Columna publicada en el diario El País de Cali 01.04.2004
01.04.2004 Anónimos
Usualmente nuestros periódicos y revistas dan a
conocer los autores de las obras de arte, literatura, teatro, danza, opera,
música o cine de las que –afortunadamente- hablan con frecuencia. Incluso hay
secciones especializadas. Nunca fallan en informarnos quien es el modisto,
maquillador y peluquero de cada una de las muchas reinas que tenemos; como si
fueran futbolistas o pilotos de Formula 1. Sin embargo poco se ocupan de la
arquitectura y las ciudades y casi nunca de los arquitectos de los edificios
cuyas fotografías muestran de vez en cuando. A veces mencionan los
constructores, al fin y al cabo pautan, y por supuesto siempre destacan a los
conmitantes, que ponen el dinero. Y últimamente han aparecido algunos artículos
dedicados a los jóvenes arquitectos del país pero mas parecen autopromociones
que otra cosa.
Es cierto que la Sociedad Colombiana de Arquitectos le
hace alguna difusión a sus Bienales de Arquitectura Colombiana, en especial en
Bogotá, principalmente mediante un libro, pero este apenas recoge los trabajos
seleccionados de entre los que los arquitectos han querido mandar, y ni
siquiera circula entre todos ellos. El resto del tiempo es poco lo que hace
para dar a conocer nuestra labor profesional al público no especializado, ni
cuenta con una publicación periódica. Ni siquiera hace cumplir entre sus
afiliados la norma existente en algunas ciudades que obliga a poner en las
obras el nombre y matricula de los arquitectos responsables de su diseño. Todo
este anonimato generalizado lleva a que nuestra opinión y trabajo no sean
tenidos en cuenta casi nunca pues ni siquiera son conocidos ampliamente.
Desde luego que los primeros responsables de este
despropósito somos los arquitectos y nuestra organización profesional, a la que
muchos pertenecen mas por inercia que por espíritu gremial. Casi todos se
comportan anónimamente como los artistas que solo a veces deberíamos ser, con
todo y los caprichos propios de ellos, pero evaden la responsabilidad ética de
ser los autores de esos edificios que como dijo Lewis Mumford no pueden evitar
decir algo con su sola presencia. Es significativo cómo muchos de los que mas
trabajo tienen poco se ocupan de su profesión y son los que menos participan en
las Bienales. Evitan tambien fastidiar a sus eventuales clientes con sus
opiniones sobre la arquitectura y la ciudad malinterpretando al gran arquitecto
norteamericano del XIX Henry Hobson Richardson, que dijo el primer principio de
la arquitectura es conseguir el encargo.
Saber hacerlo es con frecuencia malo pues no siempre
son los mejores los mas hábiles para seducir a sus clientes. Asunto de enorme
gravedad pues en la correcta escogencia de sus arquitectos se juega el futuro
de nuestras ciudades ya que su trabajo en ellas es cada vez mas notorio por
estar muchas en rápida transformación. Son los promotores, entonces, los
responsables en últimas de la calidad de su arquitectura pues siempre les sería
posible conseguir buenos arquitectos. Lamentablemente, sobre todo en Cali,
suelen tener sobre la materia ideas equivocadas o superficiales. Y casi nunca
se dan cuenta o les importa que cuando escogen un arquitecto no lo hacen apenas
para que diseñe su casa o edificio, sino para que nos proyecte tambien a los
demás un pedazo de ciudad, que es el artefacto menos anónimo que existe.
Columna publicada en el diario El País de Cali 01.04.2004
Columna publicada en el diario El País de Cali 01.04.2004