Columna publicada en el diario El País de Cali 26.06.2003
26.06.2003 Arquitectura y energía
En Europa la mitad del consumo de energía es por
cuenta de los edificios; el doble de la que consume el transporte. No tanto
para su construcción y operación si no sobre todo para su calefacción e
iluminación, especialmente en los días cortos y muy fríos del invierno (Sophia
y Stefan Belino: Sol Power). Lo mismo sucede en Estados Unidos y Japón y en
general en los paises con estaciones.
Por lo contrario, en los climas templados y
cálidos de los que están en la franja ecuatorial, como Colombia, ahorramos
buena parte de esa energía: nunca precisamos de calefacción y la luz diurna es abundante
y su duración casi igual a lo largo del año. En Cali, y en todo el valle que la
rodea, si nos preocupáramos por lograrlo, tampoco necesitaríamos aire
acondicionado, exceptuando aquellos locales estrictamente cerrados; y, con
patios y pozos de luz, se podría obviar casi totalmente la iluminación
artificial en muchos recintos. Para no hablar del ahorro de energía que se
haría al evitar los edificios innecesariamente altos. Debería ser un propósito
que nuestra arquitectura sea bioclimatica como ya lo es una obligación el
hacerla sismorresistente.
Pero desperdiciamos las posibilidades de nuestro
clima de la misma manera que lo hacemos con el paisaje. Tal vez se deba a que,
como el agua, los tenemos en abundancia. Se trataría, entonces, mas de una
responsabilidad hacia el futuro que de una necesidad inmediata. Pero seguimos
copiando y premiando tontamente en concursos y bienales la arquitectura de las
revistas internacionales (y la de las nacionales que tambien la copian),
pensada para otros climas y paisajes, en lugar de buscar mas y mejores
posibilidades a las ya muy pertinentes soluciones de nuestra arquitectura
colonial y de tradición colonial. Búsqueda que además de proporcionarnos una
arquitectura apropiada nos permitiría una “propia” y no solamente prestada como
es la mayoría de la que hoy se hace aquí sin siquiera adaptarla.
Olvidamos que la arquitectura moderna en Cali,
de mediados del siglo XX, muy influenciada por la brasilera, reconocida
mundialmente en ese momento, se preocupó con indudable acierto por el clima.
Refuncionalizó los tradicionales patios sombreados y volvió a usar calados y
celosías que dejan pasar el viento y tamizan la luz. Buscó, incluso con
exageración, las orientaciones correctas, abriendo los edificios al norte y sur
para evitar el sol de la mañana y sobre todo el de la tarde. Pero falló en las
cubiertas planas que imponía la moda moderna. Solo en unos pocos casos, al
volverlas jardines con pasto, como proponía Le Corbusier, se solucionó
adecuadamente el problema de aislarla de la radiación solar, casi la mitad de
la cual incide precisamente en las cubiertas (Víctor Olgyay: Clima y
Arquitectura en Colombia), evitando las goteras, que se volvieron como una
maldición de terrazas y azoteas.
Habría que retomar el camino de nuestra
arquitectura tradicional y moderna pero usando todos los muchos adelantos
tecnológicos al respecto, y de la mano de mejores conocimientos sobre el tema.
Sin embargo, en buena parte habría que producirlos aquí pues las
investigaciones que se hacen en otros lados sobre arquitectura y clima casi no
se ocupan de las regiones tropicales cálidas y húmedas, y menos de las
templadas que son en Colombia en las que están la mayoría de sus ciudades.
Columna publicada en el diario El País de Cali 26.06.2003
Columna publicada en el diario El País de Cali 26.06.2003