción y arquitectura modernas, pero no siempre al mismo tiempo. Y ahora simplemente se copia de las revistas: es la deriva de la edificación a su imagen.

Las distintas funciones de la arquitectura tradicional del país se definieron a partir de formas derivadas de sus sistemas constructivos y materiales. Pero cuando estos proliferaron, junto con las escuelas de arquitectura, se pasó a un gran desarrollo técnico importado, junto a la ignorancia de las tradiciones propias. Hoy, debido al rápido crecimiento de nuestras ciudades, y con la disculpa acrítica del urbanismo y la arquitectura modernos, los proyectos resultan es de la especulación inmobiliaria y no de buscar que sean contextuales, funcionales y sostenibles.

La reinterpretación de lo ancestral, ahora desde una perspectiva post moderna, sería de nuevo su viejo camino. Pero despreciamos las maravillosas arquitecturas tradicionales del mundo subdesarrollado, sin siquiera conocerlas. Sólo vemos, en las revistas que nos llegan, las imágenes promocionales de las estrellas internacionales, pese a sus diferentes geografías, historias y circunstancias. Esta arquitectura espectáculo se inició con el post-modernismo decadente de una sociedad aburrida de tanta construcción anodina en la que había caído la vulgarización de la arquitectura moderna en el mundo, invocando el arte cuando en realidad vagaba sin rumbo por la frivolidad (Arturo G. de Terán: El arte en la arquitectura de hoy hacia mañana, 2008).

Afortunadamente se abre paso la preocupación por las tradiciones, circunstancias y necesidades reales de cada lugar. Con sentido ético y no apenas estético se busca la autenticidad de lo propio, pues sin su referencia lo novedoso sólo serían extraños edificios que pronto pasarán de moda, o se demolerán como si fuéramos ricos. Es una arquitectura integrada a los entornos pre existentes, y tradicional pero sin caer en el pastiche. Sus retos son el ahorro de energía y agua potable, el uso de materiales reciclados y reciclables y de nuevos sistemas constructivos, y su flexibilidad, adaptabilidad y reciclaje futuro. Ajusta las tendencias internacionales a las circunstancias locales y busca la actualización de las tradiciones para un diseño pertinente a una geografía, historia y comportamientos sociales dados.

Como decía Heinrich Hübsch (1795-1863): “Si queremos crear un estilo que posea las mismas características que tanto nos gustan en los modos de construir –reconocidamente bellos- de otros pueblos, dicho estilo ha de surgir no de una índole pasada, sino de la condición actual de factores naturales: en primer lugar, de nuestros materiales usuales; segundo, del punto de vista actual de la experiencia tecno-estática; en tercer lugar, del tipo de protección que los edificios, en nuestro clima, suponen por sí mismos, en relación con su duración; y cuarto, de la propiedad general de nuestras necesidades, fundadas en el clima, y en parte quizá también en la cultura” (Varios: Teoría de la arquitectura, 2003).

Columna publicada en el semanario virtual caliescribe.com.  16.11.2014

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