13.01.2000 Critica, historia y teoría

A la memoria de Augusto Díaz.

Hace no mucho una cadena nacional de radio insistió algún tiempo en convencer a la gente de que no criticara: que fuera positiva. De hecho son muchos los colombianos que critican el que se critique. Y, si se trata de arte o arquitectura, viven cómodos en esa gran mentira que miente que entre gustos no hay disgustos. Por supuesto la cosa es más compleja y tiene graves consecuencias: basta con mirar bien la ciudad que nos tocó vivir.

El arte (o la arquitectura) no precisa de especialistas para ser entendido pero, como dice Milan Kundera, se requiere cono¬cimiento y competencia supremas para captar lo que aporta de nuevo e insustituible. Kundera ve al crítico como un descubridor de descubri¬mientos y afirma que el pensamiento crítico es esencial¬mente no metódico. Considerando que el descubrimiento que contiene una obra de arte es inesperado e imprevisible por definición y que no es posible un método generaliza¬ble para captarlo, el crítico, agrega, solo puede plantear su pen¬samiento personal; y no sólo se puede equivocar sino que su juicio no es verificable. No obstante, cree Kundera, que por errónea que sea la crítica, si se basa en una competencia auténtica dará pie a otras reflexiones contribu¬yendo a crear un "trasfondo meditativo" im¬pres¬cindible para el arte. Al arte no le basta solamente el contacto con el público, concluye Kundera, pues solo se vuelve Historia cuando sus descubrimientos y sus innovaciones son señalados por la critica.
Toda actividad mental genera conocimientos distintos (científicos, místicos, artísticos); si el arte no produjera conocimientos sería un juego inútil, como dice Lionello Venturi. Pero pese a que esta idea no es nueva no ha sido usual asumirlo como un conocimiento alternativo a la ciencia, como lo ha anotado Christian Norberg-Schulz. Y, menos aun, tratar de estudiarlo y conocerlo; sobre todo aquí. Muchos colombianos, sumidos en la magia, la religión y las ideologías, más fanáticos que reflexivos, confunden el arte con el gusto. Por eso critican el que se critique y al que critica, pero evaden el contenido de la crítica: no la critican. Parecen ignorar que desde Socrates la Civilización Occidental se ha construido practicando arduamente la crítica.

Karl Popper afirma que no puede haber historia sin un punto de vista: de igual forma que en las ciencias naturales, la historia tiene que ser selectiva si no quiere ahogarse en un mar de datos po¬bres y mal relacionados. Y recomienda escribir solo aquella historia que nos interese. Hasta hace poco no solo no se escribía en el país la historia que debía interesarnos, y la que se hacia estaba repleta de datos pobres y mal relacionados, sino que la historia de sus ciudades, sus arquitecturas y sus artes apenas comienza a reunir datos y aventurar relaciones. Sin una perspectiva histórica difícilmente se puede construir una teoría de la arquitectura (y la ciudad) que dure, y toda arquitectura que carezca de una teoría corre el riesgo de repetirse o volverse arbitraria, como advierte Hanno-Walter Kruft y vemos todos los días.

Solo la crítica, basada en una auténtica competencia, podrá inducir reflexiones que contribuyan a relacionar y enriquecer los datos existentes para crear esa perspectiva histórica. De ahí su importancia para transformar nuestras ciudades; y de que se las critique con competencia. Pero sobre todo, es importante convencer a la gente de que critique las críticas en lugar de equivocadamente rechazarlas; o, lo que es peor, y perverso, ignóralas. Ya se ha dicho: silenciar a una persona es como asesinarla, cosas, ambas, es horroroso, cotidianas en Colombia. Hay que cambiar la violencia por la crítica. Que mueran las ideas en lugar de nosotros, como pedía Popper. Pero pocos medios aquí están comprometidos con la crítica; la mayoría la confunden con la simple opinión cuando no con el puro chisme. Además están demasiado ocupados con el terrorismo, el secuestro y los asesinatos, que muestran sin criticar; o frivolizando aún más los reinados, la mediocre farándula, o abusando del fútbol o las carreras de carros, o bobeando con la astrología, o haciendo eco al engaño del milenio, para que creamos que son positivos.

Columna publicada en el diario El País de Cali. 13.01.2000

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