La arquitectura para que sea sostenible
debe considerar su sitio geográfico: latitud y altura sobre el mar, y humedad,
nubosidad, viento, vegetación y topografía. Y las circunstancias históricas
del lugar para que sea contextual. Su correspondencia con el paisaje natural en
el que se encuentra y con los espacios urbanos pre existentes. Los paramentos,
alturas y composición de las fachadas de los edificios que conforman las calles
y su relación con los monumentos que pueda haber. Datos tan precisos como los
geográficos, que facilitan lo sostenible
mejorando los aciertos y minimizando los errores o falencias del patrimonio
construido.
Así
lo hicieron muchos destacados arquitectos como Fernando Távora, Álvaro Siza y
Eduardo Soto de Moura en Oporto, Luis Barragán y Carlos Mijares en México,
Carlos Raúl Villanueva en Caracas, Juvenal Baraco en Lima, Oscar Niemeyer en
Rio de Janeiro, Villanova Artigas en Sao Paulo, Rogelio Salmona y Rueda, Gómez
y Morales en Bogotá, o Sir Geoffrey Bawa en Sri Lanka. Todos consideraron la
arquitectura vernácula de sus lugares de trabajo. Concretamente su relación con
sus características geográficas e históricas. Las incorporaron de diferentes
maneras a su propia interpretación de lo
moderno, alcanzando una autentica posmodernidad.
En
nuestro caso deberíamos estudiar las casas de hacienda y urbanas coloniales. No
para copiarlas sino para reinterpretarlas y emular sus gratos ambientes e
indudable belleza. Su emplazamiento, función, construcción y belleza suelen
formar un todo admirable a pesar de su austeridad, rayana en la pobreza, o
quizás justamente por ella. Y conocer sus modelos ibéricos que se adaptaron a
la geografía e historia locales, y sobre todo analizar los tipos y patrones que
aquellos generaron. Es su arquitectura sin arquitectos y no sus imágenes lo que
nos debe interesar. Pero no la vemos cegados por los vidrios y aluminio de
nuestra dependencia cultural.
Solo
partiendo de la experiencia de lo ya construido se puede llegar a conformar un
nuevo canon con patrones pertinentes a nuestras características geográficas y
circunstancias históricas. Los nuevos edificios deben sumarse a los del pasado,
aun presentes en las ciudades, las que estaremos diseñando al mismo tiempo que
ellos, al considerar que su belleza colectiva es mas importante que la individual
de cada uno, pues no se suman simplemente a sus contextos sino que interactúan
con ellos. Lo importante es el coro y no apenas los cantantes, los que nunca
deben tratar de opacar a los solistas sino crear la base sobre la que estos
sobresalen.
Así
encontraremos nuevas formas al resolver problemas arquitectónicos actuales y
distinguir entre los monumentos y su
entorno. Lo sostenible y contextual permitirán una nueva estética en nuestro
trópico andino, efectiva e identificable pues los lugares, como sus habitantes,
aunque se parezcan nunca se repiten. La originalidad de nuestros proyectos
seria apropiada y pertinente y no trivial y de moda. Como se ha dicho, es
volver al origen, y por supuesto no lo es imitar las imágenes de arquitecturas
foráneas que nos quieren vender las revistas ídem, financiadas por los
productores de materiales de construcción que aquí no usamos o no deberíamos
usar.
Columna publicada en diario el País 03.06.2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario