10.03.2013 Las claves de la arquitectura

Toda construcción para la vida humana esta siempre determinada por su emplazamiento, función, construcción y forma, como lo sintetizó Vitruvio en su tratado (c. 27 y 23 a. C.), pero también por su proceso de diseño. Son imperativos, como la “redondez” de una rueda, la que no se puede suprimir sin que deje de serlo. Y los espacios y muebles ya están medidos. Solo varían las tallas (la gente ahora es mas alta…y mas gorda), los estándares (se han impuesto los norteamericanos) y las costumbres (se come en mesas bajas, “normales” o altas), y desde luego están las modas, como cenar en el suelo, es decir…como al inicio de los tiempos pero ahora con vino.

Ni el planeta ni la especie humana han cambiado fundamentalmente desde que esta existe. Por eso en arquitectura no hay casi nada nuevo bajo el Sol, sólo algunos materiales recientes que han permitido otros sistemas constructivos para vencer la gravedad, diferentes del arco o dos columnas y dintel (ahora pórticos), pero que son usados mas para el espectáculo que para mejorar los edificios. Sólo hay muchísimas variaciones, derivados, combinaciones o reinterpretaciones. Es la historia de la arquitectura, de la cual se nutre toda buena arquitectura, o en la que se termina encontrando el “original” de todo lo “nuevo” que pretende serlo negando su origen.

De ahí que solo evidenciadas estas determinantes básicas sea pertinente buscar referencias para un proyecto nuevo. Como Ulises, que amarrado al mástil de su nave y con sus remeros con los oídos tapados con cera y de espaldas a él, pudo ver a las sirenas mientras gritaba y hacia gestos para que cambiaran el rumbo, pero al no ser oído ni visto eso impidió que sucumbiera a su irresistible llamado. Buscar modelos sin saber por que se busca lo que se busca, conduce al plagio descarado e idiota de la mera forma, como tanto se ve, aplaude y premia en estos días y por todas partes, sumiendo la arquitectura -y las ciudades- en una profunda crisis.

Finalmente, ya establecidas las determinantes del proyecto, o al menos parte de ellas, no hay que temer comenzar a diseñarlo por un ortoedro en el que sus caras son rectángulos perpendiculares entre sí (incluso cuando se los “deconstruye” u oculta con “exteriorismo” para que no parezcan lo que siguen siendo: paralelepípedos rectangulares). Como un óvulo fecundado, que en nueve meses es un todo un bebé, todo proyecto se enriquece al desarrollarlo. Pretender complicarlo de entrada apenas logra la apariencia de una falsa riqueza, un inútil enredo o un espectáculo que pronto se abortará, pues la condición de la moda es, precisamente, pasar de moda.

Además es necesario pasar la cuchilla de Ockham a falta de argumentos para escoger una solución u otra, y decidirse por la mas sencilla que suele ser la mas bella. Es el mismo método que sirvió a lo largo de la Edad Media para zanjar las discusiones escolásticas de los arquitectos sobre el todo y sus partes (el fuste único del románico cedió el paso al conjunto de nervaduras del gótico que bajan al suelo), y que hoy usan matemáticos y físicos pero ignoran los que prefieren el espectáculo de lo artificialmente complicado o novedoso, que sufragan sus ignorantes clientes nuevo ricos -que no conmitantes-, tan necesarios estos como siempre para la buena arquitectura.

Columna publicada en el blog de opinión www.torredebabel.info. 10.03.2013

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