Columna publicada en el Diario El País de Cali 03.11.2005
03.11.2005 Arquitectura y novela
Dice Milan Kundera (El Telón / Ensayo en siete
partes, 2005) que a la novela hay que darle forma (igual que lo hace un
arquitecto con los edificios) y que la composición adquirió para el arte de la
novela una importancia primordial desde el principio. Como en la arquitectura,
que, igual que la novela, es histórica y tambien arte. La historia común de las
novelas, dice, las pone en múltiples relaciones mutuas que “iluminan su
sentido, prolongan su alcance y las protege del olvido.” Igual que los
edificios en cualquier ciudad, circunstancia que ignoran muchos arquitectos que
entre nosotros limitan su conocimiento “histórico” al de las meras modas que
nos son impuestas por revistas malas que sin embargo los seducen. “Arrancadas
de la historia de sus artes, poco queda de las obras de arte” sentencia
Kundera.
Los edificios sin referencias históricas pertinentes y explicitas pronto
pierden su sentido y no llegan a alcanzar casi nada, o sencillamente extravían
lo poco o mucho que alcanzaron por su novedad de oropel de pocos días. Pero
lamentablemente, a diferencia de las novelas, no pasan al olvido si no que
quedan por muchos años en contravia de ciudades cuyas múltiples relaciones
estéticas inevitablemente son históricas. Si se quiere, la arquitectura de los
edificios pasa al olvido pero su construcción utilitaria y utilizada permanece
ostensiblemente pero ni siquiera despojada de su sentido sino con uno que se
torna impertinente. Será por eso que ciudades como la nuestra parecen cosa de
orates. Como dice Kundera, la historia del arte es perecedera pero su
“palabrería” es eterna.
Por eso tambien nos recuerda que muchos, incluyendo una parte de los
herederos de Arthur Rimbaud (“Hay que
ser absolutamente moderno”), terminamos comprendiendo algo en apariencia
inaudito: “hoy -dice-, la única modernidad digna de ese nombre es la modernidad
antimoderna.” Y el hecho es que la generalización y vulgarización de la
arquitectura y el urbanismo modernos nos llevo a casi todos, arquitectos,
promotores, políticos y usuarios, a pensar que los edificios y las ciudades
podían ser a-históricos, y el resultado fatal de esta enorme equivocación,
sobre todo en ciudades tercermundistas como Cali, salta a la vista. De ahí que
sea imperativo buscar y recobrar el tiempo perdido. Tiempos perdidos pues en
este caso si que están tanto en el pasado como en el presente y desde luego en
el futuro.
Pero en el sentido que les da San Agustín, como
nos recuerda oportunamente Claudio Conenna: “Resulta claro que futuro y pasado
no existen y que impropiamente se dice: tres son los tiempos: pasado, presente
y futuro. Más exacto sería decir: Tres son los tiempos: el presente del pasado,
el presente del presente y el presente del futuro. Estas tres formas existen en
el alma […] el presente del pasado es la memoria, el presente del presente es
la percepción directa y el presente del futuro es la expectativa...”. Tenemos
que establecer de nuevo multiples relaciones mutuas con nuestro pasado arquitectonicao,
urbano y constructivo, y enfrentar seriamente y con verdadera creatividad los
retos del presente como el hecho contundente de que estamos en una zona de alto
riezgo sísmico y que disfrustamos de un clima, una topografia y un paisaje
bellos y benevolos. Solo así podremos tener la espectativa de un mejor futuro
como ciudad.