09.12.2017 El arquitecto de la casa

A inicios del siglo XXI hay que hacer una arquitectura para la gente y no como si fuera para el poder. Durante siglos la gran arquitectura fue para tumbas, templos, castillos y palacios. Pero a partir de mediados del XX, con el Movimiento Moderno, lo es ya para viviendas, oficinas, comercio, y sedes educativas, culturales, recreacionales, deportivas, administrativas o para el transporte. Actualmente debe, además, reutilizar lo existente, ya que constituye un verdadero patrimonio construido y cultural; y ser más ética y menos estética, más técnica y un verdadero arte, no un espectáculo para engañar a compradores incultos o ingenuos, empresarios codiciosos y políticos oportunistas.

Igual es inaplazable que sea sostenible, mas no apenas de bajo consumo de energía y agua potable (incluso es mucho mejor que sea regenerativa) y no contaminante del aire, ríos y mares, y que sus materiales sean reciclables, sino fácil de adecuar y renovar en el futuro, para que se pueda utilizar durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente. Y que sea contextual, respetuosa del entorno pre existente, que agregue o mejore la ciudad, y no que la siga destruyendo al servicio de la especulación inmobiliaria con el suelo urbano, propiciada por la propiedad privada del mismo, olvidando su compromiso social, la que hay que neutralizar con el impuesto a la plusvalía.

Que en el trópico americano se entienda a fondo lo que significa de verdad no tener estaciones a lo largo del año, pero si periodos lluviosos o secos. El daño que la influencia norteamericana le ha hecho a las ciudades colombianas, por ejemplo, es, y sigue siendo, grande, precisamente por no considerar sus diferentes climas y paisajes ni las variables de su tradición arquitectónica traída del sur de España y aún menos las aborígenes. Una arquitectura que aquí sea mas iberoamericana que anglosajona; es decir que son sus referentes hispanomusulmanes los nos deben interesar y no las ultimas modas divulgadas por las frívolas revistas de “decoración” que no de arquitectura, las que aquí se acabaron.

Por eso en los talleres de proyectos de los programas de arquitectura, en los que se debe buscar su síntesis a través de ejercicios y no de proyectos inventados, se precisan maestros que practiquen el oficio, y con una obra importante que mostrar, pero los que cada vez son menos, apoyados por investigadores académicos con posgrados, los que afortunadamente son cada vez más. Pero todos concentrados en los problemas de una arquitectura sostenible y contextual con relación a su región, que aunque parezcan sencillos demandan nuevos conocimientos, y en la historia de nuestra arquitectura y ciudades y no sólo en temas rebuscados por mas interesantes que sean y menos aún si sólo lo parecen.

Por todo lo anterior es preciso que se abran en las universidades programas paralelos al de arquitectura (estudiantes sobran), como construcción, urbanismo, paisajismo, bioclimática, arquitectura de interiores, diseño de mobiliario, o diseño vial, con un ciclo básico común para todos, que les permita a los estudiantes escoger una carrera; y que la arquitectura profesional misma sea una maestría posterior, con muchos menos estudiantes que la carrera actual. En varios de estos aspectos la Escuela de Arquitectura y Diseño de América Latina y El Caribe, Isthmus, en Panamá y Chihuahua, es un buen ejemplo a seguir para formar arquitectos de casas no de pseudo palacios.

Columna publicada en el semanario virtual Caliescribe.com. 09.12.2017

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