Columna publicada en el diario El País de Cali 19.08.2004
19.08.2004 La Bienal de Arquitectura
Los premios no escapan a la política. La Palma de Oro
fue otorgada en el último Festival de Canes al documental de Michael Moore,
cuyo carácter oportunista y panfletario es evidente. Su propósito, de acuerdo
con el mismo Moore, es impedir la reelección de Bush. Quentin Tarantino,
Presidente del Jurado, tuvo el cinismo (el mismo de sus estupendas películas)
de decirle que el premio nada tenia que ver con política y que su película era
la mejor, en lo que por supuesto no están de acuerdo muchos como el critico de
cine de Le Figaro o Jean Luc Godard que lo califica de un mal cineasta que no
distingue entre el discurso y la imagen (Liliane de Levy, El Pais 04/06/ 2004).
No hay duda de que el último Premio Pritzker, a Zaha
Hadid, tiene tambien motivos políticos. Como lo observa Felipe Hernández,
profesor de la universidad de Liverpool, está auspiciado por la fundación
estadounidense Hyatt por lo que comporta intereses corporativos y algún tipo de
"political correcness". No se había premiado ninguna mujer (y menos
nacida en Bagdad) y todos habían sido blancos del primer mundo por lo que no
sería raro que el próximo premiado sea un africano negro pues ya han premiado a
tres latinoamericanos. En otras palabras, concluye, el enorme éxito del Pritzker lo ha comprometido políticamente
(como le pasa a todos los premios, incluyendo el Nobel, con el que se lo
compara), y se pregunta con razón si la Bienal Colombiana de Arquitectura
(expuesta ahora en La Tertulia), no sufrirá de lo mismo.
Esta vez el Premio al Diseño Arquitectónico, Fernando
Martínez Sanabria, se le otorgo a la Casa del Pueblo y Biblioteca Pública en
Guanacas, Cauca, de Simón Hosie Samper pero en cambio no se dio ni siquiera una
mención a la casa Macana en Caucacia, de Juan Manuel Peláez, que apunta con mas
tino en la misma dirección; ni al edificio de Marco Rincón o a la oficina de
Felipe Cadavid, ambos en Cali y buenos ejemplos de respeto al entorno urbano,
ni a la capilla de Daniel Bonilla en Bogotá que tambien la merecía. Como hace
dos años, la escogencia fue política o, peor, demagógica. Se pasaron por alto
obras significativas para la arquitectura y las ciudades colombianas y de lejos
mejor diseñadas y construidas. Y hace cuatro lo que importaba era no darle por
sexta vez el Premio a Rogelio Salmona. En esta ni siquiera apareció en el libro
respectivo su biblioteca, la Virgilo Barco, en Bogotá, el mejor y mas revelador
edificio de los últimos años en el país, pues no fue inscrito, pese a que con
las bienales lo que se pretende, supuestamente, es difundir lo mejor de la
arquitectura nacional.
Cada vez hay mas edificios importantes en Colombia que
no se mandan a las bienales. La mayor parte de los jurados recientes carecen de
un trabajo crítico o teórico conocido, son celosos de sus colegas cercanos y ya
no visitan las obras que premian. Y hay una sorda lucha generacional. Como dijo
el historiador del arte Ernst Gombrich: "El impulso de diferenciarse puede
no ser el mayor y más profundo elemento en las dotes de un artista, pero
raramente suele faltar." Pulsión muy preocupante en la arquitectura pues
los edificios siempre pasan a formar parte de entornos urbanos o rurales que
son anteriores a ellos y en los que los monumentos a la vanidad no hacen si no
dañarlos. Es el gran pecado de los arquitectos. Y de las bienales.
Columna publicada en el diario El País de Cali 19.08.2004
Columna publicada en el diario El País de Cali 19.08.2004